Lo políticamente correcto es estar obsesionado con la emisión de gases, el efecto invernadero, el calentamiento global, mientras que lo políticamente incorrecto es hablar de la mini glaciación que viene – Alfonso Campuzano
La especie humana, en su depredación intrínseca, lucha
contra todo, incluida la Naturaleza madre a la que se debe investigar con
austeridad erudita para llegar a descubrir sus desconocidas leyes, lo que en sí
engendra múltiples peligros.
En cada territorio planetario existe una relación
directa, con características reconocibles, entre el clima y las especies del
reino vegetal y animal, sin que llegue a
observarse la evidencia de una uniformidad, sino más bien una gran diversidad, que enriquece la propia vida.
Actualmente cualquier cambio que experimenta este
planeta causa una conmoción mediática inmediata, como pueda ser el clima
llamado atípico, protagonista por excelencia, aunque haya que reconocer que la
tipicidad no se puede generalizar, mientras sea consecuencia de unos factores
variables con más o menos rebotes.
No cabe la menor duda que la diversificación
climática aumenta con la destrucción de espesuras selváticas y su sustitución
por tierras de labranza, sobre todo cuando al campo se agregan demasiados abonos
nitrogenados.
Si a esto se añade la incongruencia de las
emisiones de dióxido de carbono (CO2) argumentando, por un lado, que es la
causa principal del efecto invernadero y provocador del llamado calentamiento
global, mientras que por otro, es un gas tan indispensable para la existencia
de la flora, que desaparecía sin él. Además, hay que sumar las emisiones de óxido
nitroso (N2O), metano (CH4), siendo este último el más perjudicial, pues supone un 18% del total, en plan regüeldo, cuya responsabilidad recae en todos los animales mamíferos,
sobre todo
los rumiantes.
Frecuentemente, y centrado en lo políticamente
correcto como es la obsesión por los gases, que tanto gustan nombrar
los personajes de cortas miras, se olvida y apenas se hace alusión a otros
factores que influyen y afectan directamente en toda crisis climática y, por
ende, a la vida de este planeta, aunque inconstantemente, entre los que
destacan los cambios en rotación y traslación de las órbitas planetarias, pues
la rotación de la Tierra sobre sí misma no es regular, sino inestable, igual
que la traslación con los extremos: perihelio, cuando la Tierra está en
el punto de su órbita más cercano al sol y afelio, cuando la Tierra se
encuentra más lejos del sol.
Asimismo, los cambios atmosféricos, seguidos de las
corrientes marinas, los movimientos de las placas tectónicas, los volcanes en
actividad que aíslen los rayos solares.
Por último, y más relevante factor influyente,
aunque no muy del agrado de los calentólogos, es la actividad propia de nuestro
Sol, extremadamente variable y muy estrechamente relacionada con el clima. Y es
que cuando alguien muy interesado en la publicidad anuncia, y no uno sólo, sino
una miríada de augures, que los terráqueos somos responsables de haber cambiado
el clima respecto al de los últimos 1.000 años se olvida, o quizá ignora, que Europa,
mediado el siglo XVII y comenzado del XVIII, ya sufrió una pequeña Edad de Hielo
que, como mínimo duró más de setenta años de inviernos rigurosos, si no fueron
más.
Y, aunque sea políticamente incorrecto, es más que
probable que, dentro de un lustro, fecha en que, ciertos estudiosos, dan por
finalizado el actual período de máxima eficacia solar, pueda comenzar un
período contrario, traducido como un aletargamiento, tipo stand
by, es decir, una mini glaciación en lugar de un
calentamiento: todo lo contrario de lo que se está vendiendo ahora. Así que, ¿interesa cambiar
los actuales modelos climáticos con los que trabajan los meteorólogos, o no?
Sigue a @AIf0ns0
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