Aparte de
solidaridad con inmigrantes y refugiados, debe regir el principio de
reciprocidad, es decir, el regalo de bienvenida debe ser un puesto de trabajo – Alfonso Campuzano
Los polvos del efecto de llamada
de José María Aznar, seguidos de la Alianza de Civilizaciones de José Luis
Rodríguez Zapatero, alias ZP, han conseguido atraer los actuales lodos.
Los sucesivos gobiernos, sin
haberlo solicitado, bajo la bandera de una falsa caridad y máxima hipocresía, acogen
a inmigrantes y refugian a exiliados, que se presentan ilegalmente, sin
documentación que les identifiquen; que no tienen una graduación técnica; que
no aportan beneficio alguno a la colectividad que los acoge; que les aguarda
una existencia de holganza; que todas sus exigencias son contempladas bajo el
prisma de los impuestos pagados por los sufridos contribuyentes.
En resumen, se está asistiendo a
un éxodo improductivo y subvencionado, ayudado por políticos a los que se les
oye decir, claro y alto, que cualquier asaltavallas fronterizas tiene los
mismos derechos a estar pensionado, sin trabajar, que un trabajador español que
está cotizando para cuando llegue su jubilación. Y, mientras tanto, se exportan
universitarios, que tantos millones de euros ha costado su preparación. Estas
acciones de los administradores políticos deberían analizarse como
manifestaciones de una figura psiquiátrica propia de un trastorno mental. ¡Qué
ironía de políticos que deberían estar sujetos a reciclaje y reseteo!
Es inadmisible, aunque muy propio
del bienquedismo, buenismo, buenrollismo, pelelismo, que se acojan
emigrantes/refugiados pagándoles miles de euros al año, aparte de ayudas
sociales como alojamiento en centros de acogida, o en pisos de protección
oficial; comedores escolares; cursos de capacitación
profesional; educación básica; electricidad; formación en el idioma de
cada región; gas; gastos médicos; guarderías; ropa; transporte; etcétera,
mientras se acepta, sin ningún rubor, que haya miles de funcionarios, y no tan funcionarios,
incluso personal laboral en paro, pese a que han levantado, y continúan
levantando, este país, cobrando mensualmente muchísimo menos que ellos.
Hasta la fecha, tanto China como
Japón, no han tenido ataques terroristas, porque no admiten inmigrantes ni
refugiados musulmanes, a pesar de que en los países afines a su cultura y
religión no los acogen ni se encuentran satisfechos, pues sus magnates prefieren enviar dinero a Europa para construir mezquitas
que acojan a sus hermanos desarrapados.
Sin embargo, se sienten afortunados en países de confesión no
islámica, a los que alegremente recriminan, pese a ser ilegales; a los que
quieren transformar para que sean como sus países de origen, pese a estar
descontentos, pese a las concesiones, casi infinitas, que disfrutan, mientras que el nativo si no puede pagar la hipoteca de su casa se
encuentra en la calle desahuciado por el Banco.
Habría que plantearse una reciprocidad
en la ayuda, que naciera de lo actual políticamente incorrecto, más que nada,
por solidaridad, nada de regalos a fondo perdido, porque ¿qué país aguanta
tanto despilfarro cuando desgraciadamente las prestaciones a personas ilegales
se incluyen como si fueran pensiones contributivas, sacando dinero de la Caja
de Pensiones?, sin hablar del gasto sanitario generado para prevenir enfermedades
ya desaparecidas o desconocidas, con el peligro que ello entraña a la población
autóctona.
Como colofón, habría que preguntarse por qué la Liga de
Países Islámicos aún no ha aceptado la Declaración de los Derechos Humanos de
1948.
Alfonso Campuzano
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