La adaptación al medio ambiente y al ecosistema, lo mismo que trasladarse,
o emigrar, en el devenir de los milenios, son algunas de las muchas formas de
sobrevivir que tienen las especies – Alfonso Campuzano
El conocimiento, y
la tecnología avanzada, hace que se comprenda con mayor detalle las costumbres existentes
fundamentalmente dentro del reino animal. Lo que se creía que era uniforme,
nunca lo ha sido, no es sino variable, dependiendo de la época.
Es obvio que, desde el comienzo de
los tiempos, las acciones de los habitantes seres vivos del planeta terrestre,
aparte de que son intérpretes geodinámicos, han quedado modeladas en los
diferentes residuos sedimentarios estratificados que se han ido encontrando en
innumerables excavaciones arqueológicas.
Todas las especies, igual que la
humana, si tienen que adaptarse al cambio del medioambiente y ecosistema en el
que viven, porque cambia, se adaptan, como lo han hecho a lo largo de millones
de años, trasladándose de un lugar a otro, como única
exigencia para sobrevivir, tratando de violentarlo con su desplazamiento, pese
a que pueden fenecer en el intento, y si tienen que desaparecer, o
transformarse, lo harán.
Así como la orografía terrestre no
es uniforme ni tiene por qué serlo, las especies tampoco lo son. Cualquier vida
desarrollada se modifica según el entorno en que se encuentre lo adaptado, de modo
que la amplia pluralidad de especies puede variar hasta casi el infinito.
Las especies en vías
de extinción, o casi, según el decir de ciertos ecolólogos, volcados en
defender con énfasis, y a ultranza, a todo ser vivo que se precie, menos a la humana, se recuperan gracias no a
un creciente amparo social, sino a ciertos políticos caprichosos, que imponen
su voluntad mediante el dinero de los contribuyentes, con el cual, si se les
deja, llegan a malversar hasta casi el fin del mundo.
Especies protegidas,
que no pueden ser abatidas, salvo mediante una caza
selectiva, por lo que, parece poco probable que estén controladas, pese a los
daños que ocasionan al entorno de la especie humana.
Lo ideal sería que
hubiera parques naturales para esta clase de fauna salvaje protegida y no, como
ahora, bajo una falsa cohabitación, dentro de la parafernalia del buenismo y
bienquedismo político, con el inevitable conflicto futuro, si aumenta su
población y su extensión geográfica, con el gran
peligro de ataques y destrozos que representan actualmente para la cabaña
ganadera, que necesitan para subsistir en un vientre que no es el suyo, pese a
ello, cierto género humano quiere que perdure. Todo ello, sin contar con las
enfermedades que puede transmitir, incluso al hombre, y con el aumento de la
cifra de accidentes viales mortales.
¿A quién beneficia esta fijación
neurótica por este tipo y forma de conservación que, por su incompatibilidad,
hace estragos, como poco, en la cabaña bobina y ovina?
Se equivocan
aquellos que provocan diciendo que existe una falta de sensibilidad hacia los animales, lo cual no es cierto, sino la
existencia de un respeto hacia un compartimento estanco, que no se debe de
imponer, ya que genera infinidad de molestias vecinales.
A los integrantes de ciertas sociedades ecolólogas, que alardeen de no
tener miedo ni rechazar a las especies animales salvajes, sobre todo a las consideradas
como alimañas, sin temor a equivocación posible, podrían ser considerados casi, con toda certeza, ignaros.
Alfonso Campuzano
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