Cuando la vista se fijó en aquella fotografía, y vio por primera vez
aquella sonrisa infantil, se preguntó qué tenía de especial y, sobre todo,
diferente a otras sonrisas de su misma edad. Aquel semblante, dejando de un lado
el resto del cuerpo, tenía varios aspectos curiosos que merecían la pena ser
analizados. En primer lugar, no cabía la menor duda que el origen de aquella
sonrisa partía de un semblante infantil, no podía ser de otro modo. En segundo
lugar, gozaba de algo muy representativo; tan representativo como que en su
conjunto no estaba disimulado ni distorsionado con la intención de preservar su
intimidad, como ocurría, y ocurre, habitualmente con los rasgos faciales de todos
los niños menores de edad; hecho aceptado por todos los medios de comunicación
del país. En tercer lugar, la titular de esta sonrisa lujosa, amplia, inocente actualmente
tiene tan sólo ocho años de edad, pero ya la exhibe como quién descubre algo
nuevo en el horizonte, algo con lo que un día tendrá que enfrentarse, algo en
el inicio de su uso de razón. En cuarto lugar, esta niña, princesa desde la
cuna, ha nacido de un matrimonio morganático,
Es precisamente, cuando se mira una y otra vez la imagen, cuando se da uno
cuenta de que su edad biológica no se corresponde con su edad cronológica. Su
edad cronológica es la que ha transcurrido desde el día en que nació. Algo no
está aún armonizado en su naturaleza, algo no encaja, hasta que, de pronto, la
comparación surge del recuerdo, cualquier otro niño o niña de su misma edad en la
expresión de su sonrisa falta algo, que la princesa Leonor conserva aún. Pero,
¿qué puede ser? Precisamente, cuando uno lo descubre, continúa la sorpresa,
pues aún no ha sustituido, ni siquiera iniciado el cambio y sustitución de los dientes
primitivos, llamados vulgarmente de leche, por los definitivos ni tiene visos
de que lo hagan en los próximos meses, aunque hay alguna teoría que sustenta la
normalidad hasta los nueve años, que a punto está de cumplir. No obstante, en
la actualidad, y de acuerdo con la media, la princesa Leonor presenta un
retraso odontológico cuando, por regla general, el sexo femenino se adelanta al
masculino en algunos meses. Por tanto, su edad biológica es menor que la que
representa.
Ante este hallazgo iconográfico casual podría plantearse hacer, siempre y
en exclusiva, desde el punto de vista médico, un diagnóstico diferencial,
siempre sobre el papel y grosso modo,
entre las posibles causas de este evidente retraso. Primeramente habría que
citar a la genética, es decir, conocer si alguno de sus augustos padres
padecieron este retraso, sin ser algo anómalo, por ley natural, en doña Leonor,
esta causa repetiría lo que ya sería incuestionable. Un segundo fundamento, sin
ningún genero de dudas, puede descartarse que haya nacido prematuramente. Una
tercera posible causa podría ser de origen físico como el que acaso la princesa
Leonor tuviera alguna patología en la boca, tanto en los dientes como en las
encías. Un cuarto posible motivo podría ser una desnutrición, aunque no parece
evidente, o sí una alimentación desequilibrada, quién sabe. Por último, y para
finalizar, se podría pensar en un problema hemático tipo anemia con deficiente
presencia de hierro en los hematíes.
Entre todas estas eventuales causas, de ser alguna, es seguro pensar que
estaría en el camino hacia un tratamiento médico adecuado. Sin embargo,
esta demora odontológica sólo admite poner en hora el reloj biológico del
futuro a las puertas de la adolescencia.
Alfonso Campuzano
Sigue a @AIf0ns0
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