Desde finales de 2019 hasta la actualidad, la sociedad española ha vivido una serie de acontecimientos, en materia médico-sanitaria, que chocan contra la enseñanza y el sentido común que se imparte en las diferentes asignaturas, durante los seis años académicos, que se cursan en la Facultad de Medicina.
La llamada pandemia por coronavirus SARS-CoV-2 –teledirigida a instancias de la O.M.S., Organización Mundial de la Salud–, comienza con un extraño comportamiento de las autoridades chinas, mediante un estado de excepción marcial, desde octubre de 2019, con la proclamación gubernamental planetaria de inseguridad social rápidamente extendida, al promover una cuarentena política –una quincena, una semana, cinco días–, que no sanitaria, de aislamiento obligatorio para personas sanas –dos decretazos de alarma total, y absolutamente anticonstitucionales, abiertos a la desidia y a la falacia–, pese a desconocer casi todo sobre una enfermedad infectocontagiosa, intentando ignorar lo más básico, que condujo a una pseudopandemia de difícil control, porque el maridaje entre Política y Sanidad siempre han ido de mal en peor.
La actuación más delirante fue no considerar oportuno la clausura de las fronteras, tanto terrestres como espacio aéreo, mientras miles de inmigrantes asaltan diariamente las fronteras sureñas sin control sanitario, mientras el poder legislativo se deja controlar por el poder ejecutivo –cuando tiene que ser al revés–, mientras imprudente e irresponsablemente se impide la realización de necropsias.
Los voceros subvencionados manipulando el discurso, dedicados a infundir miedo, merced a intereses escatológicos, hablando de una nueva economía y un nuevo orden mundiales, dando cancha a entrevistas a personajes que se supone tienen título académico –vía televisión en directo–, que asombran y dan vergüenza ajena a propios y extraños, en la mayoría de los casos, con sus inusitadas y vacuas respuestas, pues faltan al sentido común académico –quizá no aprendido, quizás olvidado–, fundamentalmente por estar mediatizadas políticamente, lo cual no es nada extraordinario en sí, ya que, en una Medicina socializada –desde hace más de ochenta años–, no puede tener más opción que la que se oye, ya sea por doctrina o por manipulación, con el fin de que la población esté atenta, en todo momento, a los medios de difusión, y agarrada a un clavo ardiendo.
El gran error –inconcebible en el ejercicio profesional, pues debe estar en primera línea para lo bueno y para lo malo–, es impedir la consulta diaria a los médicos de familia –generales, de cabecera–, haciendo pruebas marcadamente inespecíficas, pues contactar no significa estar enfermo. Con ello, queriendo o sin querer, la consecuencia más grave es que la Medicina se está desprestigiando solita, y sin atisbo aún del beneplácito que dicta un congreso internacional. Antes de la famosa y última pandemia los médicos generalistas hacían un diagnóstico diferencial entre las habituales enfermedades infectocontagiosas; sin embargo, actualmente ya no es así, sino que todo se engloba con un apellido común: Covid. Nadie puede decir ‘me duele la cabeza’, ‘me duele la garganta’, porque el entorno se asusta y se atrinchera, además, el vecino de arriba diagnostica antes de ser visitado por médico alguno.
La Sanidad, al menos la española, por tanto, está en un cul-de-sac desde hace un par de años, desde el momento que le impidieron ejercer Medicina apolítica, y acelerando sin saber a donde la dirigen los políticos que, en las últimas décadas, con la boquita chiquita, hacen publicidad de la inmejorable que es, mientras el resto de los países del entorno se ríen a mandíbula batiente al reconocer que España ocupa el puesto trigésimo segundo (32) entre los países mejor preparados en el mundo ante el coronavirus SARS-CoV2, aunque asustados por la gestión, dependiente de licenciados ineptos en Medicina, con los profesionales desbordados, con riesgo de contagio y muerte, al ser enviados a una guerra sin armadura, es decir, un control muy bien descontrolado. Y, para colmo, ¿cómo se puede explicar la contradicción de contratar a médicos jubilados masiva y descaradamente por Mariano Rajoy, cuando se asegura que los mayores de edad son personas de riesgo?
La muerte en directo, la transmisión de pánico, prohibición tras prohibición, convertidas en un patrón de consecuencias paranoicas para una generación de niños y adolescentes que han abocado a fobias, incluida la agorafobia, encerrados voluntariamente en su habitación, entre otras cosas.
Las gripes estacionales de años anteriores siempre han colapsado las UCIs/UVIs, con ocupaciones de más del 30%, como ha ocurrido con la pandemia, pero no alarmaban a la población. El periodismo y ciertos profesionales de la Medicina han sido colaboradores necesarios en esta expansión de terror.
El paso del tiempo está siendo juez de esta situación tan mal gestionada, sobre todo comportamientos y protocolos injustificables, porque un protocolo –en los años noventa florecieron– nacieron como defensa de un profesional cuando no sabía defender su actuación ante la sociedad.
Corolario: Cuando en un departamento, en un servicio, en una sección, se requiere que no funcione, la solución más sencilla entre el personal pasa por exigir turnos, además de cambiar constantemente a los componentes de un equipo, que no se conozcan, que se entorpezcan.
ALFONSO CAMPUZANO
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