Nadie puede negar que
actualmente la sociedad española está viviendo un cambio de ciclo político, precisamente más
acentuado, si cabe, desde la abdicación de S.M. Juan Carlos I en su heredero constitucional
Felipe VI, sin olvidar que todo cambio de rumbo precisa de un golpe de timón,
con prolegómenos que siempre tienen lugar en las tinieblas para no velar el
negativo de la película antes de tiempo, pues podría conducir a una catástrofe
política.
Cuando se lleva una porrada de años navegando, ya sea en un carguero o en un
transatlántico, sin rumbo fijo y sin tocar puerto, aunque no falte lo
elemental, lo habitual es que, ante el abordaje de un bergantín, provisto de
armas letales que no se ven, mientras alza la bandera de la inacción seductora
del laissez passer, laissez faire, el pasaje y la
tripulación inicien un motín en toda regla, pues es propio de políticos actuar como
ciegos y como sordos ante acontecimientos que los supera.
La democracia que se inauguró a finales de 1978, pero con el paso de las legislaturas,
sobre todo está última, la X, se ha ido transformando en una dictadura civil,
léanse recortes mentiras, deslealtades, que jamás debieron instituirse por ir
en contra de preceptos constitucionales, lo que resulta fácil para alguien que
pretenda entrar en el círculo de poder. Estamos a paso y medio de una dictadura
real, debido a que los gobiernos lo han hecho tan rematadamente mal que cualquier grupo político, aún sin
programa electoral puede superarlos.
Aparentemente, los alzheimerados políticos actuales, en el camino recorrido, están atascados y
envarados, como siempre, mirando sus propios intereses económicos en lugar
de gestionar los intereses para los que fueron votados. Desde los
comienzos de la última crisis económica mundial, cuando se les pregunta por la
economía, al unísono como loros, responden que ya se ven brotes verdes. Unos brotes que,
desde hace más de un septenio, sólo ven ellos, precisamente los brotes de sus
patrimonios, no los del resto de los españoles.
A los
contribuyentes se les ha acabado la paciencia. Las familias, ante los famosos
brotes congelados, viven bajo la dictadura de una economía de guerra, mientras
que los quinientos mil políticos, a los que la crisis no les ha afectado ni siquiera rozado, gracias al esquilme al Estado que decían servir, han multiplicado exponencialmente y con ostentación sus bienes, según se pueden ver las presuntas declaraciones patrimoniales.
Ya no se
fían de ningún político conocido, porque consideran que han sido engañados
pues, analizando retrospectivamente todos los programas electorales propuestos
durante las diez legislaturas, ningún gobierno ha sido capaz de desarrollar totalmente la
Carta Magna. Todos se han preocupado de llenar sus bolsillos y los de sus tataranietos, hasta rebosar, para más de cien vidas. Mientras, los
españoles confiaban en que el bienestar veía su eclosión con la
instauración de la democracia, pues con una buena gestión, la crisis hubiera pasado
de largo sin que hubiera afectado a nadie. Sin embargo, la esperanza se rompió en mil pedazos a causa de la voracidad de unos representantes que, en su afán de arrasar,
rompieron los moldes de la convivencia, con sus promesas y juramentos
incumplidos.
Al tocar
fondo, no podía ser de otro modo, emerge con una fuerza inaudita un partido
político, con consigna controvertida por ser calcada de una estadounidense
con régimen económico capitalista, cuando su propuesta económica, si logra
desarrollarla, es típicamente venezolana, cubana con regímenes comunistas. Ha
nacido el populismo. Algo totalmente incongruente, aunque sí excelente desde el
punto de vista del engaño político. Su nombre es la primera persona del plural
del presente indicativo del verbo poder.
Las
intenciones de voto de los compañeros de viaje hacia esta representación
política viene dada por personas que están hasta los mismísimos güitos. Su
cociente intelectual poco tiene que ver, porque se supone que habrá un arco de
menos a más o de más a menos, como en todos los órdenes de la vida, prefiriendo ser seducidos por el canto de
sirena a escuchar los discos rayados de unos políticos decadentes y corruptos
a los que una autoridad competente debe arrojarlos fuera del ruedo político.
El aviso es que, el fondo y la forma de ejercer política, en el presente, ya no
sirve para el futuro. No es que los que vengan con energía renovada sean
mejores o superiores, que no lo van a ser hasta que no pasen dos o tres
generaciones, dado que han aprendido los vicios de los maestros que los han
precedido. Así que habrá que atarlos corto para que no se descuiden en los
quehaceres encomendados.
Léase, como ejemplo, la beca concedida a medida a Íñigo Errejón, sin
presencia física en la investigación que lleva implícita. Otro más, la productora
audiovisual de Pablo Iglesias, camuflada de sociedad para beneficio en
prebendas crematísticas. Se trata de una mala inauguración política que pretende corregir la corrupción: más de lo mismo, mismo perro con
distinto collar, que algo cambie para que todo siga igual, etcétera. Pero
como son nuevas almas en el coso de estas lides parece que ciertos débiles mentales los
prefieren. No se considera que aporten algún mérito propio, sino que su acrecentamiento se debe a los deméritos de los demás.
Ahora no
vale decir que los políticos corruptos son unos pocos. No, ni mucho menos. Si
fueran pocos, y la filosofía fuera contraria a los que están corrompidos, serían
expulsados inmediatamente. Pero no, no son pocos, sino que por deducción lógica, son todos corruptos, o casi todos . Es decir, lo contrario de lo que ellos piensan con
ánimo de seguir engañando.
Alfonso Campuzano
Alfonso Campuzano