lunes, 25 de septiembre de 2017

FALSA CARIDAD Y MÁXIMA HIPOCRESÍA

Aparte de solidaridad con inmigrantes y refugiados, debe regir el principio de reciprocidad, es decir, el regalo de bienvenida debe ser un puesto de trabajo – Alfonso Campuzano


Los polvos del efecto de llamada de José María Aznar, seguidos de la Alianza de Civilizaciones de José Luis Rodríguez Zapatero, alias ZP, han conseguido atraer los actuales lodos. 
Los sucesivos gobiernos, sin haberlo solicitado, bajo la bandera de una falsa caridad y máxima hipocresía, acogen a inmigrantes y refugian a exiliados, que se presentan ilegalmente, sin documentación que les identifiquen; que no tienen una graduación técnica; que no aportan beneficio alguno a la colectividad que los acoge; que les aguarda una existencia de holganza; que todas sus exigencias son contempladas bajo el prisma de los impuestos pagados por los sufridos contribuyentes.
En resumen, se está asistiendo a un éxodo improductivo y subvencionado, ayudado por políticos a los que se les oye decir, claro y alto, que cualquier asaltavallas fronterizas tiene los mismos derechos a estar pensionado, sin trabajar, que un trabajador español que está cotizando para cuando llegue su jubilación. Y, mientras tanto, se exportan universitarios, que tantos millones de euros ha costado su preparación. Estas acciones de los administradores políticos deberían analizarse como manifestaciones de una figura psiquiátrica propia de un trastorno mental. ¡Qué ironía de políticos que deberían estar sujetos a reciclaje y reseteo!
Es inadmisible, aunque muy propio del bienquedismo, buenismo, buenrollismo, pelelismo, que se acojan emigrantes/refugiados pagándoles miles de euros al año, aparte de ayudas sociales como alojamiento en centros de acogida, o en pisos de protección oficial; comedores escolares; cursos de capacitación profesional; educación básica; electricidad; formación en el idioma de cada región; gas; gastos médicos; guarderías; ropa; transporte; etcétera, mientras se acepta, sin ningún rubor, que haya miles de funcionarios, y no tan funcionarios, incluso personal laboral en paro, pese a que han levantado, y continúan levantando, este país, cobrando mensualmente muchísimo menos que ellos.
Hasta la fecha, tanto China como Japón, no han tenido ataques terroristas, porque no admiten inmigrantes ni refugiados musulmanes, a pesar de que en los países afines a su cultura y religión no los acogen ni se encuentran satisfechos, pues sus magnates prefieren enviar dinero a Europa para construir mezquitas que acojan a sus hermanos desarrapados.
Sin embargo, se sienten afortunados en países de confesión no islámica, a los que alegremente recriminan, pese a ser ilegales; a los que quieren transformar para que sean como sus países de origen, pese a estar descontentos, pese a las concesiones, casi infinitas, que disfrutan, mientras que el nativo si no puede pagar la hipoteca de su casa se encuentra en la calle desahuciado por el Banco.
Habría que plantearse una reciprocidad en la ayuda, que naciera de lo actual políticamente incorrecto, más que nada, por solidaridad, nada de regalos a fondo perdido, porque ¿qué país aguanta tanto despilfarro cuando desgraciadamente las prestaciones a personas ilegales se incluyen como si fueran pensiones contributivas, sacando dinero de la Caja de Pensiones?, sin hablar del gasto sanitario generado para prevenir enfermedades ya desaparecidas o desconocidas, con el peligro que ello entraña a la población autóctona.
Como colofón, habría que preguntarse por qué la Liga de Países Islámicos aún no ha aceptado la Declaración de los Derechos Humanos de 1948.


Alfonso Campuzano

  Sigue a @AIf0ns0

No hay comentarios:

Publicar un comentario