Cambio climático y calentamiento global son dos
latiguillos muy bien aprendidos y soltados en cualquier conversación sin conocer
el trasfondo que esconden – Alfonso Campuzano
Cuando se habla de cambio
climático, con tanta facilidad y con tanta alegría, es para ocultar, durante
milenios, lo que la especie humana no ha sabido codificar, que tanto le asusta,
y que desea ardientemente que no se cumpla lo que la Naturaleza de este planeta
azul debe desarrollar para poder evolucionar.
El clima, tal como se vive
diariamente, es inestable, jamás ha sido ni es constante –muy semejante a las
llamadas constantes del organismo como son la tensión arterial, la temperatura,
etcétera, que no lo son a lo largo de las veinticuatro horas del día– , y en
esa inestabilidad se esquematizan los diferentes modelos climáticos que se
configuran a lo largo de cada jornada, que varían cada hora; unos modelos, que
albergan quizá demasiados parámetros, que hacen agua, aunque no llueva ni
nieve.
Impresiona cómo todos los
meteorólogos beben de la misma fuente; sin embargo, cada uno, e
independientemente, desarrolla sus propias plantillas climáticas adecuadas, trabajadas
concienzudamente, de ahí que sorprendan tanto las diferencias que habitualmente
exhiben, cuando se analizan, entre todos los medios de comunicación
audio-visuales, unas veces mínimas y otras bastante notables, en cuanto a la predicción
y previsión de datos como son los grados de temperatura, la dirección y fuerza
del viento, la humedad, la nubosidad, la precipitación, la presión atmosférica,
la probabilidad de lluvia, la sensación térmica, el sol, la visibilidad.
Lo que no se puede decir es que,
sólo predicen, aciertan única y casi exclusivamente cuando se trata de la mar
abierta, del océano, y los navegantes y pescadores se lo agradecen. Sin
embargo, cuando un frente frío, o un frente de lo que sea, choca con una o
varias cordilleras, como es el caso de la Península Ibérica, todo se desbarata.
Los días previos a la presencia de
un frente nuboso, con probabilidad de lluvia, se acentúan en su ensanchamiento las
condensaciones acuosas que escapan por las toberas de los aviones comerciales reactores.
Es decir, la meteorología no acierta
para el futuro, sino para el pasado, pues al analizar sus estadísticas, hechas retrospectivamente
a partir del día anterior, ahí es donde aciertan de pleno. De manera que si no
pueden predecir el clima que puede hacer en las próximas veinticuatro horas al
ciento por ciento ¿cómo van a acertar lo que va a ocurrir dentro de veintitantos
años? Sin embargo, parece que algún grupo está muy interesado en que se les
crea a pie juntillas.
Los geólogos sí que saben, pero...
han enmudecido.