Cuando se lee en la prensa, y no es la primera vez ni será la última, que algún pol ítico tiene la valentía de mostrar las cifras de su
patrimonio, para que los españoles sepan cómo administra sus bienes, es como
para acompañarle en su risa. Después de tanto tiempo de ejercicio se acuerdan
que deben ser honestos. Cuando entraron en la vida política, un tanto por
ciento elevadísimo estaban con una mano delante y otra detrás. ¿Qué patrimonio
tenían antes de ejercer? Quién lo sabe. Publicar esto ahora no parece serio. Lo
que hace la política, al menos la española de la época democrática, no lo hace
ninguna profesión habitual: enriquecer a quien la ejerce. Se está viendo.
No posible que se acumulen patrimonios con seis dígitos, cercanos a los
siete, partiendo del sueldo, como base, que dicen que ganan, porque la risa se
amplía con el desencaje de mandíbula cuando al famoso sueldo se añaden dietas,
especies y muchos etcéteras, que un trabajador normal no disfruta. No cuadra
nada, es imposible que cuadre, pues hasta un niño se daría cuenta de ello, si
le pusieran a hacer lo mismo que cualquier persona, bien con papel y lápiz, o
bien con calculadora. Se trata de operaciones aritméticas simples, tales como
sumar, restar, multiplicar o dividir.
Los políticos saben, les ha llegado a sus oídos, que algunos de los
votantes lo hacen, pero no les ha llegado a preocupar, hasta ahora les ha
salido bien con el desconocimiento de no saber hasta cuándo. El primer
pensamiento que uno tiene, de buena fe, al leer las cantidades de marras es que
han heredado de sus familiares, no pueden haber ahorrado cantidades tan
lujuriantes. Pero, ¿todos los políticos han tenido, o tienen, familiares tan
afortunados? El segundo pensamiento es que a todos juegan a algún sorteo
diario, y les ha tocado. Todo resulta como muy raro.
Nadie, excepto ellos, con las prebendas que disfrutan, y como servicio al Estado,
tienen un acumulado patrimonio democrático, y que muchos otros querrían para sí. Los
datos económicos de los políticos que han publicado sus abultados patrimonios
es algo que daña a la inteligencia. Todo lo que percibe un político
español no está sujeto a retención. No tiene que cotizar
a la Seguridad Social porque su futura pensión siempre será superior a la
máxima permitida por ellos para los demás. No les afecta los recortes que
legislan ni las subidas de la bolsa de la compra, ni el Tribunal de Cuentas, ni
Hacienda. No les afecta absolutamente nada. Todo el dinero que ingresan en
su banco es limpio. No tienen gasto alguno. Todo es gratuito total. Todo está
pagado, incluso los vicios, por los contribuyentes.
La incongruencia es que se pague por un servicio, que no cumplen, léase
programa electoral, en el que su labor fundamental es legislar, para los demás,
no para ellos, por estar aforados, incluyendo a personas con ínfimos estudios, pero
necesarios para que su dedo teclee, para que haya quorum, aunque a veces se confundan, ¿adrede para despistar, que
salte la polémica, sin trascendencia? Y toneladas leyes inservibles,
inutilizables, que no tienen salida por lo mal que están redactadas.
La regeneración democrática, no puede ser de otro modo, debe empezar con la
devolución de los patrimonios políticos acumulados en estos casi cuarenta años.
Su trabajo debe ser de cinco días a la semana durante once meses. Los
desplazamientos por aire, carretera, ferrocarril en deben ser en clase turista.
Se deben retirar los coches oficiales. Se deben retirar los iPhone, iPad, Modem
3G, ADSL en domicilio, que pagan los contribuyentes. De esta manera ya verían
si su patrimonio tendría las cifras que tiene. ¿Para qué quieren tanto si no
les va a dar tiempo a gastar?
Han vivido bien: comidos, bebidos, alojados, viajados, enviciados, y gratis. Algún
parlamentario, desde 1978, viene pagando su partido político, una suite en el Hotel Westin Palace de
Madrid, donde pernocta tres días a la semana. Un despilfarro a la vista, aunque
permitido por los españoles.
Alfonso Campuzano
Sigue a @AIf0ns0
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