Por el arquitecto doctor don PEDRO
LUIS GALLEGO FERNÁNDEZ
1) Podemos decir que esta
novela es en cierto sentido autobiográfica. Las guerras internas entre
médicos y gestores políticos en los hospitales supongo que son una parte
importante de los conflictos, que tiene que superar un profesional en su
trabajo diario, y que tú has vivido y padecido ¿no?
Más que una novela autobiográfica
tiene que ver con ciertas similitudes profesionales. Los gestores de la Sanidad
pública, integrada en el sistema político, en general, actúan desde el punto de
vista administrativo, no puede ser de otro modo, condicionados por unas
directrices que marca su partido político, desterrando la empatía, ganando
todas las medallas. Los médicos, con unos intereses contrapuestos, están
preparados para ejercer su profesión, tratando de poner en práctica sus
conocimientos, y siempre, en beneficio de los pacientes. Este conflicto, bastante
polémico, dada la imposición laboral, más o menos sutil, difícilmente captado
por la sociedad, hace que se adapten para poder soportar su profesión y lograr sobrevivir.
2) En la
novela parece que, en la década de los noventa, hay un atisbo de
querer cambiar las rutinas y los intereses que llevaban a estos conflictos.
¿De alguna manera en esta década hubo alguna voluntad política
de mejorar estas situaciones?
En la Medicina privada, la gestión
administrativa transita paralelamente al ejercicio profesional médico-quirúrgico,
casi sin interferencias: existe acercamiento consensuado, porque sus fines son
similares. Por contra, en la Medicina pública, la gestión administrativa avanza
divergentemente al ejercicio profesional médico-quirúrgico, interfiriendo en
todos los niveles, planteando conflictos interminables, por indecisión
política, por hipocresía, porque los fines son dispares, desde el momento en
que se instauran recortes presupuestarios, que perjudican la terapéutica
medica, a la vez que los precios de los medicamentos, de las ortesis, y de los
materiales quirúrgicos, son asignados por el Gobierno del momento, es decir,
son unos precios políticos, sin prestar atención a sueldos y pensiones.
3) Léenos un párrafo que te
interese destacar.
Leeré la pág. 161:
Septiembre de 1994.
A través del gran ventanal de su
despacho, Blas Benítez, mientras el auricular de teléfono permanecía pegado a
su oreja, veía desplazarse unas densas nubes a punto de convertirse en algodón
entre las que, de vez en cuando, asomaba un sol envidiable, que suponía potente,
cegador, quemante. Estaba algo preocupado pero, a medida que pasaban los
minutos, tras la primera aspiración nasal de una raya blanca, comenzaba a notar
el efecto deseado transformado en euforia que se escapaba por cada uno de los
poros de su piel.
— Oye, Florentino — dijo Benítez,
mientras se incorporaba de su asiento, caminaba unos pocos pasos y se acercaba
a la ventana donde pestañeó ante el destello veladamente generoso del
reluciente sol —, que el tema es muy grave, más de lo que te imaginas, al menos
desde aquí, desde este Complejo Hospitalario General de Valladolid del que, no
debes ignorar, soy director gerente, tiene todos los visos de convertirse
brevemente en un gran escándalo que, si no se corta de raíz, probablemente lo
sea a nivel nacional.
— Lo sé — respondió con sequedad
metálica Fernández.
Benítez, hombre de grandes
influencias dentro de los círculos sanitarios del país, buen administrador y
emprendedor, aunque resentido con nadie especial, salvo con la sociedad, estaba
muy angustiado, no era para menos, por el grano que le había salido en su
ajustado presupuesto anual que era, aunque exagerado, muy similar al del
municipio de la capital.
— Pero — dijo, con cierto recelo
—, ¿lo sabe el ministro?
Pese a su natural insistencia,
Benítez no lograba obtener una respuesta adecuada; la que desearía; la que le
llenaría de orgullo; la que necesitaría para volver a poder respirar con
tranquilidad, salida de los labios de Florentino Fernández, su director general
de Sanidad, hombre más bien mediano, precisamente no de estatura, poco curtido
en las lides administrativas, aunque rencoroso y buen fajador.
4) La novela es en cierta forma un
alegato en defensa de la clase médica frente a un mundo de intereses en el
que políticos, abogados, periodistas se confabulan contra el “hombre de la
calle”, que aparece como una víctima de esta confabulación. ¿Es desde la
profesión de médico como se percibe con nitidez esta situación?
Desde la profesión médica, con
mente despejada y fría, se puede llegar a analizar que, mientras en la Sanidad pública
y en la Seguridad Social con su Caja de pensiones, no haya un pacto de Estado,
y dejen de ser utilizadas como si fuera un comodín político, y dispar, en las
diecisiete fincas regionales, se terminará por destruir todo lo que tanto tiempo
y esfuerzo, más de cincuenta años, ha costado alcanzar. El profesional médico,
según sus conocimientos, que deben estar puestos al día, debe aplicar el mejor
tratamiento posible que exista en el mercado, cueste lo que cueste. En
contraposición, el gestor administrativo debe imponer el criterio político de
que hay que gastar poco, incluso nada. Las listas de espera quirúrgica son una
consecuencia de la deprimente gestión administrativa cuya solución admite varias
vías, aunque ninguna ideal. No puedo, aunque sí me gustaría asegurar que las
listas de espera quirúrgica disminuirían con jornadas laborales de tres turnos
diarios de médicos y cirujanos. Incluso, tampoco puedo, pero sí me gustaría
asegurar que las listas de espera quirúrgica disminuirían si se igualaran el
número de salas de quirófano con el número de cirujanos de plantilla. Y para
empezar a considerar la demora de las listas de espera quirúrgicas, en serio,
habría que llevar a cabo un plan de necesidades reales a nivel estatal.
5) En un momento de la novela
apareces brevemente como personaje. El autor dentro de la novela como un guiño
hitchcockiano. Explícanos un poco esto.
El cineasta Alfred Hitchcock, al que denomino el rey del cameo, apareció
brevemente, poco más de cinco minutos, concretamente un total de cinco minutos
y quince segundos, en treinta y nueve de sus cincuenta y tres películas. Tras
recordar que Miguel de Cervantes, en El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha –novela que he leído dos veces,
la primera, creo recordar que tenía seis años de edad, en casa de mi abuela, una
edición ilustrada, posiblemente perteneciente a mi tío y padrino–, en varios
capítulos de la segunda parte, nombra a la primera parte y hace autopublicidad,
decidí aparecer como un personaje más, tratando de hacer un cameo al dialogar
con el detective Eduardo y hablar de mi novela LA BURBUJA BLINDADA.
Posteriormente, muchos años después, leí que Michel Thomas, conocido
como Michel Houellebecq, hacía
un cameo en su novela La Carte et le Territoire, en
2010.
6) Una curiosidad: los personajes
que aparecen, al margen de los protagonistas tienen siempre una coincidencia en
las iniciales de su nombre y apellido como Blas Benítez, Florentino Fernández,
Leandro López, Marcos Martínez, Mateo Márquez, Ricardo Rodríguez, Silvestre
Sánchez. ¿Hay algún mensaje detrás de ello?
Cuando tanteaba
nombres y apellidos de los personajes se me ocurrió poner en marcha este tipo
de juego, me pareció divertido, como si se tratara de una regla mnemotécnica y
así, en ciertos momentos, poder llamarlos por sus iniciales y, si fuera
necesario, reducirlos, minimizarlos, así: Bebe, EfeEfe, EleEle, EmeEme, EreEre,
EseEse, tal y como había hecho con EmeUve en mi primera novela publicada.
7) Al fijarme detenidamente en el
diseño de la portada de la novela, que tengo en mis manos, observo múltiples
aves en diferentes posturas de vuelo. ¿Podrías decirme qué significado tiene?
Desconociendo qué ha
querido decir el diseñador, desde mi punto de vista, existe una controversia
porque, para unos, las aves en libertad, simbolizan las novedades, que presagian
el progreso; mientras que, para otros, representan las irregularidades y los problemas
que tienen que afrontar, tanto los protagonistas como el resto de los
personajes.
En Valladolid a 3 de
marzo de 2017