La gestión de un buen Gobierno se distingue cuando los
miembros aportan la experiencia de sus méritos y de su valía profesional – Alfonso Campuzano
Durante la crisis económica
global, el contribuyente soportó con sus impuestos, casi arrebatados, a
inmigrantes africanos ilegales, que buscaban una solución para su economía
familiar, al no proporcionársela su propio Estado, sin que los políticos, desde
sus atriles, y con imposición, aparte de rasgarse las vestiduras, disminuyeran
sus prebenda y regalías, dejaran de esquilmar, sin culpabilizarse en su gestión
de errores económicos de bulto.
Sin solución de continuidad, se
añadió el tsunami de refugiados, cuyas connotaciones eminentemente políticas,
obligados a huir de su propio Estado, como consecuencia de diferentes causas
como conflagración, hostigamiento, insurrección, intolerancia.
Si se remonta uno a la Historia,
ésta relata que, desde siempre, la etnia musulmana jamás se ha aclimatado en el
país que la ha acogido, lo cual implica graves inconvenientes, porque su gen fanático
actúa con todo el mundo.
Todo aquel que emigre a otro país, si está
dispuesto a trabajar, será bienvenido; de lo contrario sería mejor que su país
se hiciera cargo, porque los impuestos del contribuyente anfitrión no dan para muchas
más fiestas, pues bastante tiene con mantener a miles de políticos que, en vez
de aportar, se dedican a propalar efecto de llamada para conseguir votos.
Si se añade que ciertos medios
de comunicación nacionales e internacionales, a toda plana, mediante ciertos estudiosos
pseudoperiodistas, fabrican noticias, que rara vez son descubiertas, aparecen
refugiados por doquier, como por ensalmo, asaltando fronteras soberanas, sin el
más mínimo de control policial y sanitario, también a cargo, por si fuera poco,
del mismo contribuyente, generoso, solidario, incluso fibroso, una la fibra que
puede desgastarse, que dé más aún de sí, a punto de bancarrota familiar, si el
político, en su infinito egoísmo, no cede en sus exigencias.
Pero poco se habla, incluso nada, de inmigrantes
sin papeles musulmanes que, en su ira e intolerancia, desde la patera en que
navegaban, arrojaban al mar a inmigrantes cristianos.
Y es que, ante ayudas/subvenciones,
la elección entre un nativo y un inmigrante/refugiado, y en las mismas
circunstancias económicas, lo políticamente correcto, y que prima, es el
desarraigo familiar del primero.
La imagen filmada/fotografiada
de miles de inmigrantes en aeropuertos europeos, como si los transportaran
desde su país hacia un lugar a punto de ser invadido, con tan sólo lo puesto,
sin equipaje, sin enseres propios, con las manos en los bolsillos y, en
ellos, un móvil de última generación, eso sí, personas jovencísimas,
mujeres responsabilizadas de seis o siete niños, cuya mayoría pasan de España,
por falta de puestos de trabajo.
Algo, o mucho, no deben estar haciendo bien ciertos políticos, gestores mediocres, cuando universitarios españoles, acuciados
por el drama laboral, emigran hacia países donde sus títulos de ingeniero,
químico, etcétera, son considerados; donde formarán una familia; donde
contribuirán a su desarrollo; donde garantizarán sus pensiones; mientras que en
España se reparte miseria.