Desde la normalidad institucional, la jefatura del
Estado español ha cambiado de titularidad, tras la abdicación de su augusto
padre, Don Juan Carlos I, ha sido coronado rey de España su hijo Don Felipe VI.
Este acontecimiento, quiérase o no, ha inaugurado una nueva época, que se
espera sin borrón, pero con cuenta nueva.
Era alentador estar viviendo el fin de una época,
ya lejana, y acariciar el comienzo titubeante de otra que, sin embargo, el paso
de estos largos tres decenios, por malos consejos, se vive algo que se está
pareciendo a aquella, no del todo olvidada. Ciertos
logros salariales conseguidos por los trabajadores, con gran esfuerzo,
en un régimen dictatorial han sido aniquilados de un plumazo en un, llamado irónicamente,
régimen democrático, haciendo creer a todos los españoles que la
responsabilidad de este atropello era del ciudadano cuando la realidad era
otra, no puede ser más que de aquél que gestiona, y muy mal, la res publica.
España, por este camino elegido, nunca se integrará
totalmente en Europa, sino que continuará como el furgón de cola, tal y como ya
estábamos antes de ingresar en la Unidad Europea. Así que, leyendo la Carta Magna
española, se echa de menos el cumplimiento de varios artículos que, por parte
de algunos políticos, quizá muchos más de lo que se cree, que han jurado o
prometido acatarla. Por citar algunos que sobresalen, respecto a otros: 2º, 3º,
4º, 5º, 6º, 8º, 27º, 31º, 35º, 44º, 47º, 50º, 117º, 128º, 136º, 137º, 138º,
158º. Ante esto sería conveniente recordar, siempre en futuro condicional, por
si algún partido político quiere tomar el testigo, que:
Se debería corregir
públicamente a aquellas autoridades que, en publico o en privado manifiestan delirios megalómanos que no están contemplados, ni de cerca ni de lejos, en
la Constitución.
Se deberían cambiar las normas que rigen la estructura
interna y funcionamiento de los partidos políticos, sindicatos de los
trabajadores y asociaciones empresariales para que no presuman de ser demócratas,
cuando no lo son ni por asomo.
Se debería exigir libertad de enseñanza y derecho a
la educación en todas y cada una de las Comunidades Autonómicas.
Se debería evitar el carácter confiscatorio de las
contribuciones, tanto directas como indirectas, para el sostenimiento de los
gastos públicos, muchos de ellos, de vértigo.
Se debería conseguir que el trabajo fuera suficientemente
remunerado, actualmente muy discriminatorio en agravio comparativo con el resto
de los países de la Unión Europea. Con sueldos inferiores en 17% a la media
europea U-27, que es de 1.936€, cuando España ocupa el decimoquinto lugar
de veintisiete. En algunas encuestas se lee que el 60% de los españoles no se
siente europeo. ¿Los deberes están bien hechos?
Se debería promover consecuentemente las condiciones
favorables para ejercer una política orientada al pleno empleo cuando
actualmente las estadísticas gubernamentales nos muestran entre un 24-26% de
desempleados. ¿Mano sobre mano?
Se debería promover, para la sociedad, el acceso a
la cultura, la ciencia y la investigación, sin subir impuestos, sin aplicar
recortes, que conducen al empobrecimiento.
Se debería impedir la especulación del suelo a fin
de que los españoles disfrutaran de una vivienda digna y adecuada.
Se deberían garantizar las pensiones y
actualizarlas periódicamente, prohibiendo utilizar la Caja de las Pensiones
para fines escatológicos, tal y como se hace desde 1982 por todos los Gobiernos.
Se debería independizar a jueces y magistrados sin
que vayan tan amartelados y cogidos de la mano del poder gubernamental, en
busca del sillón o de la medalla de turno.
Se debería subordinar la riqueza del país al
interés general en vez de al interés de ciertos, y conocidos, particulares.
Se debería apremiar al Tribunal de Cuentas para que
su trabajo estuviera al día y no con un retraso de varios años, que no tiene
consecuencias.
Se debería tomar en serio que el Estado garantice
la solidaridad, velando por un equilibrio económico, adecuado y justo ente las
diversas partes del territorio español sin que existan diferencias ni
privilegios económicos o sociales entre Estatutos de distintas Comunidades
Autónomas.
Se deberían corregir los desequilibrios
interterritoriales, que los hay, y muchos.
Posiblemente, esto que es tan evidente, por ser
tal, se pasa de ello, aunque es necesario no pasar para que la convivencia sea
efectiva. Los vigilantes deben cumplir su misión, si no sobran vigilantes.
Alfonso Campuzano
Sigue a @AIf0ns0
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