Si se supone que la edad del planeta Tierra es de
más cuatro mil millones de años, es lógico pensar que, tanto en su superficie
como en su profundidad, puede haber ocurrido de todo, aunque desconocido, en su
mayor parte, por la especie humana; por tanto, hay que considerar que sabe defenderse de la
adversidad cotidiana. A partir de aquí, todo lo que puede haber sido entra en
el reino de la fábula.
El que este planeta sea un ser vivo choca contra
nuestra conciencia. Desconocemos sus leyes intrínsecas e implacables lo que
significa que da igual lo que haga la mano humana. Tiene capacidad suficiente
para reciclarse, más lenta cuantos más habitantes albergue, pero no como les
gusta declarar a los derrotistas. Así que pretender defenderlo y erigirse en
defensor de algo desconocido, ayudado de la soberbia humana, es tal tontería que
puede desestabilizar su meta.
Todo lo que está ocurriendo actualmente al planeta
Tierra viene ocurriendo desde siempre. Ahí están para demostrarlo las eras
glaciares y las interglaciares, que se puede creer en ellas o no, porque no las
hemos abarcado conjuntamente para poder decir que las hemos vivido, sino otros seres
anteriores a nosotros.
Nadie duda que estamos en el centro de un posible
cambio climático. Cada día es diferente al anterior e incluso al posterior. El
cambio climático existe, lo percibimos a cada instante de nuestra vida y quién no
lo haga difícilmente puede percibir otras realidades cotidianas.
Otras cosas son las profecías sobre el cambio
climático, que nos espera, que deberían ser más de andar por casa que progresar
en el sentido melancólico que se apunta con machaconería mediática, minuto a
minuto, cuando hablan, sin ser videntes, de impactos ambientales que nadie sabe
hacia dónde se dirigen como si estuvieran en posesión de la verdad, hacia
el calor, olvidándose fácilmente que también se puede dirigir en sentido
contrario, es decir, hacia el frío porque, por mucho que se diga que todo es
muy diáfano, en cuestiones de leyes de la naturaleza, nadie posee la luz, todo
son conjeturas.
Nadie conoce ni entiende, por
no vivido, cómo se genera y funciona un cambio
climático global. En el clima se estudian elementos meteorológicos variables
como la humedad, precipitaciones, presión, temperatura, viento. Posiblemente
los modelos utilizados hasta el momento para la prevención climática no sean
los más adecuados ni los más correctos, ya que no hay base tecnológica
suficiente para analizar científicamente los resultados de unos cincuenta
o, como mucho, setenta y cinco años pasados, lo que induce hacia el error de un
calentamiento global, como gusta decir a los gurús del catastrofismo, en lugar
de evolucionar hacia un enfriamiento, también global, como parece que se está
decantando este planeta nuestro al que, por los años transcurridos, ya le toca
un período glaciar, sin pesimismos añadidos.
Ante el desconocimiento de las circunstancias variables en épocas anteriores, unido a la facilidad con que actualmente
se hacen estadísticas, conlleva a situaciones, como la actual, que se admite
que todo es uniforme, cuando la realidad nos dice diariamente que cada medida
de tiempo en esta vida no es ni medio parecida a la anterior. Los tristes, en
vez de investigar profundamente lo que hacen es amedrentar.
Lo más lógico sería llamar clima atípico, porque
cambio, lo que se dice cambio es imparable, como la vida misma. Todo es modificable.
Nada es estático ni estable, todo es dinámico y activo. El cambio rige la vida,
y el clima no va a ser menos. Todo cambio anormal es preludio de lo contrario.
Es un aviso sólo conocido por las personas entendidas que no quieren soltar
prenda por las consecuencias que pueden acarrear. Lo que en épocas anteriores
pasaba desapercibido, y tardaba tiempo en publicarse y en llegar al oído del gran
público, hoy día, con chasquear dos dedos, o tocar una tecla, uno tiene casi a
su disposición lo que desea que se le sirva.
El error que toca en esta época nuestra es atribuir
el cambio, cualquiera que sea, hacia el calentamiento y no hacia el
enfriamiento. Para cualquier autoridad posiblemente es más fácil proteger
a la población del calor que del frío, sobre todo cuando se ignoran las
consecuencias. El llamado calentamiento no es algo que se ha descubierto
últimamente, sino que es la evolución natural desde la última glaciación.
La política, que todo lo llena,
también se entromete en las ciencias climáticas. Los investigadores, si
pretenden recibir apoyos, tienen que adaptarse a ejercer bajo un diseño gubernativo
coyuntural, que les impide rastrear independientemente, debido a temores
administrativos.
Sigue a @AIf0ns0
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