viernes, 24 de diciembre de 2021

LA AUTOCOMPLACENCIA MANTENIDA

El sendero de la vida es tortuoso, tanto en lo material como en lo espiritual, salvando obstáculos hacia la adaptación y evolución en contra de la desaparición — Alfonso Campuzano


Los humanos son seres sociables por naturaleza. Lo que está ocurriendo, gracias al coronavirus SARS-COV-2, y desde hace veinticuatro meses, es algo nunca relatado: confinar a personas sanas —llamadas vulgarmente asintomáticas con fines intimidatorios— señaladas por la autoridad como si fueran enfermas, que no lo son, que pudieran ser transmisores, en el peor de los casos —porque la inmunidad individual y la genética familiar juegan un importantísimo papel como para ser mucho más cautos—, pero el vocablo ha desaparecido del diccionario particular, y no interesa.

La Medicina socializada es lo que tiene —y desde hace más de ochenta años: un beneficio teórico, pero según qué partido político gobierne—, que está a las órdenes de la Política, pese a estar pagada con los impuestos de los contribuyentes, aunque no gestionada por ellos pues, si lo estuviera, se aprendería de los errores y no de las múltiples y nefastas ocurrencias casi diarias.

La Ley Electoral debería ser derogada para exigir que personas sin valores morales, sin salud mental contrastada mediante un certificado médico, sin currículum académico universitario, sin tener un trabajo reconocido y de responsabilidad, para saber interpretar los escritos que redactan para otros, que no para ellos, asalten la soberanía de todos los españoles, porque los votantes se juegan su propio dinero y su propio porvenir.

Sin embargo, los políticos actuales —una generación que nació a la sombra del perdón—, artífices de pocas leyes, y múltiples decretos, han tomado ejemplo de la época preconstitucional, mientras se autocomplacen, descubren la censura como método de gobierno, se acobardan, por si acaso necesitan del apoyo de innombrables.

Ha nacido la obsesión por vacunar a toda la población mundial —casi ocho mil millones de seres humanos— cuando ninguna vacuna supone inmunidad absoluta, sino más bien relativa, con posibilidades de repetir dosis, incluso hasta el infinito, como ocurre con la vacuna contra la influenza —vulgarmente llamada gripe—, ante una enfermedad infecto-contagiosa proveniente de Oriente —como casi todas, por no decir todas—, y que cada país ha adoptado unas medidas sanitarias sin contrastar, según sus expertólogos sanitarios, una teledirección chocante, muchas veces, con el sentido común y la propia Historia de la Medicina.

Las decisiones han sido más políticas que sanitarias, imponiendo más que rogando, sin cumplir con derechos y libertades individuales, utilizando el retorcimiento amedrentador en dígitos, con los medios de comunicación importantes subvencionados, en un intento complementario de destruir la economía, sobre todo el sector primario como es la agricultura y ganadería, sin el cual la supervivencia social es muy compleja. Y, para colmo, con la muerte en directo desde hace 24 meses, pese a que las cifras diarias no llegan siquiera al 1%.

Un recuerdo para Radio París, con sus emisiones en español casi a medianoche, con sus noticias publicadas en Francia, que no en España, durante la época preconstitucional. Actualmente, hay que buscar hemerotecas y videotecas de periodistas independientes de las cadenas subvencionadas con dinero de los contribuyentes. Sólo aquellos que han vivido dos regímenes antagónicos son los únicos que pueden comparar ambas censuras, y sin apoyarse en historiadores.


ALFONSO CAMPUZANO

Sigue a @AIf0ns0

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