martes, 24 de mayo de 2016

DEPORTE vs ESPECTÁCULO

La vida, aunque no se acepte, está regida tácitamente por reglas más o menos evidentes - Alfonso Campuzano

Actualmente pocas personas dudan que el deporte entraña espectáculo pues, como tal, el espectador pide consciente, o inconscientemente, más y mejor, una superación, ya sea individual o colectiva, cuyos límites aún alcanzan lo desconocido, así como las mismas leyes de la Naturaleza tan ignoradas para la especie humana. Por tanto, es hipócrita pretender asistir a un evento deportivo sin que de antemano se intuya si el reto planteado sobre el papel va a ser llevado al límite, incluso sobrepasarlo, un hecho por el que lucha todo deportista.
En ocasiones, las más de las veces, el deportista en base a su entrenamiento diario y en su planificación alimenticia diaria, acompañada de suplementos vitamínicos, es captado como un cobaya, prestándose a algún experimento de cierta sustancia química, que no droga, de difícil detección, porque en el instante de la propuesta aún no se ha inventado la máquina adecuada, es un decir, que acuse con prueba evidente que se ha transgredido tal o cual ley decretada puntualmente.
La investigación necesita de un banco de pruebas propio de toda experimentación sensata, sin saltarse un solo peldaño, a fin de que la especie humana no pague la factura, sin embargo, esto no se hace habitualmente con el deportista.
De ahí que, desde hace alguna que otra década, parte de las muestras de los análisis, a los que se obligan realizar a los deportistas son guardadas, de manera que a posteriori, justo hasta el momento en que aparece en el mercado el sistema adecuado para descubrir el producto sospechoso. Las sustancias que tardan más tiempo en ser detectadas son las más desconocidas en cuanto se refiere a efectos secundarios a largo plazo.
Habitualmente, las sustancias que se utilizan como doping nada tienen que ver con las drogas, un calificativo que sirve para enmarcar todos aquellos principios, más o menos químicos, que aún no circulan o no tienen cabida en los mercados de la legalidad, algo que habitualmente no se conceptúa en los medios de comunicación y que conduce a cierta confusión en la propia sociedad. Otra cosa es que, además, y como decisión personal coadyuvante, el deportista añada algún componente prohibido de antemano, lo que aumenta el riesgo de deterioro físico a corto plazo.
Sin embargo, no es de extrañar ni se descubre nada fuera de lo común, que un deportista provisto de facultades fisionómicas sobresalientes, algo que sólo donan los genes a los elegidos por la naturaleza, cuando se ve enfrentado a un doping, aunque sea  mínimo, sus éxitos se ven multiplicados exponencialmente. Lo que está claro es que un mediocre deportista, por mucho que se estimule con algún que otro principio químico, jamás conseguirá alcanzar la gloria.
Mientras tanto, quien disfruta del espectáculo, léase aficionados o bien seguidores, le trae al pairo la conveniencia o no de la administración de sustancias naturales o de laboratorio, de las cuales, la mayor parte de las ocasiones, se desconocen sus auténticas propiedades y, sobre todo, sus efectos secundarios a corto y largo plazo, que son los que degradan la naturaleza humana.



Alfonso Campuzano
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viernes, 20 de mayo de 2016

ESTA TARDE, EN VALLADOLID

El papel se transforma cuando la imaginación se desborda

- Alfonso Campuzano









Y, ENRICHETTA, desde Roma, ha publicado:



Alfonso Campuzano
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martes, 3 de mayo de 2016

TETRÁLOGO INSONORIZADO


Todo político, sin excepción, debe colgar su magno ego de la percha de su armario - Alfonso Campuzano



Antes de los comicios del pasado 20 de diciembre todos los políticos se las prometían felices, sobre todo los partidos recién nacidos. Toda la sociedad hablaba del cambio, así, como suena. Incluso se enfatizaba poniendo sobre el tapete la posibilidad de pactar de forma diferente a como se había hecho durante los últimos cuarenta años: pactar a cuatro bandas, sin darse cuenta de que el gallinero se altera cuando el diálogo pretende ampliarse a tetrálogo, donde el diálogo se transforma en tertulia, donde no hay un arbitraje correcto para terminar, como se ha terminado, sin orden ni concierto ante un planteamiento de sordos funcionales.
Los cuatro jinetes han cabalgado durante más de ciento treinta y cinco días, se dice bien, sin que hayan sido capaces de darse cuenta que su ego encabritado debían haberlo colgado de una percha de su armario.
En cualquier trabajo, incluso léase negociación, se exige responsabilidad, con mayúscula, máxime cuando se trata de gestionar con seriedad materias como Educación, Hacienda Pública, Justicia, Sanidad, Seguridad, algo que parece haberse echado a un lado, porque los encargados de hacerlo desconocen lo más elemental o impunemente lo hacen pasar por el arco de triunfo más cercano.
Y de voluntad no hablemos, porque ni siquiera ha asomado en los escaños ocupados durante estos cuatro meses, se dice bien, cuatro meses de entradas sin salidas, cuatro meses de amagos sin solución. Un sí, pero no, a la vez que, un no, pero sí.
Resulta extraño comprender que políticos, representantes legales de ciudadanos y contribuyentes, han convertido sus gestiones en ejercicios descontrolados e ilegales, responsabilizando a aquellos que los votaron. Cuando unos políticos que, ignaros en cultura, se han dado cuenta que las redes sociales enredan magníficamente a gente que los sigue a pie juntillas basándose, como desde tiempo inmemorial, en hacer revanchismo popularista de todo lo que predican, ensalzando el odio, la delincuencia, y cierta sociedad aplaude, es que la enfermedad está en el cenit.
Y de fondo, con cierto aire de sordina, como es el despendole de las comunidades autonómicas, que sólo sirve de base para que el personal trabaje a golpe de chasquido, ya que tanta ampliación de impuestos da lugar directamente proporcional a una desorganización.
Está dicho que su día: si dos no se entienden, la dificultad se agranda cuando se amplía a dos más. Y esto ha ocurrido, pese a que nadie se lo creía. Tiempo y dinero perdido, para unos más que para otros.
Cuando un partido no reconoce la pérdida de votos, y pondera su victoria pírrica, casi todos, está abocado a una travesía política expiatoria o, peor aún, al ostracismo. La imprudencia política, con la que siempre se trata de responsabilizar al contribuyente/votante, conduce a la ingobernabilidad, sobre todo cuando un Gobierno salido de las urnas, superando al anterior, ahonda en su carrera por debilitar al Estado español, mientras se mete en una colmena donde, en vez que salir pringado de miel, lo hará bien picado, y repicado.
Volverán a vender lo que no se puede comprar, mediante el truco de un espectáculo indigno que se traduce en el comienzo de un bucle.

          Alfonso Campuzano
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