En nombre del medioambiente,
los países conservacionistas de especies en extinción, amantes de las
cuatro patas, exhiben su bondad al tratar de humanizarlas - Alfonso Campuzano
En ocasiones, ciertamente pocas, se lee que las
autoridades protectoras del medio ambiente están preocupadas por la
proliferación abultada y anárquica de cierta especie cinegética, protegida
dentro de un plan de conservación y gestión, campando a sus anchas,
considerando que deben intervenir para controlar los ataques a la explotación
ganadera, autorizando por un lado para que se abatan, cuando los daños sean
importantes y significativos a algunas razas autóctonas y, por otro, proponiendo
un seguro por indemnización contra dichos ataques, cada vez más caro, es decir, un tira y afloja continuo, que a alguien favorece, no cabe duda, y que a otros
perjudica. La polémica se centra en el equilibrio de la cantidad.
Son los países conservacionistas de
especies en extinción a los que, según las organizaciones ambientalistas,
amantes de las cuatro patas, que tratan de humanizar a estos animales, exhibiendo
su bondad, les molesta la civilización con Leyes Protección, dentro del
organigrama del poder político europeo, en nombre de la conservación
medioambiental o de animales.
El bienestar de cualquier animal, solicitado por
los llamados así mismos animalistas, corroborado por una sociedad adormecida y
fumada, aguantada por los vecinos, perjudicará y hará desaparecer, con el
tiempo, a la especie humana protectora de animales en su largo caminar hacia el
suicidio.
Muchas de estas especies se exportan a países
centroeuropeos y a países de oriente próximo con lo que inmediatamente surge la
pregunta: todas estas especies ultraprotegidas, ¿son necesarias para el
ecosistema o bien es el modus vivendi del exportador que se
beneficia de la publicidad institucional, casi gratuita, del llamado cambio
climático que, hasta ahora, nadie tiene claro si se desplaza hacia el
calentamiento o enfriamiento global, total o parcial, maxi o mini? Porque esto
sí que, por muchas estadísticas que se le eche al día, nadie puede asegurarlo.
¿Qué ha pasado por las cabezas pensantes de todos
los partidos políticos para perder la cordura cuando ante una crisis de
dimensiones planetarias inimaginables se han olvidado de que el Estado español
debe garantizar algo que ha sido olvidado y, en lugar de promocionarlo, han continuado
dedicándose a subvencionar la protección de animales en extinción (menos
hombre/mujer), ecosistemas, energías, etcétera, que no dan de comer y dan mucha
hambre? ¿Se habrán trastornado de tanto mirar hacia el lado contrario?
Y, ¿qué pintan jabalíes, lobos, zorros, etcétera, en las
inmediaciones de pueblos y ciudades, por poner un ejemplo? Porque más de la mitad de
los accidentes registrados en carreteras nacionales y comarcales son causados
por animales salvajes, preferentemente jabalíes y corzos, por mucha señalización que exista, que han
irrumpido en la calzada. Y, según la legislación vigente española, ya sea de
día o de noche, la responsabilidad es del conductor del vehículo, que paga las
copas de este desgraciado festejo, aunque perezca en el accidente, que es lo más habitual.
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