lunes, 27 de julio de 2015

CANIS LUPUS, ESPECIE PROTEGIDA




La especie humana tiene unos derechos, acompañados de unas obligaciones, mientras que el resto de las especies tienen derechos prestados, y sin obligaciones - Alfonso Campuzano

La cohabitación del triángulo formado por la especie humana, la cabaña ganadera y el lobo ha llegado a tal punto que resulta inaguantable, si no se termina de tomar en serio, por dejación, tratando de acotar al máximo el territorio en expansión de esta alimaña.
Gracias a una desgraciada connivencia de la Unión Europea (U.E.), auténticos padrinos del protegidísimo lobo permiten que éste traspase la línea roja, pese a que sólo se resienten aquellos ganaderos que padecen sus correrías. Así que, si a ciertos Estados de dicha U.E. les atrae la cría, crecimiento y mantenimiento de esta fiera, sería interesante que se preocuparan ellos, pero no cae esta breva, prefieren imponer la importación una vez criado fuera  de sus territorios.
Las caprichosas Fundaciones Ecológicas, nutridas a base de fondos públicos, publicitando algo así como que es una falta de sensibilidad autorizar batidas contra lobos, fuera del plazo establecido por ley, cuando la especie animal no entiende de estos requisitos legales, y si se la deja a su libre albedrío, termina con la cabaña ganadera antes de que los dueños pueden poner una denuncia, exponer sus graves problemas y cobrar una indemnización, que corre a cargo de los contribuyentes.
A las sociedades ecologistas habría que decirles que pusieran un lobo en su domicilio. O mejor, obligarlos, para que supieran que hablan defendiendo a alimañas y no a personas. Incluso sería aconsejable que los alimentaran para evitar sus fieros ataques. Con el ambiente mediático-ecologista en los talones que, sin desearlo, desequilibran a toda la sociedad, es muy difícil equilibrar la Naturaleza.
Los agoreros ecologistas y los seguidores del impacto ambiental desconocen que no hay sensación desocupada de vida animal en aquellos lugares invadidos por la especie humana, a los que les importa muy poco si se invade su terreno. Los animales, sin miedo, invaden lo que tengan que invadir, lo que quiere decir que no necesitan abogados defensores.
El hartazgo de los ganaderos afectados, que prefieren llegar a una unanimidad de recursos que defienda su trabajo, es sublime al referirse a las demoras y la racanería en las indemnizaciones que los compensan por las reparaciones del daño causado, al dar de comer a alimañas protegidas como si fueran bebés o discapacitados, debido a que las compañías aseguradoras son cada día más reticentes en hacerse cargo de unas pérdidas continuadas.
La especie humana tiene unos derechos que son acompañados de unas obligaciones, mientras que el resto de las especies, incluidas las animales, tienen los derechos que ciertos humanos les prestan sin un consentimiento generalizado, tratando de humanizarlos, sin conseguirlo, aunque incordiando. Es decir, que los animales no tienen derechos precisamente porque tampoco tienen obligaciones.
Quién quiera proteger a ciertas alimañas que lo pague de su bolsillo o se las lleven a sus domicilios. La Administración que desee mantener lobos debería responder por los desperfectos y demás perjuicios económicos, pero de ninguna manera gravando al contribuyente, que no está en onda para estas lides. Mientras tanto, los políticos pretenden hacer compatible la supervivencia de animales silvestres con animales domésticos, ¿en qué granja?

Alfonso Campuzano
            
            Sigue a @AIf0ns0

martes, 21 de julio de 2015

ECOTERRORISMO





La adaptación de las especies a cualquier cambio climático ha formado parte del progreso durante los miles millones de años de existencia de la Tierra  Alfonso Campuzano

A la única especie que le preocupa el resto de las especies que pueblan este planeta llamado Tierra es la humana, cuando a la propia Naturaleza le preocupa muy poco, por no decir nada, ya que al estar en continua evolución, si desaparece alguna de ellas, aparecen cientos.
Una cosa es la investigación para saber qué, cómo, quién, cuánto desaparece y qué, cómo, quién, cuánto aparece. Algo que desde siempre ha sido así y continuará ad infinitum. Cada época climática ha tenido su expresión con especies propias de ella. Unas especies aparentemente aparecen, algunas han sobrevivido y transformado, mientras que otras han desaparecido. Una de las Leyes naturales.
Lo habitual, con o sin especie humana a su alrededor, todas y cada una de las especies que habitan este planeta, es que sorteen como puedan cualquier cambio climático, adaptándose para poder evolucionar. ¿Ha ocurrido alguna catástrofe terráquea porque hayan desaparecido los bisontes y los osos de las cavernas? La adaptación de las especies a cualquier cambio climático ha formado parte del progreso durante los miles de millones de años de existencia de este planeta. Si, como se asegura, nueve de cada diez especies están aún por descubrir, habría que pensar que el número de especies rondaría entre tres y cien millones, pero sin catalogar en un archivo global.
Toda transformación necesita de una adaptación, incluidas una serie de soluciones en cada momento. La evolución conlleva la desaparición. Las migraciones animales, al desplazarse y adaptarse, son las que sobreviven para continuar la especie. La presuntuosa especie humana metomentodo, gran desconocedora de las leyes naturales de supervivencia, cuando las especies no humanas no entienden de legislaciones, ¿ha de preocuparse por algo que ya se preocupa, y mejor aún, la propia Naturaleza?
Y, de hecho, cuando la especie humana interviene en la naturaleza crea desequilibrios, y muchos, haciendo que proliferen especies en ámbitos fuera de lugar, debido fundamentalmente a una presión faunística de factura esquizoide: Las ballenas grises, por poner un ejemplo, durante millones de años, han sobrevivido a numerosos ciclos de cambio climático, es decir, a períodos más o menos globales y sucesivos de calentamiento y glaciación. Así que intervenir sobre especies en peligro de extinción es como querer parecerse a los dioses, y todavía faltan unos cuantos millones de años terrestres para conseguirlo.
Con el paso del tiempo se ha confundido el terrorismo ecológico con ecologismo, léase la moda de adoptar animales exóticos como mascotas fuera de su entorno habitual y dejarlos abandonados cuando sobrepasan a su discernimiento neuronal desmielinizado, provocando graves perjuicios en cualquier ecosistema, como el que se extingan otras especies animales, sin más.
Con lo caro que cuesta humanizar a la especie humana como para malgastar en pretender humanizar a la especie animal olvidándose, en general y a golpe autocrático, que las miserias son soportadas por sus vecinos.

        Alfonso Campuzano

            
        Sigue a @AIf0ns0