Ciertos hospitales españoles externalizan
la lista de espera porque contratan más cirujanos que quirófanos tienen - Alfonso Campuzano
Fue a finales de los años ochenta cuando los hospitales clínicos, y algunos más, se unificaron dentro de la recién estrenada red sanitaria de la Seguridad Social, sin que en ellos hubiera una diferenciación evidente entre la práctica médica y la quirúrgica, esto último arrastrado inconscientemente por falta de previsión, cuyo defecto posiblemente en muchos años no va a tener solución.
Antes de aquella época de pretransferencia sanitaria, los hospitales, sin reconocerlo, disponían de muchos más cirujanos que quirófanos, lo mismo que anestesistas, sin que nadie pulsara el sonido de alarma más que solucionándolo a medias con el planteamiento de poner en marcha la fórmula, nada original, aunque ideal para la administración, de externalizar las especialidades, sobre todo quirúrgicas, es decir, enviar a los pacientes, como si fueran un paquete, a otros centros concertados que asumieran la responsabilidad de hacer lo que el hospital de referencia no era capaz.
Con la ampliación de esta red el problema quirúrgico no sólo aumentó sino que se multiplicó exponencialmente porque los quirófanos continuaban siendo insuficientes ante una población creciente, mientras que el número de cirujanos especialistas no dejaba de aumentar cada año ofertando plazas hospitalarias, vía MIR, como si hubiera un quirófano para cada uno.
Cuando se hace publicidad institucional, aunque sea sin excesos, debiera ser real, contrastada y evidentemente proporcional al ofrecimiento de la cartera de servicios, lo que no quiere decir que esto sea lo habitual.
La palabra MIR empleada en España, suena muy bien, pero no significa lo mismo que en EEUU, de donde se importó por los especialistas españoles que allí se formaron, pues ellos eran internos y residían en el propio hospital, que los contrataba y pagaba, mientras durara su formación, algo diferente a lo que ocurre en España donde cada uno vive en su casa o en la de sus padres, y paga el contribuyente.
¿De qué sirve gastar dinero del erario público en la formación de un especialista quirúrgico si no va a tener, mínimo, un quirófano semanal en el que emplee toda la jornada laboral, independientemente de sus guardias localizadas o de presencia física?
La Administración sanitaria lo sabe, pero no puede, no quiere solucionar lo que se está enquistando, de ahí que sea mucho más fácil externalizar, como primer paso y después privatizar, para rematar, dado que la ocupación horaria media de quirófanos nunca sobrepasa el 70%.
Una excusa, hay muchas, es por si acaso hay una catástrofe –es una respuesta real-. Estamos hablando, no de intervenciones quirúrgicas urgentes, sino únicamente de programadas, por lo que el paciente, en ocasiones, decide retrasarlo, muy humano, corre la lista de espera, y a la Administración le viene de perlas.
Otra excusa, la de todos los años, son las vacaciones estivales, cuando se puede escoger a lo largo del año, y así se hace, no tiene ningún valor, otra cosa es que se siga utilizando de pantalla.
Una más, el convencimiento de la bonanza abstencionista por parte de algún miembro del equipo quirúrgico-anestesista cuando una intervención va a alargarse en el tiempo más de la hora teórica de final de jornada, de ahí que fracasen, cada año, los pactos firmados para reducir la lista de espera quirúrgica.
Aunque sea políticamente incorrecto, ¿quién convence a la Administración que si no sobran cirujanos hacen falta quirófanos?
Y, para remate, en esta profesión de la salud, inconcebible para la sociedad, menos para quienes lo sufren, también se da el bullying más de lo que se piensa y donde un especialista puede pasar su vida profesional de mariachi sin que se dé cuenta.
Alfonso Campuzano
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