Un concurso-oposición a la Administración, en sus diferentes parcelas, ha
sido considerado, hasta hace pocos años, como una prueba que contaba con una cierta
seriedad; una prueba en la que se hacían constar, tras haber programado y sacado
a la luz unas bases, todo lo referente, tanto al conocimiento como a los
méritos propios; unos méritos, eso sí, variables en la publicación de dichas
bases, y según qué convocatoria, bajo los auspicios de unos intereses creados, a
fin de facilitar el ascenso a quien fuera más querido.
Sin embargo, parece que la seriedad administrativa, quizá sería mejor
indicar la de las personas que gestionan la Administración central o, como en este
caso, periférica, han optado por desterrar del diccionario la seriedad, sobre
todo, cuando de buenas a primeras, ha aparecido una mente teóricamente pensante,
disfrazada de materia gris, que ha anunciado a bombo y platillo la decisión de
completar los requisitos de la siguiente convocatoria, para cubrir plazas vacantes
en diferentes especialidades médico-quirúrgicas de la Sanidad Andaluza, con lo
que ha llamado discriminación positiva al decidir, casi legalmente que, ante un
teórico empate final, las mujeres ganarán la oposición por goleada.
Tiene que haber mucho mar de fondo para que en la región andaluza se hay
programado tamaño dislate, ante el que no cabe justificación alguna, salvo que
la argumentación alegada es que, con esta discriminación positiva/género
femenino se pretende equilibrar la presencia de ambos sexos en las especialidades
médico-quirúrgicas, en detrimento de la discriminación negativa/género
masculino).
Y, para colmo, destaca en esta injusticia de género, se ha dado la
circunstancia que, en la reunión de la mesa sectorial de Sanidad, todos los
sindicatos se han inhibido, no se han opuesto a esta publicación, sino que ha
sido aprobada con su consentimiento, tácito o no, hacia quienes les han dado, o
dan, de comer.
No parece ser que esta medida sea ecuánime, es más, no debería consentirse,
ya que existen suficientes métodos académicos para dilucidar, tras un empate,
quién está más facultado para ejercer la especialidad médico-quirúrgica en una
plaza de la administración pública de un hospital andaluz, siempre en beneficio de la
sociedad y no por circunstancias aleatorias, vía sexo/género; algo que, sobre
el tapete, si se apura mucho, ni siquiera puede considerarse constitucional. Lo
suyo sería, conseguir un desempate, y ¿cómo? Pues muy sencillo, la propuesta continúa siendo académica: debería
celebrarse un nuevo examen.
Y quien se presente, avisado está, ya sabe a qué atenerse.
Conviene recordar, por último, que en esta vida, en cualquier profesión u oficio, en igualdad
de títulos, más o menos académicos, nunca se da el caso de dos personas
exactamente iguales en el conocimiento, pues la Naturaleza, con sus leyes, ya se encarga de recordarlo día a día. Cada
uno/a es único/a e irrepetible.
Alfonso Campuzano
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