La nutrición, para bien o para mal, y gracias a intereses oscuros apoyados por la red social, se ha convertido en teledirigida – Alfonso Campuzano
No es extraño leer cada día, en diferentes periódicos y revistas, artículos señalando que tal o cual alimento goza o no de bula para poder entrar o no en el paraíso del beneficio humano. La mayor parte son contradictorios aunque, eso sí, asegurando que están basados en evidencias más o menos científicas, que conducen a alterar el ritmo del mercado, de manera que, si está saturado, para que haya ventas, hay que anunciar eficacia, pues en caso contrario hay que anunciar ineptitud.
De esta manera se ha conseguido, gracias a premisas falsas y a la utilización de desinformación interesada, que la dieta nutricional se transforme paulatinamente en una dieta políticamente ocurrente, privando al organismo de ciertos nutrientes, según y cómo, según la época, transmitiendo el vocablo perjudicial, porque sí, y sin fundamentos doctos, sino más bien como un experimento nutricional teledirigido para ampliar o disminuir –nunca se sabe–, el mercado de casi ocho mil millones de seres humanos.
El metabolismo de los glúcidos o carbohidratos –azúcares, pasta, frutas–, lípidos o grasas –animales y vegetales, saturadas e insaturadas, frutos secos–, prótidos o proteínas –huevos, pescados azules y blancos, carnes rojas y blancas, es decir, recursos naturales–, está unificado mediante las reacciones propias del ciclo de Krebs a nivel de la matriz mitocondrial celular.
Los glúcidos, tan necesarios para la actividad muscular, son imprescindibles para el cerebro, ya que sin ellos la depresión hace su aparición. Los lípidos han tenido sus épocas, con estadísticas en forma de dientes de sierra, como todo, porque nada es uniforme ni siquiera el clima. Los prótidos, tan vilipendiados en los últimos cincuenta años, sin necesidad de viajar más atrás en el tiempo, han tenido altibajos, y los siguen teniendo, por división de opiniones, pasando por la criba entre beneficiosos y perjudiciales, según el viento progre que sople, sin tener en cuenta que, gracias a los hombres primitivos, cazadores neandertales, el homo sapiens pisa fuerte en este planeta azul.
La carne ha tenido su moda fundamentalmente con el cordero, el cerdo, la vaca, la gallina, de manera que algún investigador le ha dado por maldecir la carne roja en beneficio de carne más joven como lechazo, cochinillo, ternera, pollo. Se puede preguntar a países tercermundistas –portadores de enfermedades crónicas debido a su hambruna– si consumen carne excesivamente. El problema de consumir es que hay que vigilar e inspeccionar la alimentación y conservación de los productos –conservantes, colorantes, excipientes, verdaderas bombas de relojería alérgica, y nunca el producto primario en sí–. Vivir tiene sus riesgos, y hay que afrontarlos, pero sin tantos impedimentos.
Fomentar la inversión en agricultura e industria, y sin subvencionar a fondo perdido, sino como mucho, ofrecer créditos a interés cero para que se vea el fruto del trabajo.
Al observar las toneladas diarias de comidas que van al vertedero, desde 1986, la normativa europea ha pasado de tener fecha de caducidad a consumir preferentemente antes de, porque los productos no se deterioran de un día para otro, sino que lo hacen paulatinamente dando un margen añadido y suficiente para ser consumidos sin perjuicio para el organismo humano.
Corolario: El agua, un bien preciado, abundante en la naturaleza –no en vano ocupa tres cuartas partes de la nave espacial azul, y del que el hombre todavía no ha sido capaz de controlar en su beneficio, quizá por intereses creados en contra–, escasea en zonas por falta de inversión, lo que le convierte en un adversario difícil de combatir y doblegar. Zonas desérticas transformadas en zonas fértiles, tomando como ejemplo al Estado de Israel con sus magníficas centrales desalinizadoras, al contrario del fiasco generado en España.
ALFONSO CAMPUZANO
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