lunes, 30 de julio de 2018

MÉDICO DEL SIGLO XXI

Cuando una persona, visitada por infinidad de médicos, está desesperada, lo recomendable es que el médico comience de cero, porque durante el camino alguien ha olvidado el diagnóstico definitivo – Alfonso Campuzano 

El médico de familia, para evitar situaciones incómodas derivadas de la desmemoria, sobre todo histórica, ha nacido casi con los avances tecnológicos que le han ayudado a olvidar los orígenes del buen médico, aquél que con su ojo, llamado clínico, llegaba a hacer un diagnóstico diferencial cercano casi a la realidad.
Este conocimiento se iniciaba mediante los estudios en la Facultad de Medicina, cuando en España no pasaban de la docena, cuando obtenida la Licenciatura bajo el brazo se optaba por buscar una plaza en una ciudad, o más bien en un pueblo, donde ejercía como médico de cabecera, nunca mejor dicho; donde vivía y convivía con sus vecinos y, a la vez, posibles pacientes; donde la consulta se hacía mientras se saludaban, se daban los buenos días, las buenas tardes, o las buenas noches, en la calle, en el bar, o a la salida de la iglesia.
Muy pocos licenciados médicos optaban por hacer una especialidad hospitalaria, pues era el catedrático quien elegía a sus discípulos, mediante méritos académicos, sin el actual frío M.I.R., con cargo a los contribuyentes, que ni es interno ni es residente, porque no reside en el hospital, como lo hacen en los U.S.A.
Los medios técnicos con los que contaba el antiguo médico de cabecera era ínfimos, y nada sofisticados, pero sus sentidos del olfato, del oído, del tacto, de la vista, bien aplicados, aunque ya olvidados, le ayudaban en el desempeño de su profesión.
En lugares apartados de la civilización corriente tenía que ejercer de ginecólogo, de obstetra, de pediatra, de puericultor, de psiquiatra y, en ocasiones, de forense, si el asunto lo requería, en los casos que tuviera lugar algún accidente, sobre todo de tráfico, porque la comunidad se fiaba de su saber, que no de su sabiduría.
Las historias clínicas eran interminables, gracias al día a día, en las que no se echaba en falta la extensión en cuanto a la anamnesis con el pródromo, la etiología, la patogenia, la clínica con su sintomatología, la inspección, la exploración física, porque los cotilleos ayudaban a su construcción hasta llegar a un diagnóstico, incluso diferencial, que establecía un pronóstico y un tratamiento, ya fuera etiológico, patogénico, sintomático, de todas las enfermedades posibles con las que tenía que enfrentarse diariamente.
Tras escuchar atentamente, proseguía con la exploración física, comenzando por lo más evidente, es decir, con el órgano de la vista, evaluaba el color de la piel y de las mucosas, descubría particularidades y deformidades, mediante la inspección anatómica, tanto local como general, siempre bajo luz solar, y nunca jamás artificial.
Observaba la actitud estática en bipedestación, en sedestación, en decúbito lateral derecho e izquierdo, en decúbito prono y supino; las desviaciones corporales, tanto anteroposterior como lateral. Analizaba la actitud dinámica del paciente al desplazarse por si existía una inestabilidad, incluso una cojera, que debía saber distinguir si era de cadera, de rodilla, de tobillo, de pie, de dedo.
El olfato jugaba un papel importantísimo en el recorrido hacia el descubrimiento de enfermedades que se manifestaban bajo un olor característico del aliento o bien de las excreciones como el sudor, la orina, los excrementos, tratando de detectar diabetes, enfermedades mentales, fiebres tropicales, hepatopatías, infecciones.
Mediante el oído, utilizando antiguamente un estetoscopio rígido; hoy en día, un fonendoscopio de doble campana, para auscultar la sonoridad orgánica interna como los ruidos hidroaéreos del intestino, así como la respiración del pulmón, los latidos del corazón, los flujos de los vasos sanguíneos en sus recorridos por los miembros, que unido al esfigmomanómetro medía la tensión arterial bilateral.
Con la palpación corporal total, mediante el tacto, localizaba la existencia o no de masas cutáneas, incluso internas, se informaba sobre el aspecto, el dolor, la elasticidad, el grosor, la extensión, la hiperestesia, la humedad, la magnitud, la movilidad, la temperatura, el tamaño, la textura, el tono muscular. Además de la piel, las regiones ganglionares del cuello, de las axilas, de las ingles; los órganos de la región abdominal, sin olvidar las cavidades, tanto rectal como vaginal. Los pulsos carotídeos en el cuello; los pulsos humerales en ambos brazos y los radiales en ambas muñecas; los pulsos femorales en la raíz de ambos muslos, los poplíteos en ambas rodillas, los tibiales posteriores en ambos tobillos, los pedios en el dorso de ambos pies, siempre para comparar.
La percusión corporal, al golpear un dedo sobre otro, servía para delimitar los extremos las vísceras corporales, su magnitud, su solidez, además de revelar la existencia o no de algún fluido, fundamentalmente las zonas del abdomen y del tórax, apreciándose un sonido mate en órganos compactos y un sonido timpánico en órganos huecos.
Todo ello conllevaba a deducir, desde siempre, que para ejercer Medicina se exigía, desde el momento en que se pisaba la Facultad, vocación primordialmente –otra cosa es que se infravalorara, por desconocimiento–, seguida de experiencia en evolución, que incitaba a la formación continuada hacia en riguroso autoenriquecimiento.
Pero para hacer este tipo de historia clínica, hoy día, se necesita tiempo, y ganas, o viceversa, pese a haberlo aprendido durante los estudios académicos médicos, sin olvidar la tecnología complementaria, pero sólo complementaria, y no al revés.
Porque solicitar directamente una Resonancia Magnética Nuclear (R.M.N.), o bien una Tomografía Axial Computerizada (T.A.C.), sin explorar la zona supuestamente patológica, es como mirar directamente al microscopio sin haber sido visto, con el ojo desnudo, el material a estudiar: difícilmente se puede averiguar de qué se trata.
Porque actualmente, dada la estructura funcionarial, y la masificación, las prisas, al primar el tiempo sobre el buen hacer, la propuesta de ir directamente hacia el camino de la tecnología deshumanizada, que se va, casi inconscientemente, en la consulta médica, que ya no merece tal nombre al ser tan extractada, se inicia una carrera hacia los errores, incluso horrores de difícil solución.

ALFONSO CAMPUZANO
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viernes, 20 de julio de 2018

ETERNOS HEREDEROS

Los antepasados no necesitan ser juzgados de nuevo, sino que precisan ser desagraviados mediante el reconocimiento de sus hechos históricos – Alfonso Campuzano

Los actuales partidos políticos españoles, asienten o nieguen la evidencia, son herederos de aquellos que se conjuraron, incluso bostezando, para iniciar una tortuosa Transición, no tan maléfica cuando ya dura cuarenta años, y continúa evolucionando, pese a los agoreros de turno, que nunca faltan.
Unos partidos políticos que no han sabido ni saben explicar convenientemente a la sociedad actual, toda sin exclusión –se desconoce si lo sabrán explicar hasta que no lo intenten, que los tiempos que vivimos, acompañados de libertad de expresión, ante el inminente futuro neblinoso que se aproximaba para poder convivir dentro del espacio europeo, han sido consecuencia de la actitud premonitoria de unas lánguidas Cortes, llamadas franquistas.
Tales Cortes no tenían ninguna obligación política ni siquiera moral de seguir una hoja de ruta virtual, más o menos aceptada, aunque si adaptada a los tiempos; sin embargo, mediante un seppuku, se sacrificaron para poder alumbrar un horizonte elegido en el que se vislumbraba ya como una Partitocracia, que no una Democracia, logrando escribir una página memorable para la Memoria Histórica española.
No obstante, el camino recorrido hasta la fecha ha estado sembrado de socavones, difíciles de asimilar, protagonizados por partidos que eufóricamente se hacen llamar progresistas, aunque continúan estancados, mientras velan sus armas decimonónicas, mientras miran constantemente por el retrovisor, mientras recuerdan a cada instante cómo llevar a cabo su gran revancha cuando tienen mucho de qué olvidarse, mucho de qué avergonzarse, tanto de robos como de crímenes, sobre todo aquellos que vieron el cielo abierto para llevar a cabo su venganza vecinal sin que nadie lo impidiera.
Está en la Memoria Histórica, no reconocida, que atropellos se cometieron en ambos bandos durante la fratricida Guerra Civil, no podía ser de otro modo, nadie estuvo libre de pecado, sobresaliendo quienes actuaron con innegable fanatismo anticlerical, como incontestables ṭālibān –antes de que la sociedad española oyeran hablar de ellos–, destruyendo inmisericordemente gran parte de patrimonio cultural religioso de todos los españoles, mediante la crueldad, el fuego y el linchamiento. 
  Renegar de la Historia, fomentar su olvido, intentar reescribir el pasado en plan vengativo, es ideario de mezquino oscurantismo para con los antepasados, porque los fallos judiciales de épocas pasadas no se pueden reexaminar sectariamente ni mucho menos alterar e invalidar, nunca jamás, aunque se pretenda, sobre todo porque no tiene ningún valor actual, porque las acciones sociales que se juzgaron en su día han evolucionado, y en nada se parecen.
Los jueces, mediante la Ley de Memoria Histórica de 2007, están cambiando nombres de calles y avenidas, que sirve exclusivamente para que todos los contribuyentes paguen más impuestos y, sobre todo, los negocios que en ellas se encuentran, que es como dar patadas en su mismo culo o sobre el de los vecinos. 
Unos partidos políticos que, desde tiempo inmemorial, no han conseguido averiguar quienes continúan teledirigiendo los escatológicos intereses de la organización E.T.A., que rompió unilateralmente el pacto social de convivencia al nacer durante la Dictadura y ampliar sus instintos criminales durante la Partitocracia; que ha sido vencida; que no se ha rendido ante notario; que no ha entregado sus armas; que aún debe indemnizar a los familiares de sus víctimas con su esfuerzo físico.
Unos partidos políticos que han tolerado que no se haya reseteado, sino que, le han concedido permiso, mediante el buenismo políticamente correcto, para que se disfrace de cabeza visible, para que asalte instituciones con discursos revanchistas, para que maneje sus dictatoriales y minoritarios hilos hacia el resto de los españoles, postrados en genuflexión, mientras solicita privilegios sin mostrar signos de arrepentimiento, después de haber organizado tres mil seiscientos atentados; novecientos cincuenta y cinco asesinatos; dieciséis mil extorsiones; diez mil atracos; ochenta y seis secuestros; con un coste económico valorado en veinticinco mil millones de euros, y pagado con los impuestos de los contribuyentes españoles.
Unos partidos políticos que no han querido ni sabido gobernar para todos los españoles, sino que han sido tan intolerantes, que lo han hecho sólo para sus votantes, de ahí que el resto alternativamente se haya sentido excluido, pese a que se ha utilizado, y muy mal, la gestión del dinero público.
 Unos partidos políticos que se han alternado no sólo en el poder, sino también en los casos de corrupción como si se hubieran planteado una carrera deportiva irrefrenable sólo para llenar su faltriquera y disponer de un patrimonio económico particular que jamás habían soñado.
 Unos partidos políticos adictos a formar alianzas antinaturales con unos partidos incompetentes para poder conservar la llave del poder. Por tanto, todos, absolutamente todos, sin excepción, deben pedir perdón a los españoles por su irresponsabilidad durante la Transición.

ALFONSO CAMPUZANO
      
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jueves, 12 de julio de 2018

ANTE UN VIAJE INTERGALÁCTICO

Todas las especies, moradoras del planeta azul, sobreviven si logran adaptarse, lo mismo que cuando intenten dar el salto hacia el espacio vacío intergaláctico – Alfonso Campuzano

Al hilo de que la investigadora bioquímica, y astronauta jefa de la NASA, Peggy Annette Whitson, en junio de 2018, ha anunciado su retirada, siendo la mujer astronauta estadounidense más experimentada, en cuanto a tiempo, que ha estado en órbita, exactamente 665 días, 22 horas y 22 minutos, desde su primera misión en 2002, he revisado mis apuntes de hace una treintena de años.

Peggy Annette Whitson (09/02/1960–)

Dado que las especies terrestres vivas no están adaptadas para vivir en el espacio, todo astronauta/cosmonauta/taikonauta, dependiendo de su genética, sufre un deterioro fisiológico corporal, en mayor o menor intensidad, casi irreversible, derivado de la prolongación de su estancia en ausencia de gravedad y del bombardeo de rayos cósmicos que recibe.
Hasta ahora, las estancias espaciales han sido variables, y como máximo, a una distancia de unos cuatrocientos kilómetros alejados del planeta azul, por tanto, las conclusiones no pueden ser definitivas, sino que estarán expuestas a cambios aún más drásticos, según los parámetros terrestres conocidos, que no los galácticos desconocidos.  
La acción protectora del campo magnético terrestre, ante las radiaciones cósmicas, por mucho escudo protector con que haya sido acondicionada la nave espacial, desaparece a medida que se aleja del planeta azul, terminando por perjudicar a todos los órganos y sistemas corporales conocidos en el ambiente terrestre.
El sistema nervioso central sufre alteraciones, debido al deterioro neuronal, que pueden llegar a ser permanente, que afectan a la capacidad cognitiva con manifestaciones de pérdida de atención, de conciencia, de memoria, de orientación, de tiempo, así como de ansiedad, de cefaleas, de confusión, de delirios, de derrames cerebrales, de mareos.
En el corazón, debido al desuso, a la menor resistencia, a la menor acción de la gravedad, se aprecia una aceleración cardíaca, llamada taquicardia; así como una amiotrofia o debilitamiento muscular; una variación del ritmo, llamada arritmias; un aumento de la tensión sanguínea, llamada hipertensión; un detrimento del volumen sanguíneo.

Estación Espacial Internacional, ISS, a más de 400 km. del planeta azul.

En el sistema auditivo se distinguen anomalías en la apreciación, tanto de la estabilización como del incremento de la velocidad y del desnivel.
Al regresar a la superficie terrestre existe una dificultad para mantener el tronco en la posición enhiesta.
La fertilidad del aparato reproductor, en referencia tanto a los espermatozoides masculinos como a los óvulos femeninos, según los parámetros terrestres, parece amenazada, aunque posiblemente no tanto si se mira con la perspectiva de que se puedan desarrollar nuevas variables, incluso estructuras diferentes, ideales para viajar en el espacio.
Al analizar la orina, se detecta un exceso excretor del ión calcio, llamado hipercalciuria, que puede llegar a ser de hasta un sesenta por ciento más de lo habitual, procedente fundamentalmente de la masa ósea, pudiendo originar una calculosis renal.
En la radiografía del aparato locomotor se lee una disminución del entramado trabecular óseo, llamado osteopenia, que puede llegar a ser de hasta un veinte por ciento, teniendo como consecuencia fracturas por stress.
En la sangre se identifica una destrucción de los glóbulos rojos o hematíes, que provoca una anemia, mientras se ralentiza la producción de los mismos en la médula ósea. Además, surge una disminución de los linfocitos, que causa un linfopenia, a costa de los linfocitos, llamados T, que afecta al sistema inmunitario, ocasionando una inmunodeficiencia adquirida.
En el trayecto gastrointestinal se muestran alteraciones en los fermentos de asimilación, acompañadas de dolor, de náuseas, de vahídos.


                                                  Estación Espacial Internacional, ISS, a más de 400 km. del planeta azul.

Estos síntomas nunca aparecen de golpe, sino que lo hacen paulatinamente, y no todos. La especie humana, con la exposición a estos cambios fisiológicos, ante un largo viaje cósmico, tendría que conseguir adaptarse lo mejor posible. De hecho, está intentando una adaptación que puede variar en el tiempo, porque si, hasta ahora, la barrera ha estado en unos 665 días discontinuos, aún faltan para saber a qué se atienen los viajeros futuros, como mínimo, unos 250 días más, si se pretende viajar al planeta Marte, por ejemplo, estar seis meses y regresar.
Quizá, para navegar en el espacio, estos cambios en las variables terrestres no tenga la más mínima importancia, aunque sí para vivir en el medio terrestre, lo que significa que su cuerpo, y su mente, nunca jamás volvería a ser como se conoce a sí misma la especie humana, sino que germinaría otro tipo de especie, que evolucionaría en alguna otra parte de la amplísima galaxia, que muy posiblemente no regresaría, que habría iniciado una conquista espacial por su cuenta y riesgo.

ALFONSO CAMPUZANO
            
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