Actualmente, y desde siempre, los partidos
políticos se rigen por medio de una normativa interna corrompida, dictatorial y calcada
de ciertos clubes de antaño que, pese a ello, siguen siendo aceptadas, bien por desconocimiento o bien por impotencia,
donde existe un rechazo al liberalismo
interno, a la libre controversia y a la selección de los líderes por los
afiliados, al ser sustituida por la elección a dedo de los cabezas de lista, una
herencia muy particular, aunque no sanguínea, donde triunfan las personas que demuestran ser listas y hábiles para medrar. Para hacer carrera política en un partido, sin necesidad de pasar por la universidad, nada fácil, pues no todos lo consiguen, es necesario pertenecer a este singular club, pues fuera se considera imposible.
Una vez alcanzada su ilusión, estas personas, un buen día deciden, quizá porque han tenido un mal sueño
megalómano, quizá por aburrimiento, que aquello jurado o prometido, gracias a
ello, aunque olvidado, viven más que holgadamente, debe ser rechazado, sin que
se les pase por la imaginación dejar el escaño y dimitir, desaforarse y dejar
de cobrar sueldo del Estado, dejar de tener prebendas y así emprender una nueva
etapa política sin mamandurria estatal, incluso civil si, por casualidad,
poseen estudios y profesión, aunque nunca ejercida, que no sea política.
No hay que olvidar que la Historia está llena de gobernantes que
prometieron y no cumplieron, sobre todo al descubrir una fórmula transformada
en trampa política, que se ha ido modelando con el paso de los años para
conseguir inutilizar a las centrales sindicales mediante la asignación de cargos importantes
y participación del poder sin cambiar el sistema, llegando hasta el
latrocinio mantenido a las Cajas de Ahorro después de colocar a personas
ignorantes o no, aunque serviles a los intereses generales de dichas
organizaciones.
El globo, hinchado hace casi cuarenta años, está en fase de pinchado, pierde
aire y se cimbrea por el territorio español hasta que aterrice y se barra irremediablemente
hacia la basura. El Estado español mediante la connivencia de sus gobernantes permite que ciertos políticos bajo sospecha o imputados, enfangados, año tras año, sin saber cómo limpiar el barro que se ve en su lustroso calzado, presten sus nombres en listas electorales o
continúen ejerciendo el cargo bajo un ambiente de golfería.
El sonido del perdón no ha dejado oír el eco de las responsabilidades. Aún
están a tiempo, pero sin abusar. Los hechos acaecidos necesitan resultados
tanto evidentes como contundentes, pero esto tardará porque los valores éticos aún no han amanecido en el
horizonte.
Corolario:
Tanto Gobierno y como la Administración del Estado español disponen de casi
sesenta mil teléfonos móviles, de los que la mitad tienen acceso a internet, lo
que supone un coste de más de cien millones de euros al año. Y piden sacrificio a los
contribuyentes sólo para llenar su saquillo.
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