El revanchismo sobre símbolos, enseñas, juramentos, promesas ocupa un
territorio neuronal deficientemente desarrollado - Alfonso Campuzano
Pretender, a través de los años, ayudados por la desmemoria social
alzheimerzada, incluso fumada, tergiversar hechos históricos, en plan
revanchismo, en connivencia con los Juzgados de turno, ganar una guerra
perdida, va a ser que no.
Pulula en el ambiente la sensación de que, a fecha de hace aproximadamente
un par de años, se vive la descomposición de un segundo régimen político
vivido. Es como si se estuviera donde se estaba con la sensación de no haberse
movido.
Según el periódico que se lea, a fin de contrastar noticias, así marcha el
Gobierno español, incluso sus diecisiete bandos/facciones/jaulas de grillos/tribus.
Una noticia de hoy en un periódico ha parecido ya o, sin tardar, aparecerá en
otros, porque han aprendido a olvidarse de poner la fecha comunicada por su
agencia de noticias, tal y como se hacía antaño, a costa de querer vender
actualidad, aunque sea retrasada y adulterada.
La desilusión comienza cuando el votante se da cuenta de que, como sea, quiere
salir de una dictadura, le engañan y, de pronto, al cabo de varios lustros, se
encuentra ante una tiranía, a punto de convertirse, si viene el caso, en otra
dictadura partitocrática, eso sí, que lo es, y permitida. Y se encuentra a los
políticos de siempre, hasta Dios sabe cuándo, más acomplejados, amorales, corruptos,
fanfarrones, ineducados, ineptos, mentirosos, sin un mínimo de pudorosas neuronas
en lo que basar sus pretensiones y programas electorales, ya que, cuando
alcanzan el poder, gracias al erario público, caracolean con símbolos, enseñas,
juramentos y promesas que los ayudaron a llegar, se dedican a desandar lo
andado por el gobierno anterior, impiden evolucionar a España, y así hasta el bucle
infinito.
Los políticos creen lo que sus fervientes votantes, pese a votar, no hay
otra fórmula, no creen. Los políticos ya se encargan, durante cada legislatura,
a promulgar leyes, ya van cercanas a las veinticinco mil, que los hacen casi
inmunes ante sus propios desmanes administrativos publicitados como
pócimas prodigiosas envueltas en fórmulas popularistas imposibles, que
responsabilizan a los administrados, menos cuando, por ensalmo, destaca algún
juez que otro, enderezando la vereda desviada, y con alguna consecuencia
nefasta para el aforado.
Los cuarenta años preconstitucionales han generado cuarenta años
constitucionales de engaño partitocrático cuyo resultado, tras la alternancia
de partidos en el poder, ha sido el aumento desproporcionado del patrimonio de
los políticos en comparación con la sociedad, dando gracias a la administración
de justicia, tan culebreada ella, que se disfruta en el territorio español, es
posible que tengan que transcurrir cuarenta años para que la regeneración
política sea visible, pero solamente en el horizonte.
En las legislaturas preconstitucionales, lo que está
ocurriendo en la vida política española actual, era impensable. Ahora parece
como si el director de orquesta estuviera exhibiendo la batuta para dirigir,
mientras los músicos, sin rechistar, aceptan sus signos aéreos, una vez que se
ha abierto la veda de la caza del político inconsecuente con el cargo asignado.
Una nueva legislatura, inaugurada por S.M. el rey Felipe
VI, está a punto de iniciarse y, no cabe duda, será totalmente diferente a
las anteriores.
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