lunes, 10 de agosto de 2015

LA MINI GLACIACIÓN QUE VIENE



Lo políticamente correcto es estar obsesionado con la emisión de gases, el efecto invernadero, el calentamiento global, mientras que lo políticamente incorrecto es hablar de la mini glaciación que viene  Alfonso Campuzano

La especie humana, en su depredación intrínseca, lucha contra todo, incluida la Naturaleza madre a la que se debe investigar con austeridad erudita para llegar a descubrir sus desconocidas leyes, lo que en sí engendra múltiples peligros.
En cada territorio planetario existe una relación directa, con características reconocibles, entre el clima y las especies del reino vegetal y animal, sin que llegue a  observarse la evidencia de una uniformidad, sino más bien una gran diversidad, que enriquece la propia vida.
Actualmente cualquier cambio que experimenta este planeta causa una conmoción mediática inmediata, como pueda ser el clima llamado atípico, protagonista por excelencia, aunque haya que reconocer que la tipicidad no se puede generalizar, mientras sea consecuencia de unos factores variables con más o menos rebotes.
No cabe la menor duda que la diversificación climática aumenta con la destrucción de espesuras selváticas y su sustitución por tierras de labranza, sobre todo cuando al campo se agregan demasiados abonos nitrogenados.
Si a esto se añade la incongruencia de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) argumentando, por un lado, que es la causa principal del efecto invernadero y provocador del llamado calentamiento global, mientras que por otro, es un gas tan indispensable para la existencia de la flora, que desaparecía sin él. Además, hay que sumar las emisiones de óxido nitroso (N2O), metano (CH4), siendo este último el más perjudicial, pues supone un 18% del total, en plan regüeldo, cuya responsabilidad recae en todos los animales mamíferos, sobre todo los rumiantes.
Frecuentemente, y centrado en lo políticamente correcto como es la obsesión por los gases, que tanto gustan nombrar los personajes de cortas miras, se olvida y apenas se hace alusión a otros factores que influyen y afectan directamente en toda crisis climática y, por ende, a la vida de este planeta, aunque inconstantemente, entre los que destacan los cambios en rotación y traslación de las órbitas planetarias, pues la rotación de la Tierra sobre sí misma no es regular, sino inestable, igual que la traslación con los extremos: perihelio, cuando la Tierra está en el punto de su órbita más cercano al sol y afelio, cuando la Tierra se encuentra más lejos del sol.
Asimismo, los cambios atmosféricos, seguidos de las corrientes marinas, los movimientos de las placas tectónicas, los volcanes en actividad que aíslen los rayos solares.
Por último, y más relevante factor influyente, aunque no muy del agrado de los calentólogos, es la actividad propia de nuestro Sol, extremadamente variable y muy estrechamente relacionada con el clima. Y es que cuando alguien muy interesado en la publicidad anuncia, y no uno sólo, sino una miríada de augures, que los terráqueos somos responsables de haber cambiado el clima respecto al de los últimos 1.000 años se olvida, o quizá ignora, que Europa, mediado el siglo XVII y comenzado del XVIII, ya sufrió una pequeña Edad de Hielo que, como mínimo duró más de setenta años de inviernos rigurosos, si no fueron más.
Y, aunque sea políticamente incorrecto, es más que probable que, dentro de un lustro, fecha en que, ciertos estudiosos, dan por finalizado el actual período de máxima eficacia solar, pueda comenzar un período contrario, traducido como un aletargamiento, tipo stand by, es decir, una mini glaciación en lugar de un calentamiento: todo lo contrario de lo que se está vendiendo ahora. Así que, ¿interesa cambiar los actuales modelos climáticos con los que trabajan los meteorólogos, o no?

Alfonso Campuzano
            
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