Es injusto responsabilizar
a la especie humana del calentamiento/enfriamiento global cíclico de un planeta
cuya estructura cósmica le proporciona vida propia - Alfonso Campuzano
El planeta Tierra, teniendo su propio ritmo de existencia a base de leyes propias
no escritas, como estructura cósmica que alberga diferentes tipos de vida, se
defiende sin importarle las especies de todos los reinos que habitan, tanto sobre su
corteza como en su interior, incluidos los humanos.
Todo cambio, ya sea local, regional, global, hace que se desplacen y se
reubiquen todas las especies, de manera que están obligadas a aclimatarse,
a cambiar sus costumbres, a fomentar nuevas habilidades para poder evolucionar
o, en caso contrario, si no lo consiguen, encaminarse hacia su total extinción,
siendo sustituidas irremediablemente por otras.
Cuando se habla de cambio climático, aparte de no emplear el adjetivo
atípico, por aquello que se desconoce, y que puede llegar a ser típico, se
enumeran varias causas como son la emisión desmesurada de anhídrido carbónico y
de metano; la sobreutilización de productos transgénicos; la desaparición de
especies en peligro de extinción; el agujero de la capa de ozono que, tal y como se destruye, se regenera, como se ha podido
demostrar con fotografías tomadas en diferentes épocas, ya que crece en
agosto y aleatoriamente decrece en diciembre, sin existir explicación posible, por
ahora, pese a las teorías expuestas por los autárquicos ecologistas. Algo tan natural como la propia vida.
Pero, por lo que sea, se obvia hablar con la misma insistencia del llamado
fenómeno de El Niño-Oscilación del Sur o E.N.O.S. (El Niño-Southern Oscillation o E.N.S.O.), cuando posiblemente
todo, o casi todo, dependa de él, provocando un calentamiento anómalo, tanto acuático como atmosférico de la zona ecuatorial oriental del océano Pacífico, discontinuo, de magnitud
inestable y mantenido entre cuatro y diez meses, que consigue modificar las
pautas tradicionales del clima.
Convendría preguntarse si este fenómeno de la Oscilación del Sur afecta al
cambio climático o a la inversa. O bien, ¿quién dirige realmente el clima en el
planeta Tierra: la atmósfera o el océano? Sin embargo, es fácil hacer creer a
todo el mundo, después de insistir tanto tiempo, que este fenómeno se debe al
cambio climático, cuando lo más probable es que sea el océano el que envíe
órdenes a la atmósfera.
Todo esto sin hacernos olvidar que, desde 1957, aunque en menor proporción,
la basura/chatarra espacial que flota alrededor de la Tierra, cuya zona más
contaminada es la que está situada a unos seiscientos kilómetros de altura, también
cuenta lo suyo al haberse contabilizado —suma y sigue— diecisiete mil
fragmentos, equivalentes a veintiséis toneladas métricas, de diferentes
tamaños: desde unos milímetros hasta varios metros como el satélite Envisat, que pesa de alrededor de ocho
toneladas métricas que, en su mayor parte, se esfumarían si entraran en contacto con la atmósfera
terrestre.
Diariamente este cocktail de
parámetros se aprovecha como arma climatológica para amedrentar a quién tanto
se deja sin que exista un desvío a favor de calentolólogos o contra de
enfriólogos/glacialólogos, por así decirlo.
Y es que
con frecuencia se desconoce que la Naturaleza va a su aire, y que el
calentamiento/enfriamiento del planeta depende, por qué no, de causas naturales
sin que las especies terrícolas influyan
tanto en el clima como dicen ciertos pronosticadores interesados, pues catastrofismos climáticos
han existido siempre.
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