Desde la toma de conciencia de una cultura general, pues supuestamente
nadie ignora lo que representa un ciclo climático –antes no se llamaba
así, por lo menos éste es el recuerdo que en los planes de estudio anteriores a
los múltiples que ha habido en los últimos cinco lustros– cuya
existencia se evidencia desde que el mundo es mundo, toda glaciación va
precedida de un calentamiento o período interglaciar, tanto una como otro,
siempre global, tal como el que nos encontramos, queramos reconocerlo o
no, se pongan como se pongan los gurús agoreros, y viceversa.
¿Miedo a un calentamiento o a un enfriamiento? Pero si estos procesos, en
un planeta habitable con vida propia como es la Tierra, son
naturales. Este ser vivo tan cercano, tan desconocido, que cada vez que se
despierta y bosteza, pone en el sitio que corresponde a todo bicho viviente,
incluida la especie humana.
Existe un bombardeo sombrío, casi diario, con que este planeta, poco a
poco, está sufriendo un progresivo calentamiento global, que es como lo hace el
calor al vivir, como vivimos, la existencia intermedia entre la quinta o última
glaciación, llamada Würm/Wisconsin, que duró unos cien mil años, que finalizó
hace unos doce mil años, dando lugar al ¿diluvio universal?
Al estar viviendo, como vivimos, consciente o inconscientemente, esta era
interglaciar, con sus cambios, reconocidos o no, teóricamente es lógico pensar
que cada día que pasa debería estar cada vez más cerca, no hay una mínima duda
que llegará, la que será denominada la sexta glaciación, pero ¿cómo sorprenderá
a todas las especies?
El frío, cuando aparece, apenas avisa, irrumpe con brusquedad. Aunque el
planeta se caliente, como dicen. Da igual. Mal que pese, ahora toca estar en un
período interglaciar/calentamiento, toca que se deshiele el Océano Glaciar
Ártico y Antártico cambiando el escenario futuro del clima en los continentes
con efectos impredecibles, alterando la cadena alimenticia marina; la
acidificación, la densidad, la temperatura del agua; las corrientes oceánicas;
el nivel del mar; la meteorología provocando de tormentas más potentes;
etcétera. Nada nuevo ni extraño, pues a un ciclo le sigue otro de efecto y
signo contrario, y sin solución de continuidad.
Así es la vida. Podía haber tocado lo contrario: el período glaciar, que
vendrá, sin dudarlo después de este calentamiento, que nadie sabe lo que
durará. Y de algo hay que quejarse. Y, sobre todo, echar la culpa a otro. Que
si tal o cual energía, que si el anhídrido carbónico, que si la capa de ozono, que
si la superpoblación, que si los regüeldos de las especies animales. ¿Y qué?
Esto es lo que hay. ¿Preocupación? Relativamente. Pues no todo lo que se piensa
se consigue.
Como para videntes ya están los meteorólogos, que
utilizan unos métodos bastante acertados, que no ciertos, y como Nostradamus
parece ser que falleció hace tiempo, lo sensato ante los calentólogos y los
glacialólogos es votar por la incertidumbre.
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