Las culturas que evolucionan hacia
el bienestar social abandonan la enfermedad en el camino – Alfonso Campuzano
Los sembradores de semillas discordantes están a la orden del día, es más
no descansan; la materia gris de su cerebro maquina lo suficiente como para
recoger el fruto distorsionado, aunque maduro, en boca de quien ellos desean,
que son los votantes.
Es un deber del Estado conseguir el bienestar social, a través de campañas,
que impidan avanzar, incluso que hagan retroceder, enfermedades descontroladas
que, en caso de bajar la guardia, con la aparición de una epidemia, pudieran
diezmar a la población; por tanto, es una irresponsabilidad sanitaria
cambiar una normativa que perjudique a la salud de sus ciudadanos. Las culturas
que evolucionan hacia el bienestar dejan atrás a la enfermedad.
La sociedad occidental ha avanzado, y teóricamente sigue avanzando, gracias
a la preocupación por contener y evitar, en lo posible, las enfermedades
infectocontagiosas a la población, en general, ya sea mediante vacunas, ya sea haciendo
hincapié en la medicina preventiva, pero sin olvidar la higiene sanitaria;
disponer de unas redes urbanas estancas de abastecimiento de agua para consumo,
a la vez que unas redes de alcantarillado, también estancas, para evacuar las aguas
residuales hacia una o varias estaciones depuradoras que, aparte de contener
materias fecales, están contaminadas por deshechos como productos químicos, productos
bacteriológicos.
Actualmente la policía sanitaria mortuoria, por higiene y salubridad
pública, controla la inhumación de cadáveres que debe seguir una normativa por
la cual todo cementerio de nueva construcción debe instalarse, previa
acreditación mediante informe geológico, en un terreno que sea impermeable, que
esté exento del peligro de contaminación, mediante los fluidos corporales,
debidos a la putrefacción, en los que se pueden encontrar productos químicos
derivados de medicamentos, incluso productos resultantes de haber recibido
radiaciones ionizantes, que puedan llegar a capas freáticas donde podrían infectar
acuíferos cuyo agua dependiera del abastecimiento y consumo de la población y
contagiarse de enfermedades no deseadas.
Por otra parte, los materiales que se utilicen en la construcción de
sepulturas deben ser impermeables, aislando el proceso de putrefacción, sistema
que evite la salida al exterior de los líquidos, olores.
Resumiendo, la normativa vigente impide, por razones de salud y de higiene,
inhumar cadáveres directamente en tierra, pues toda sociedad que desea
evolucionar buscando lo mejor, lo menos dañino, el menor riesgo, que puede
generar para sí y, por supuesto, para generaciones futuras.
Sería inaceptable, hoy día, tener que retroceder, desde un país considerado
primermundista a uno tercer o cuartomundista, a la época oscurantista de una
nueva Edad Media con el consiguiente peligro sanitario, y contentar, siempre desde
el pelelismo políticamente correcto, a una minoría que no puede, no quiere, no
sabe, evolucionar ni sanitaria ni higiénicamente, a la espera paciente de que
pueda ocurrir una epidemia que destruya a la población nativa por importación
de padecimientos innecearios.
No se puede tratar de imponer culturas trasnochadas, no evolucionadas, irresponsables,
en contraposición con la evolución de los tiempos.
La
ignorancia hace retroceder a la sociedad, siempre con la ayuda que siembra la discordia, en lugar de buscar la concordia y el conocimiento.
Alfonso Campuzano
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