La Naturaleza es más clarividente e incontrolable de lo que el ser humano piensa. Sus desconocidas y defensivas leyes administran su propio estilo climático sin necesidad de utilizar muletas, como algunos piensan, pues se adelanta a cualquier pensamiento negativo. Y contra ella nada se puede hacer, porque se rebela haciendo pagar los gastos.
Nadie puede negar que el clima terráqueo –desde el amanecer del tiempo– al no ser uniforme, sino variable, es consecuencia de su ciclo natural –está en bucle–, quizá por desajuste atmosférico en el que no interviene la mano del hombre, como se intenta justificar, así como de todo lo catastrófico que acaece en la Naturaleza, sino que es propio de la idiosincrasia consustancial del planeta azul, es decir, no se trata de un desastre como se anuncia por doquier, sino otra etapa evolutiva más.
Conviene recordar la matraca de profetoides acomplejados, radicales, sectarios que, durante los años ochenta del siglo pasado, comenzaron a amenazar con que nuestra nave planetaria no resistiría el aumento de temperatura de 3ºC a principios del siglo XXI cuando en realidad ha sido, como mucho, de 0,5ºC. Así que, al descubrir un negocio a la vista, quizá fraudulento, continuaron con su juego adivinatorio, y se obligaron a ampliar a dos o tres décadas más con las mismas previsiones a las que estamos esperando.
La meteorología, apoyándose en el empleo de modelos climáticos, se muestra insegura al analizarlos; pese a ello airea eventualidades, sin que haya vivido el futuro incierto que dé tal prioridad. Al final, se trata de especulaciones alarmistas, que sirven como carnaza.
Aunque algunos gurús vean signos y símbolos en el cielo, o en su pizarra particular, no significa que deban ser ciertos, aun así son capaces de hablar sin tapujos de emergencia climática, incluso de apocalipsis, cuyo calificativo parece desmesurado, porque la bola de cristal suele fallar en las predicciones, tal y como fallan diariamente los meteorólogos de cabecera.
Si es difícil predecir el tiempo durante una semana ¿cómo pretende la meteorología actual ser pitonisa climática para dentro de 20-30 años cuando ya se ha visto que ha fallado?, lo que da por descontado una aglomeración de conjeturas en forma de adivinanzas, convertidas en errores, y aparentemente creíbles.
La propaganda contraria es una cortina de humo para asustar y manipular mediáticamente, al no estar demostrado científicamente que existe nexo entre aumento de temperatura y aumento de CO2, que es indispensable para la vida del planeta, porque causas más veraces no tienen interés, porque no hay medios suficientemente inventados para atajarlos ni aprovecharse de iniciativas.
Se ha deducido por expertos que no es la primera vez ni quizá sea la última que el clima terrestre se enfrenta a un calentamiento mal llamado global –cada territorio sólo puede ser analizado en su propio contexto, y nunca fuera de él–, parecido al actual, y con un nivel de las aguas oceánicas mucho más elevado.
Aunque no hay unanimidad, y sí polémica interesada, se acerca una mini edad de enfriamiento global discontinuo, muy parecida a la que ya sobrevino entre los siglos XIV y XIX, lo cual no sería nada extraño, porque después de un calentamiento sucede lo contrario, y así infinitamente.
ALFONSO CAMPUZANO
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