La gravedad en la que vive el ser humano es un grado tal que necesita una adaptación suficiente para conseguir viajar por el cosmos, y sin pensar regresar al origen terrestre – Alfonso Campuzano
La medicina espacial sigue siendo una materia novísima de estudio continuado, que depende del día a día, sobre todo el vivido en la Estación Espacial Internacional –ISS, en inglés–, un laboratorio experimental lanzado hace una veintena de años, que orbita alrededor del planeta azul, a una velocidad cercana a ocho kilómetros por segundo, a una altura media de unos cuatrocientos kilómetros, que transmite continuamente datos solicitados por el centro de control para ser analizados, y puestos al día.
Vivir flotando en el espacio sideral nada tiene que ver con el apoyo que sustenta la atmósfera terrestre, ya que los seres vivos del planeta azul no están hechos para funcionar en un medio antigravitatorio. Es por eso que, desde hace casi sesenta años, la ciencia médica está investigando con las especies terrestres, incluida la humana, para intentar conseguir una adaptación, que no será real hasta que se materialice con viajes más allá del satélite Luna.
Existen muchos riesgos relacionados con estancias dilatadas en el tiempo, aún desconocidos para la ciencia médica, pese a llevar tantos años de experimentación en el espacio. Los estudios humanos comenzaron en 1961 con las casi dos horas de vuelo realizadas por el primer cosmonauta ruso Yuri Alekséyevich Gagarin hasta los casi seiscientos sesenta y seis días discontinuos de la astronauta Peggy Annette Whitson, jubilada recientemente.
Los órganos y sistemas corporales sufren evidentes alteraciones fisiológicas y biológicas, algunas irreversibles al retornar, en relación con los rayos cósmicos y con la ausencia de gravedad, aunque dependiendo del tiempo. Tales alteraciones afectan fundamentalmente al aparato cardiocirculatorio con su corazón, arterias, venas, capilares; al aparato digestivo con su esófago, estómago, duodeno, páncreas, hígado, intestino grueso, intestino delgado; al aparato locomotor con sus huesos, músculos, cartílagos, tendones; al aparato reproductor con sus genitales internos y externos; aparato respiratorio con su laringe, tráquea, pulmones, diafragma; al sistema auditivo, tanto periférico como central; al sistema nervioso central con su cerebro, cerebelo, bulbo raquídeo, médula espinal, nervios periféricos; al sistema urinario con sus riñones, uréteres, vejiga; al sistema inmunitario y al tejido hematopoyético con su bazo, ganglios linfáticos, médula ósea roja, timo.
Ha sido a partir de la instalación de la Estación Espacial Internacional cuando los astronautas, cosmonautas, taikonautas, al disponer de más espacio, se han podido mover con más libertad, aparte de desarrollar trabajos de investigación diarios, por lo que ha dado lugar a la realización de tablas de ejercicios físicos de mantenimiento corporal, que evitarán procesos irreversibles de la ingravidez al aterrizar, pero posiblemente insuficientes para que la masa muscular, ósea, sanguínea, no se sientan afectadas.
El aparato circulatorio, al tener apenas resistencia se debilita y la velocidad de la sangre se enlentece pudiendo llegar a producirse coágulos mortales como ha ocurrido en algún caso, que ha trascendido a la prensa.
Lo que no cabe duda alguna es que durante un viaje sideral, que dure años, el organismo humano tendrá que adaptarse y, si pretende colonizar planetas, tendrán que ser parecidos en atmósfera y gravedad a la que puedan soportar sus cuerpos ya transformados.
ALFONSO CAMPUZANO
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