La publicidad política en Medicina hace flaco favor a los profesionales por cuanto que los degrada a meras voces de su amo – Alfonso Campuzano
Si alguien institucionalmente no lo remedia es posible que la Sanidad española, fundamentalmente debido a los recortes iniciados por el ex presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero –Zapatitos, ZParo–, y continuados por sus sucesores, tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez, retroceda hasta niveles parecidos a los años cuarenta del siglo pasado.
En aquella lejana época unos cuantos médicos responsables se fueron a especializar a los Estados Unidos de Norteamérica. No todos regresaron, sin embargo, los que lo hicieron fue con el título correspondiente para iniciar un camino laborioso, aunque ayudado por el Directorio Militar con el fin de integrar a todos los españoles en el llamado Seguro Obligatorio de Enfermedad (S.O.E.), mediante una cartilla con la que el trabajador era atendido en los Consultorios (Medicina de Cabecera), Ambulatorios (Medicina Especializada en régimen abierto), Residencias de la Seguridad Social (Medicina Especializada en régimen cerrado).
Los vocablos preconstitucionales chocarán en personas que no vivieron aquellos años, y ciertamente algunos de los que vivieron prefieren olvidarlo al traerles malos recuerdos sin pensar que gracias a aquella época vivieron los que pueden contarlo con más o menos gracia. Y es que llegada la época constitucional se apresuraron a cambiar los términos que tanta alergia les producía. Tanto unos términos como otros se entienden porque el significado no ha cambiado.
Aquellos primeros especialistas hicieron todo lo posible por encumbrar la Medicina y Cirugía españolas allanando el camino para que el Estado español, mediante los diferentes gobiernos, se hiciera cargo de la formación especializada a partir de 1976, con la etiqueta acrónima de M.I.R. –léase Médico Interno Residente– importada de los Estados Unidos de Norteamérica, aunque sin residir en el hospital, como su nombre indica, durante los cuatro o cinco años que dura la especialización.
En el otro lado de la moneda, y por aquella época, en la República Popular de China del comunista Mao Zedong, una vez finalizada su Gran Marcha, y desprestigiada la medicina de la época, las autoridades orientaron la práctica facultativa hacia un derrotero básico utilizando a los labradores a los que les impuso un aprendizaje médico y paramédico, tan insuficiente como elemental, para que pudieran desarrollar su labor precisamente en los lugares donde vivían y trabajaban, denominándoles médicos descalzos.
Su cometido era tan elemental como tratar de fomentar disposiciones primordiales en el aseo diario en personas que se pasaban casi todo el día, de sol a sol, en los campos de cultivo de arroz. Asimismo, cuando el tiempo se lo permitía, se dedicaban a que hubiera un interés beneficioso por la salud. También estaban obligados a ocuparse de recomendar el diseño del núcleo familiar. Incluso, estaban familiarizados con métodos de abordaje de dolencias pequeñas y frecuentes.
Posteriormente, y finalizando ya los años sesenta, estos médicos descalzos, tras seguir un curso de poco más de doce meses en zonas hospitalarias obtuvieron el calificativo de doctores descalzos hasta en los años ochenta fueron prohibidos. Una parte de ellos, después de pasar un examen se convirtieron en médicos de aldea.
La Sanidad española está en crisis desde que se intenta manejar la enfermedad desde la visión sectaria de la política. La pandemia por coronavirus SARS-CoV-2 ha venido a dar la puntilla desde el mismo instante en que al médico de cabecera se le ha obligado a incumplir el Juramento hipocrático, atendiendo a los pacientes según las órdenes que reciba. Resulta intolerable que la consulta no sea de presencia física, sino telefónica, lo cual rompe todos los esquemas aprendidos en la Facultad de Medicina con el agravante de que todo lo aprendido durante el ejercicio profesional va a olvidarlo, sí o sí, al no practicarlo día a día.
¿Dónde queda reflejada la inspección visual para deducir su actitud, su colaboración, su consciencia, su hidratación, su movilidad, su nutrición, entre otros detalles? ¿Y qué decir de la auscultación, la olfacción, palpación, la percusión? ¿Cómo puede tomar nota de la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria, el pulso, la temperatura? ¿Cómo puede examinar uno por uno todos los aparatos o sistemas?
El futuro de la Medicina, sin la presencia física, será una película de terror, como ya lo está siendo.
ALFONSO CAMPUZANO
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