jueves, 7 de abril de 2016

DISTINTIVO INCAPACITANTE

Los dirigentes padecen una enfermedad vinculada al aprendizaje y desarrollo político de difícil curación – Alfonso Campuzano

Gracias a la comunicación, desvinculada de las subvenciones, se conocen, y reconocen, más y más casos de deshonestidad política en el mundo, lo que viene a dar la razón a ciertas personas que creen que se trata de una enfermedad vinculada, e inoculada, durante el estudio del aprendizaje y desarrollo para alcanzar el ansiado poder, por lo que debería ponerse en marcha, lo antes posible, algún test diagnóstico que lograra averiguar la infectación que evitaría mayores males sociales en el futuro.
Como todas las enfermedades infectocontagiosas, en principio, la inmoralidad política tendrá cura el día en que se descubra el tratamiento adecuado, posiblemente una vacuna que inmunice contra el ansia desenfrenado hacia la acumulación de más riquezas que las que puede gastar cualquier persona en una sola vida, mediante una educación que enseñe y difunda valores morales, además de incitar a mejorar el bien común.
No basta con perseguir a la persona corrupta hasta que bese el suelo del internamiento carcelario, incluso psiquiátrico, que a veces sería lo adecuado, sino que habría que cambiar la ley para que lo fundamental y urgente fuera la devolución ipso facto de todo lo expoliado y después... Lo inminente no es tratar de regenerar uno o todos los partidos, sino reducir a un tercio el medio millón de políticos que costean todos los españoles. ¿Cuándo aprenderán que ser/estar aforado/a no es una bula para esquilmar?
Los dirigentes gubernamentales cierran y gastan hasta endeudarse en cada ejercicio presupuestario, algo parecido hacen las empresas, porque el nuevo año trae nuevos impuestos que emplear hasta el infinito. Sin embargo, habría que buscar un sistema parecido al de una familia consciente, es decir, ahorrar de un año para otro, sin dilapidar todo en el reparto, como si no hubiera más años que gestionar.
El poder legislativo cumple su función cuando promulga leyes, pero debieran ser leyes promulgadas a favor del bien común, un olvido demasiado harto frecuente, y no para proteger su propia hacienda, mientras los administrados se sienten sojuzgados, incluso empobrecidos por las malas artes de sus gobernantes.
No obstante, ¿qué autoridad se siente capaz de obligar a cualquier cargo a que sea responsable institucional con todos los ciudadanos/votantes/contribuyentes? Porque dejar sin ejecutar, por desidia o prescripción, los casos descubiertos de malversación de bienes públicos por el Tribunal de Cuentas, algo muy habitual, atenta contra el erario público.
Tras el primer día, con los relojes atrasados ya durante una docena de años, se observa que esta XI Legislatura va ser ¿corta/constituyente? No se sabe después de más de cien días de asueto parlamentario, elegido en contra de los votantes, aunque cobrando vacacionalmente.
Al ciudadano corriente se le exige votar para que, al final, sólo se le permita disfrutar de una pensión, siempre inferior a lo cotizado, casi tres veces por debajo de la media europea, mientras los partidos políticos, sin rubor, se ponen de acuerdo en una burda manipulación para conseguir que sus intereses personales aumenten sin pensar en el bien común de la sociedad.
¿Es difícil adivinar que, para aguantar sin mover un músculo durante cuarenta años de corrupción conocida, se necesita una losa connivente, en plural, amarrada por vía escatológica, institucional y prensa subvencionada, a la que se ha dado pistoletazo de salida hacia la regeneración?

ALFONSO CAMPUZANO

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lunes, 4 de abril de 2016

MAMÁ QUIERO SER EX PRESIDENTE


En la carrera política, la aspiración máxima de un presidente, es conseguir el nombramiento de ex presidente – Alfonso Campuzano

Una vida dedicada a contrarrestar retos indescriptibles e infinitos con predisposición a fomentar una voluntad inquebrantable y duradera, que pocos conocen. Sin embargo, retos hay muchos, en el día a día, la vida misma, pero no parece que lo sean para los políticos españoles cabalgando entre los siglos XX y XXI, pues su voluntad está más cerca de sus propios intereses que del bien común.
Una vida dedicada a ignorar cómo se debe gestionar una empresa, sobre todo si de lo que se trata es la Hacienda pública, donde teóricamente aterrizan todos los impuestos de los contribuyentes sería necesario exigir, por dignidad, el abandono inmediato del cargo público, sobre todo cuando el actual régimen interno partitocrático fomenta la envidia y las zancadillas en la búsqueda de una elección tipo dedazo, llamada sucesión dedocrática.
Una vida dedicada a continuar las enseñanzas de los maestros de la Transición española sin imaginarse, aunque podían suponerlo, que no estaban predispuestos a desarrollar la Constitución recién nacida para terminar encontrándose tan bloqueados, casi noqueados, cuarenta años después.
Una vida dedicada a oponerse a partidos y sindicatos introduzcan elecciones primarias con voto directo, listados abiertos, y sin avales, para conseguir que no se alcance la Democracia plena, porque la idea en cada Legislatura no es hacerlo bien, sino aguantar todos los chaparrones que caigan, gracias a los asesores que desasesoran, haciendo que las normas/normativas, una vez redactadas y aprobadas, lo mismo que las leyes, son para hacerlas efectivas y cumplirlas, terminen exponiéndolas en una vitrina.
Una vida dedicada, gracias a su egoísmo, a su desubicación, a su desnortamiento, en su descerebramiento, a desconectar por no saber explicar cuál es su hoja de ruta gubernamental, con la única preocupación puesta en el dinero que pueden esquilmar, vía imposiciones, alejándose cada día más de sus votantes, de manera que, cuando quieren reaccionar, han traspasado, no una, sino infinitas líneas rojas.
Una vida dedicada a la corrección política, dentro de las nuevas artes del buenismo, llegando a tal punto de sublimación que han logrado que una palabra que todos entienden se transforme en una frase casi ininteligible, aunque hipócrita y frívola, que no ética, con su buen grado de crispación, degradación, enfrentamiento, ineducación, obscenidad, resentimiento, revanchismo popularista como manifestación de un continuo aldeanismo en las propuestas que, una vez analizadas, resultan ser retrógradas, donde la memoria colectiva es tan débil que bien pudiera llamarse desmemoria, ya que los hechos, los que sean, son fáciles de borrar, mientras existan sirenas aletargadas que regresan del pasado reciente, aún no olvidado, cuyos cantos se acercan a oídos encantados que desean escucharlos.
Una vida dedicada a anclarse inconscientemente, sino por edad, sí por ideas, en un periodo autárquico ya pasado, pese a que llevamos vividos tres lustros del siglo XXI, fumados bajo una obsesión casi enfermiza que planea a diario ante hechos vividos a través de relatos fantásticos, aireando discursos trasnochados sin haber evolucionado, a la vez que se intenta reescribir en la niebla como si fueran hechos presentes.
Ante este patético panorama, traspasado el cáliz de la presidencia, donde los poderes fácticos mandan mucho más, el deseo ferviente de franquear la barrera y encontrarse al otro lado, como ex presidente, agenda de conferencias, asesor, asistentes, audiencias, despacho, coche oficial, consejero de empresa privada, consejero de Estado, embajador extraordinario, entrevistas, lo hace más llevadero, y para toda la vida.

Así que máscaras fuera, el carnaval pasado busca el futuro, cada pieza en su casilla del damero, y que comience la partida de ajedrez.

   Alfonso Campuzano


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