Los inmigrantes/refugiados prefieren
dirigirse a países donde impera la laxitud legal, donde se confunde la rectitud
con lo políticamente incorrecto, y donde la vida es un bien preciado - Alfonso Campuzano
Y, ahora, con auténticas y denodadas prisas, como consecuencia del éxodo
migratorio hacia el continente europeo, fundamentalmente de religión musulmana,
tanto del continente africano como del continente asiático, debido a no se sabe
bien qué invento llamado efecto llamada, prefieren dirigirse hacia
otros países totalmente opuestos a sus tradiciones, eso sí, donde la vida es más
apreciada y donde impera la laxitud legal al confundir la rectitud con
lo políticamente incorrecto.
Curiosamente, esta corriente humana rechaza refugiarse en una sesentena de
magníficos países afines a su cultura y sus leyes, casi despoblados, dispuestos
a recibirlos con los brazos abiertos, aunque con reglas tan estrictas y
trasnochadas como si retrocedieran quinientos años, algo a lo que no están
dispuestos.
Y se pretende acoger a millones de personas con cargo a los contribuyentes
afectados por una crisis económica que no acaba de desaparecer: otro sacrificio
más sin que los políticos desciendan de su egolatría y sus sueldos y prebendas,
pero ¿hasta cuándo?
Sin embargo, en la huida de miles de problemas surgidos desde tiempos
remotos, al llegar a los países de acogida, los inmigrantes reciben múltiples
ayudas que incluyen educación para los hijos, ropa, sanidad, servicios sociales,
vivienda, teóricamente hasta que los padres obtengan trabajo que, en la
mayoría de las veces, no se cumple porque, si estas condiciones duran mucho
tiempo, es previsible que no aparezcan nunca, así que se acostumbrarán a
vivir bien sin trabajar, pues ejemplos abundan.
Es misión de los asistentes sociales que todo emigrante/refugiado aprenda las
reglas de juego para integrarse, si quiere
vivir y convivir en él, modificando su modo de vida, adaptándose a la cultura, las
costumbres y las tradiciones del país que generosamente les acoja, incluyendo
protocolo, respeto, vestimenta, ya que él ha sido quien ha elegido emigrar; sin
embargo, habitualmente se muestra intolerante, no piensa renunciar a su
identidad, a su cultura, a sus costumbres, a sus tradiciones, sobre todo porque
su religión le impide permanecer en el estricto dominio privado, lo que crea un
ambiente social de desasosiego y suspicacia. Y más aún sabiendo que los países musulmanes
no aceptan a los extranjeros que no sean musulmanes.
La indecente gestión política de los inmigrantes/refugiados, en su egoísmo
endémico, la falta de tolerancia y de valores cívicos olvidados o no enseñados
en la familia y en la escuela, provoca brotes sociales incontrolables, porque se muestran
como los compañeros de viaje necesarios para ayudar a la involución, parecen
ciegos o tuertos, sordos y mudos, pero para las generaciones venideras que no
han sabido, ya sea por cobardía o dejadez, poner el cascabel al gato, hablando
sin cesar y sin entender, aunque suena muy bonito y edificante, pero nada más,
llamar a algo como la Alianza de las Civilizaciones, algo que ni siquiera las civilizaciones
actuales entienden.
Alfonso Campuzano
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