Es duro reconocer que los sistemas sanitarios, incluidos los países primermundistas, nunca están preparados para hacer frente a una pandemia – Alfonso Campuzano
Cuando una pandemia se diagnostica desconfiando, tarde y mal, utilizando falsedades y sin método académico, tratando de transmitir miedo sin saber a qué y por qué, en directo y al unísono, mediante medios de comunicación social —comprados subvencionadamente con dinero proveniente de impuestos de los contribuyentes— se desconoce el final, tal y como se desconoce el principio.
Una pandemia de la que se tienen escasos estudios anatomopatológicos de fallecidos supuestamente por coronavirus SARS-CoV-2 —los supuestos deberían cerciorarse ineludiblemente mediante autopsias—, porque está permitida la barbaridad médica de que ‘los informes forenses no requieran exploración presencial’, lo cual denota miedo ante el ejercicio profesional —toda profesión debe estar a las duras y a las maduras, dice el refrán español—, lo cual significa que, si no hay presencia, no hay exploración; si no hay exploración, no hay autopsia, si no hay autopsia, no se sabe nada de nada. Una enfermedad nueva necesita autopsias: absolutamente todas, para que la Medicina avance.
Una pandemia cuyo diagnóstico se basa, y se está basando, en una prueba denominada P.C.R., que se utiliza para múltiples estudios, que diagnostica cualquier mínima infección, que ignora el propio diagnosticado, sin manifestación clínica, de ahí un término novedoso: asintomático, pero que ingresa como dato casuístico, y que no es tal, pero ayuda a inflar artificialmente el número, atemoriza a las personas susceptibles e hipocondríacas, que es de lo que se trata, políticamente hablando.
El caso es poner precio a una prueba diagnóstica cogida con pinzas. El caso es confinar aunque la persona esté sana, y sin síntomas, pero denominada asintomática, por si acaso, porque cuando se desconoce la causa, todo se guarda en el mismo saco para simplificar. El caso es tener el país parado, sin producir, porque lo importante no es la Sanidad, sino la ayuda que proporciona al poder político ejecutivo, mediante decretazos, convertido en autárquico sin que nadie se lo reproche, al impedir trabajar al poder político legislativo, secuestrando al Congreso y al Senado. Vamos, un golpe de Estado a cámara lenta.
Y los ciudadanos ingresados en planta, o en la UCI/UVI, gracias a una supuesta valoración no determinada al ciento por ciento. Durante los primeros meses del año 2020 ciertamente las personas fallecidas tenían una edad en la que cualquier factor externo o interno se transformaba en causa, por la habitual de cada año, pero unánimemente se decidió el diagnóstico pandémico con el beneficio hospitalario de una gratificación —aparte del presupuesto hospitalario anual—, si los pacientes urgentes e ingresados tenían la filiación que merecía la pena cobrar, dada la golfería española que desde ‘La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades’ se practicaba, se practica y se seguirá practicando; nada más hay que observar, desde hace más de cuarenta años, el patrimonio personal de los políticos. En unos países más que en otros. Los gobiernos no se muerden ni se tocan entre sí, por precaución. No es cuestión de perder algo ganado cuando se dan tales facilidades. Y sin discusión posible, porque la Medicina recibe órdenes de la Política.
La pandemia, dirigida por políticos, en lugar de profesionales de la Medicina ha socavado los cimientos humanitarios de la relación médico-paciente al imponer la consulta telefónica sin el obligado cara a cara con el resultado espeluznante de error tras error en los diagnósticos, pero salvados gracias el diagnóstico político: todo Covid, y a reclamar, según el B.O.E.
El alcance real de la pandemia es posible que no se sepa nunca, al menos en varias generaciones, pues hay demasiados intereses políticos en juego. Además, ha quedado mostrado y demostrado que el sistema sanitario no parece estar preparado. Dudas y controversias desde el inicio entre mascarillas, respiradores, vacunas con o sin consentimiento, certificados digitales, liberalización de patentes. ¿Para cuándo un Congreso Mundial que trate de unificar criterios médicos, y nunca jamás políticos?
En 571 días, la pandemia por coronavirus SARS-CoV-2 se ha cobrado 4.066.861 fallecimientos transmitidos en vivo y en directo. Sin embargo, en 195 días del presente año (14 de julio de 2021) los fallecimientos sin visibilidad pandémica, y sin interés, son: 22.706.011 de abortos; 6.913.691 enfermedades infecciosas; 4.373.978 por cáncer, que no se han hecho eco los medios de comunicación social. Estas cifras aumentan cada tres segundos.
Los virus y las vacunas han ayudado a evolucionar al ser humano. La naturaleza es tan sabia que solamente tolera a los supervivientes y a los adaptados. Con o sin vacuna, todo el mundo con mascarilla, ¿hasta cuándo? Hasta que la política del Gobierno decrete.
ALFONSO CAMPUZANO
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