Como un seguidor del deporte tenis, que en los comienzos
de los años sesenta, quizá debido a que los torneos más conocidos eran los
practicados por jugadores amateurs, sólo se daba publicidad, tanto
en la prensa escrita como en las pocas horas que duraba la programación de
televisión española, de la Davis Cup y de los cuatro Grand Slam:
cuando el actual Australian Open se llamaba Campeonato de Australia;
Les internationaux de France de Roland Garros; Wimbledon; y
cuando el actual US Open se llamaba Forest Hill. Una época en que
España, siendo finalista en dos ocasiones en la Davis Cup, gracias a
Manolo Santana, llegó a cruzar las bolas nada menos que en Australia, alarde
que fue correspondido por televisión española con su retransmisión de
madrugada, igual que cuando el primer hombre pisó la Luna. Ninguno de los tres
eventos dejé pasar. Digo alarde, y lo digo bien, ya que el cierre de la
programación televisiva era a medianoche con la reflexión diaria de El alma
se serena.
La Davis Cup se mantiene, desde sus comienzos,
como una competición entre naciones, eminentemente masculina, aunque con
ciertas variaciones. Habría que analizar el por qué, aunque no es el momento.
Ésa, y no otra, es la gran diferencia entre ella y los cuatro Grand Slam.
Los tenistas que han hecho de este deporte su profesión dan preferencia, más
que nada por las ganancias que les reporta, a los torneos disputados dentro del
circuito A.T.P., es decir, los ya citados y los Master 1000, 500,
250, que ocupan la totalidad del calendario anual. La Davis Cup, aunque
importante, ocupa en su planteamiento un segundo término,
posiblemente porque su caché no se adapta a la competición, pudiéndose deducir
que la Federación de Tenis Española no dispone de presupuesto adecuado a la
singularidad de los tenistas, y menos aún a la de un capitán masculino.
Los acuerdos de la Federación de Tenis, en la búsqueda de
un capitán del equipo, no habían llegado a buen pacto con las personas idóneas.
En los últimos años, sin saberse las causas, el equipo ha cambiado varias veces
de capitán, todos ellos de elite, grandes conocedores del circuito competitivo,
y entre sí, algo importantísimo. El capitán junto al equipo, y así lo ha sido
siempre, debe formar una piña, ser un sólo hombre, debe buscar y encontrar la
empatía total y absoluta, si es que quiere triunfar.
A partir de este instante, sin buscar el consenso,
siempre desde la distancia de la imposición, una mujer, antigua
tenista, la directora deportiva de la federación tiene la ingeniosidad de
que ella puede ser, por primera vez en la vida de la Davis Cup, el/la capitán/a del equipo español, siendo aceptada por el presidente, quizá como pago a servicios
prestados, sin haber llegado a preguntar a los jugadores para consensuar su
nombramiento y, por supuesto, sin conocer totalmente a los participantes. La
práctica de este ascenso es una acción propia de suicidio, pues en el
momento mismo en que, sin conocer el particular entramado del torneo tenístico, se
tiró al vacío. La noticia, hace varias semanas, , como un bombazo, a los titulares
deportivos.
En una de sus primeras declaraciones, tan inconsecuentes
como desafortunadas, se le escapó una máxima lapidaria: aquellos jugadores que
no compitieran en las rondas la Davis Cup, no podrían participar en los
Juegos Olímpicos 2016. ¿Acaso quería explicitar de antemano que no entraba con
buen pie y que no la aceptarían? Mal comienzo y mucha carnaza para el personal
que escuchaba. La noticia es la noticia, y hay que cazarla al vuelo, como a todo
pájaro, momento en que la prensa, comenzó a hacerse eco de diferentes entrevistas,
dando pábulo a expresiones sacadas de contesto, tergiversando términos,
considerándolas sexistas, llevándolas al terreno que alargara la noticia, hasta conseguir lo que se pretendía.
La Federación Española de Tenis, desde los años sesenta,
no cabe duda que ha mejorado, aunque sigue mostrándose demasiado cicatera e
insensible con los mejores jugadores. El curriculum deportivo de la ex
tenista Gala León, aparte de ser una persona extraña y de mediocre valía
profesional, nunca estuvo entre las top ten del ranking mundial
femenino, y tampoco como entrenadora se conocen sus cualidades. La imposición
de un/a capitán/a sin consenso, y más en tenis de elite masculino, juega malas
pasadas, sobre todo cuando falta experiencia, veteranía y, sobre todo, empatía.
España, como pentacampeona que es, necesita un capitán que haya estado entre
los top ten de tenis, como hasta el actual incomprensible nombramiento.
Que no se vea en estas palabras ni el más mínimo asomo de menosprecio ni
acritud hacia esta designación. El equipo español de la Davis Cup se la
juega con cada elección de un capitán, de ahí sus resultados. Se trata, sólo
para quien lo quiere ver, y no está ciego, de aptitudes, habilidades,
condiciones, pero nunca de género, como se ha pretendido maliciosamente
exponer.
Para finalizar, el tenis mundial apostará
por la igualdad de oportunidades cuando las mujeres decidan y exijan jugar en
los Grand Slam a tres set ganados, como hacen los hombres, mientras
tanto habrá torneos de género masculino y de género femenino.
Sigue a @AIf0ns0
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