jueves, 31 de octubre de 2019

EMBAUCANDO

La obsesión, casi psiquiátrica, por la divulgación alarmista del cambio climático, hace pensar que existen intereses económicos muy oscuros – Alfonso Campuzano

Conviene recordar que el cambio climático nunca ha sido ni es algo nuevo, sino que su continuidad se manifiesta desde el pasado hacia el futuro, en el que ha habido contrastes de temperatura en diferentes territorios, tanto a distintas horas del día como de la noche, y en las diversas estaciones. Sin embargo, gracias a la tecnología, la percepción ha dado un salto tan cualitativo casi exponencial, que urge descubrir la realidad con más rapidez que cualquier vehículo, por muy supersónico que sea.
Durante el primer lustro del presente siglo no se hablaba más que del famoso gas ozono (O3), como principal causa ya abandonado, por quién sabe qué particularidad, sobre todo al darse cuenta de que, según la época del año, aumenta o disminuye, poniendo como límite inmediato a la presunta hecatombe climática que, afortunadamente no ha ocurrido, al lograr sobrevivir el planeta azul una docena de años a tal vaticinio destructor, lo que significa que toda profecía está servida para que sea transformada, de manera que, al no resultar ciertos tales augurios, han arremetido nuevamente con la ampliación del número de años para la venida del desastre futuro.
Ahora, según los gurús alarmistas del clima, se trata de otros gases encabezados por el CO2, indispensable para que se desarrolle el reino vegetal, que se les ha dado en calificar de invernadero, cuando lo que se dibuja en el horizonte es que hay múltiples causas –tanto endógenas como exógenas, tanto naturales como artificialesproductoras del deshielo, poco o nada investigadas, que sólo con nombrarlas provoca tanta alarma que, cada una, requiere un grupo de trabajo serio para conseguir encontrar soluciones creíbles, proporcionalmente directas, que atajen el problema en bloque sin centrarse únicamente en un único impacto gasista, como se pretende, porque lo sencillo y que proporciona más dinero al bolsillo, es el verbo embaucar, ya que semejante oficio es tan antiguo como el ser humano, pues nada más tenemos que asomarnos a la ventana de la Historia.
Ciertos medios de comunicación viven del alarmismo social sin él perecerían, es su modus vivendi, y hay que aceptarlo, pero separando la ficción de realidad, siguiendo unas directrices extrañas, dictando números y más números, lo cual es importante, pero más aún tener sobre la mesa proyectos con los que atajar el teórico problema, no actual, sino venidero, cuando tenga que ser.
Se toman notas inexactas del llamado caldeamiento mundial, cuando tendría como siempre ha sido, que ser zonal o territorial, quizá debido a falsificaciones y enmascaramientos durante las investigaciones, adulteración de los registradores de temperatura insuficientemente repartidos por la corteza terrestre, han conducido posiblemente a unas inspecciones fraudulentas que han ocasionado una confusión colosal de la que nadie está totalmente recuperado. 
El ser humano es propenso a elucubrar sobre el futuro, como si conociera lo desconocido, fundamentado en bases imaginadas, mientras se olvida que son dinámicas. 
¿Es posible que las presiones que se ejercen sobre la publicidad alarmista del calentamiento global obedezcan a intereses confabulados en un plan para vender electricidad un tipo de energía, que no se instaura ni se desintegra, se atenúa, se atesora, se modifica, se transmite, en vez de combustible sólido?
Y, como colofón, para los que aún no les ha llegado la noticia, la obtención de electricidad también contamina, y mucho.

ALFONSO CAMPUZANO
                
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lunes, 21 de octubre de 2019

ATAVISMO POLÍTICO

La evolución de los partidos políticos desde su autarquía hacia la democracia, y siempre desde el punto de vista del bien común, es una utopía – Alfonso Campuzano


Las continuas imprecisiones de los políticos se parecen, cada vez más, a las previsiones climáticas de los meteorólogos, que sólo sirven para hacer la ola un ratito sin excederse en el tiempo, porque sus modelos se esfuman en cuanto aparece una borrasca, transformada en una ciclogénesis.
Si los impuestos, casi esquilmatorios, tanto directos como indirectos, no fueran tan elevados superiores a lo habitual europeo, y por encima de las posibilidades de la mayor parte de los contribuyentes españoles con más de tres millones de desempleados y más cuatro millones en exclusión social, no habría necesidad de despilfarrar tanto dinero en macrosubvenciones, porque subvencionar por subvencionar a diestro y siniestro, mediante ignorancia económica, gracias a su aumento cada año, no significa saber gestionar el dinero público encaminado hacia el bien común, sino abocar directamente hacia un malestar social definido como bancarrota, al aumentar la deuda pública al mismo ritmo que la corrupción partitocrática.
Las subvenciones desmadradas intentan redistribuir el dinero público que ocupan, se dice bien, el 40% de la recaudación tributaria, independientemente de la financiación de macroinversiones, habitualmente a fondo perdido; ayudando a la creación de empleo; distribuyendo entre Fundaciones, Centrales sindicales, Partidos políticos, Elecciones de todo tipo, etcétera, con propósitos perfectamente privados, como una forma moderna de comprar los votos de los electores, en lugar de pagarlo con cargo al bolsillo de los políticos demagogos.
Antaño se compraban los votos a la luz del día, y en efectivo, con el dinero salido del bolsillo de los políticos de marras. Hogaño superada la vergüenza ajena, se compran los votos mediante un sistema apesebrado de redistribución de rentas macrosubvenciones y macroinversiones, muy mal repartidas, que recaen en personas y entidades que no se lo merecen, de manera que en este paisaje vitriólico, a través de la Historia, se continúa viendo cómo a los partidos izquierdoides –cuya fijación psiquiátrica es que toda la sociedad lo sea, con sus políticos más fanáticos, les encanta subvencionar con el dinero que no es suyo, utilizando a los votantes como escudos humanos.
Si la recaudación, casi esquilmatoria, se redujera también se restringirían las subvenciones, de manera que se conseguiría que no fueran a donde no deben ir. Todo el mundo conoce a personas subvencionadas, casi sin ningún criterio justificado, pero no hay posibilidad de reducirlas si no se limita la recaudación de impuestos directos e indirectos. Por tanto, menos subvenciones y más facilidades para invertir mediante créditos a interés cero.
Sin embargo, de la Ley del Péndulo y más en Política, por mucho que se rían o se froten las manos, nadie se salva. Los más de cuarenta años constitucionales han descubierto el gran engaño de todos los políticos: ningún partido, salvo mirar la faltriquera, con vistas a aumentar su patrimonio personal futuro, ha sido capaz de orientar, a unos y otros, hacia un pacto de Estado de todo lo importante que riega el bien común, que impida continuar amplificando escrupulosa y premeditadamente las discrepancias regionales.
Convendría recordar que para acceder a un puesto laboral, sea público o privado, se requiere un examen psicotécnico, el que sea, además de una entrevista personal; sin embargo, para ser político se exige una urna, más o menos sellada, además de un sistema informático operativo capaz de averiguar el resultado final, desconociendo sus habilidades gestoras. En los curricula de políticos de cualquier país, España no se salva, se encuentran personajes que se atreven a elaborar leyes, cuando tiempo atrás estaban fuera de la ley.
Una vez llegado el partido a nivel de neocasta, le sigue preocupando conseguir sobresueldos propios cuando lo que se merece es un garrotazo goyesco, porque qué sería de un político si no supiera mentir.

ALFONSO CAMPUZANO
            
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viernes, 4 de octubre de 2019

SOCIEDAD MEDIOCRE

Una sociedad que tiene insertado el miedo en el cuerpo, y rodeada de una inestabilidad permanente, es fácilmente manipulable  Alfonso Campuzano

La sociedad española, entre masoquista y conformista, ya no elige entre los mejores de cada añada, sino entre los mediocres, porque entiende como lenguaje los tonos bajos referidos a los casi desaparecidos valores morales.
La sociedad española, tan arropada por la mediocridad, ya no diferencia entre lo bueno y lo mejor, sino que se queda en la medianía de los últimos cuarenta años, al soportar estoicamente una Ley Electoral tan injusta que premia a partidos independentistas, nacionalistas, supremacistas, que teatralizan su chalaneo mediante la pedigüeñez aceptada. 
La sociedad española, tan mentida como advertida, ya no distingue entre el asentimiento y el asentamiento cuando elige a personajes de pasarela bien arrebozados por sus palmeros.
La sociedad española, tan sedada como anestesiada, confunde la ficción con la realidad, al aspirar a que todo sea gratis, a cambio de aceptar sin rechistar, la costumbre de votar a los políticos mantenidos con los impuestos ya marcados.
La sociedad española, tan aquejada de una enfermedad tumoral léase políticos, incubada institucionalmente durante los últimos 40 años, cuyo tratamiento, sí o sí, es extirparla mediante el voto adecuado, aunque si no acierta, pese a la prevención, no se admiten quejas, mientras corre hacia el futuro a la velocidad de tortuga.
La sociedad española observa cómo los políticos arrastran una culpabilidad penal de la que fácilmente se zafan por ahora, cada vez que delinquen malversando supuestamente el dinero de los impuestos, casi esquilmatorios.
La sociedad española contempla cómo los políticos acarrean una responsabilidad política cuando no aceptan rectificar cada ocasión que incumplen sus promesas, que hoy en día no son juzgadas ni penalizadas, aunque ya se verá en el futuro.
La sociedad española percibe cómo los políticos originan una transgresión moral, en cada oportunidad que se les presenta, para engañar la confianza de los votantes. 
La sociedad española advierte cómo los políticos atraen un compromiso metafísico que probablemente no sepan de qué se trataen cuanto ponen en riesgo la vida de los ciudadanos humillados hacia la pobreza.
La sociedad española asiste atónita a la exhibición de currículos falseados de políticos sin propósito de enmienda, y sin dimitir.
La sociedad española está estupefacta ante el mercadeo de la libre designación de personas para cargos importantes sin capacidad meritoria y sin necesidad de acudir a desempeñarlos, aunque con nómina cienmileurista.
La sociedad española está pasmada ante autoridades con el sello de su partido impreso a fuego, que disfrutan de medios oficiales pagados por los contribuyentes para eventos privados, incluso juergas, pensando que tienen un crédito para gastar un dinero que no es el suyo propio.
La sociedad española está desconcertada ante el zalameo político de dirigentes que con absoluta desidia incumple las leyes, pero con su boquita dice ser constitucionalista, con anticonstitucionalistas, golpistas civiles, independentistas, proetarras defensores de delitos de sangre, esbirros portadores de antecedentes penales por asesinatos, demostrando patentemente la debilidad del Estado español.
Lo que ocurre en la sociedad española no es por pura casualidad, sino por pura causalidad política, ya que quienes tienen que poner orden y concierto no consiguen coordinar bien sus neuronas en cuanto ascienden algún peldaño.

ALFONSO CAMPUZANO
            
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