Es una incongruencia política que grupos antisistema
vivan del Sistema; que grupos anticapitalistas vivan del Capitalismo; que
grupos nacionalistas ordeñen al Estado – Alfonso Campuzano
Ciertos partidos políticos, en
pleno primer cuarto del siglo XXI, permanecen anclados en gestos
neanderthalenses, utilizan palabras naftalinianas, se niegan a aceptar la
Historia extensa de la Humanidad, intentan extractarla para que su memoria no
se altere, luchan por no mellar sus esquemas instintivos, y no desmantelar sus
discos duros anquilosados.
Ciertos, políticos o no, se han
imaginado, quizá por ignorancia, quizá por desidia, que la Memoria Histórica,
según ocurrencia frívola del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, alias
ZP, aquél que se le había la boca agua cuando hablaba de la Alianza de
Civilizaciones con su querido Recep Tayyip Erdoğan,
escudándose tras el ya más que manido progresismo, tratan de implantar una
perspectiva muy resumida de la Historia, ofendiendo más que convenciendo y,
sobre todo, echando mano de un revanchismo, gracias a la ayuda inestimable del Juzgado correspondiente, que se preste a ello, y una manipulación en cuanto la denuncia
de lo antepasado, y no vivido, es admitida a trámite; cuando las luces de la
contemporaneidad se amortiguan, hasta casi apagarse; cuando se inicia el retroceso por el descamino que se desanda
hacia la degradación y el oscurantismo, todo muy cercano a la nueva y
esplendorosa Edad Media, una vez conseguido el pseudoentierro de la verdadera Historia.
Además, no es raro encontrar un
partido político, sea de la tendencia que sea, que en su programa no tenga
alguna particularidad progresista, no puede ser de otra manera, y sin hacer de
esta palabra un mitin, mientras se les llena la boca, sobre todo de aire, como
hacen varios partidos que se autodenominan de izquierda.
Algo no encaja, hoy día, dada la
aparición de partidos políticos autocalificados antisistema, que viven del Sistema;
grupos anticapitalistas que viven del Capitalismo; grupos nacionalistas, que
ordeñan al Estado. Todos ellos consentidos en su alardeo amenazante, en
connivencia con los de su misma cuerda, pero cuando llega la hora de la beca,
la subvención, la jubilación, y demás etcéteras, hasta se permiten el lujo de
aceptarlas de la mano tendida que están mordiendo, porque su lucha es sólo de
boquilla.
Cuanto mayor volumen de becas,
desempleados, jubilados, rentas no contributivas, subvenciones, se otorguen,
directa y proporcionalmente, mayores impuestos fiscales confiscatorios se exige
a los contribuyentes.
No se descubre nada nuevo si, por
ejemplo, se dice, siempre en petit comité,
nunca alto y claro, que las instituciones, poco a poco, se han ido confabulando
e injiriendo unas con otras, como si fuera algo muy natural, sin dejar de
pensar que, más bien, es una postura teatral que trata de debilitar al Estado.
¿Qué denominación puede recibir un
trabajo insolidario por el que se cobra sin retención; se gasta sin mesura; se
viaja gratis total; se obtienen prebendas; recibe indemnización, sin merecerla;
logra un puesto de consejero en empresa privada; consigue una jubilación que,
como poco, triplica la máxima legal, siempre con cargo a los contribuyentes ya
asfixiados?
El idioma español tiene
suficientes palabras, frases y refranes como para llamar, en todo momento, a
cualquier persona o cosa, por su nombre, sin necesidad de ser, hipócritamente
hablando, políticamente correcto.
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