viernes, 6 de febrero de 2015

IMPACTO AMBIENTAL


A este desconocido planeta, en el que habitan las más variadas especies, tanto conocidas como desconocidas, no se puede ni se debe manipular. De hecho, siempre que se actúa contra él se rebela. Qué manía con querer cambiar el curso de la vida, si la vida ya nos enseña diariamente que, siguiendo un curso desconocido y supuestamente anormal, es tan antojadiza que jamás desvelará su secreto, porque el entendimiento humano sobre la naturaleza es muy limitado.
Aunque hay mucha vanidad en todos los estudios que salen a la luz, ninguno tiene bases científicas relacionadas con la realidad como para presumir que tiene la patente en exclusividad de que el cambio va realizarse hacia una u otra dirección, tal y como exponen. Nada en éste, nuestro planeta, se desarrolla uniformemente. Cada impacto ambiental, el que sea, a favor o en contra, exige una adaptación. Cada evolución exige una mutación. Y nada es gratuito. Todo lo que se vive requiere conocimiento o dolor. A elegir.
Paulatinamente, gracias a los medios de comunicación audiovisual, se está generando una conciencia colectiva de que el planeta progresa hacia un cambio climático, algo muy natural, pero presentado y expuesto como algo atípico, incluso como una amenazante preocupación, lo cual es un tremendo error. Nada es estático en la naturaleza que nos rodea, todo cambia, aunque intentemos manipularlo en nuestro beneficio.
Las leyes que nos damos los humanos nada tienen que ver con las desconocidas leyes de la naturaleza a las que deben adaptarse o acercarse a la realidad de ella, que es sabia, que es la que manda, que pone a todos sus seres huéspedes en su sitio. Todo lo contrario conlleva a un suicidio. Observar, ayudar e imitar a la naturaleza es la mejor recomendación que se puede ofrecer así misma la especie humana.
Pero la especie humana es tan soberbia que cree que todo cuanto emprende, más bien manipula, beneficia tanto al resto de las especies como a ella misma. Sin embargo, esto es una verdad a medias, porque construye rutas y edificios en las laderas de las montañas, casi vaguadas, donde habitualmente no descienden torrentes, gracias a los constructores y caprichosos especuladores que permiten la esquilmación; construye playas artificiales ganadas al mar; altera el curso de los ríos, hace presas/pantanos, hasta que, de vez en cuando, la naturaleza se cabrea, grita diciendo que existe y arrasa todo lo que encuentra a su paso dando lugar a inundaciones, terremotos, maremotos en esta masa acuotérrea, que rota y se traslada en el espacio infinito, porque entiende que para guardar su equilibrio, tiene unas normas que no pueden saltarse a la torera, sino respetarse. Es la factura que continuamente pasa este querido planeta nuestro cuya configuración externa, aunque uno se lo proponga, no se aprecia con una ni con diez generaciones.

Alfonso Campuzano
            
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