Los aseos públicos, sin una higiene adecuada, son fuente de
contaminación infectocontagiosa de enfermedades - Alfonso Campuzano
Al objeto de evitar la transmisión de enfermedades
infectocontagiosas en los aseos públicos ya sea en la hostelería, aeropuertos,
estaciones de trenes, autocares, etcétera, la presentación de opciones de uso
para la higiene personal han ido evolucionando con el paso del tiempo. Dentro
de la aptitud de cualquier centro, ya sea hostelero o no, se llega a catalogar
sanitariamente, porque existe un apartado en el que se puntúa el cuarto de aseo
sin que ninguno de ellos se escape a la calificación, que varía entre un mínimo
y un máximo.
Interesa insistir aconsejando que la mecánica del lavado de las manos debe
realizarse antes y después de utilizar el servicio público de aseo. Antes,
porque para hacerse un sitio, se tocan y manipulan instrumentos contaminados,
ya sean pomo/manillar de la puerta, interruptor de luz, etcétera. Después,
porque los gérmenes saprofitos de cada usuario no tienen por qué ser
transmitidos al siguiente.
Fig. 1: Jabón estático por célula fotosensible Fig. 2: Jabón dinámico Lavado por célula fotosensible
La configuración del lavabo puede ser de cualquier estilo, lo mismo que el
grifo, siendo preferible e ideal aquél que tiene una célula fotosensible que
capta la presencia de las manos sin tocarlas, con el mismo sistema para el
jabón crema/espuma/líquido (Fig. 1), pero siempre depende de la categoría del
lugar que se frecuente. No obstante, dado que se puede desconocer su
funcionamiento está expuesto a terrorismo higiénico. En otros casos
el jabón (Fig. 2), ya sea estático en la pared/dinámico, o no, unidosis, y muy raro
en pastilla.
Fig.3: Secador eléctrico de pared Fig. 4: Secador eléctrico de encimara
Lo más habitual es que haya un aparato secador de manos colgado en la
pared y enchufado a la corriente eléctrica (Fig. 3), que emite y despide
el calor hacia el suelo, a fin de evaporar la humedad de las manos, y menos
frecuente es que el artefacto esté encajado en la encimera del propio lavabo, cumpliendo
la misma función anterior, con la salvedad de que desprende el chorro de calor
algo más controlado, pero hacia la persona (Fig. 4). Ambos utensilios eléctricos
tratan de expulsar centrífugamente el aire caliente a base de un ruido
ensordecedor, desagradable, aparte de quemar la piel, remueven el aire,
alborotan y alteran a los bichos microorgánicos, perjudiciales para la salud, que
pululan en dichos ambientes, trastocando el ecosistema, hasta que se introducen
por cualquier puerta de entrada al organismo, nariz o boca, hasta los pulmones
donde pueden anidar y desarrollar enfermedades del aparato respiratorio. Lo
mismo puede ocurrir con secadores de pelo si no se emplean en lugares higiénicos.
Y también con los espiradores urbanícolas que emplean los jardineros.
Fig. 5: Papel de secado unidosis Fig. 6: Servilletas de papel
Sin embargo, a la alternativa al aire caliente se está imponiendo el papel como
protagonista del secado de las manos húmedas (Fig. 5), que varía entre la lija
y la caricia, que se arranca de ciertos dispositivos que habitualmente están
clavados a la pared, ya sea en rollo o unidosis. Ahora que están disminuyendo las tiradas de libros y
periódicos es momento de aumentar el papel para secar las manos. Sin embargo,
un detalle intermedio, aunque poco frecuente, es la utilización de servilletas
de papel (Fig. 6). Y, como colofón, pero sólo, de vez en cuando, ciertas cafeterías
y hoteles de categoría superior sorprenden con toallitas de felpa de un solo
uso.
No obstante, e independientemente de la higiene manual, conviene recordar
que, aparte de la limpieza personal, existe la importantísima limpieza del
cuarto de aseo, algo imprescindible y, cada día es más frecuente darse de
frente con alguno que sólo se puede entrar con madreñas, incluso con traje de
buzo, cuyo ambiente huele a todo, incluso vomitivo, menos a detergente.
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