Las culturas opuestas
nunca jamás deben imponer más que el respeto mutuo – Alfonso
Campuzano
Las fronteras soberanas de un
territorio, por muy pequeño que sea, son sagradas en todo el mundo. Pese a que se
denomina Unión Europea (U.E.) se observan desavenencias en las representaciones
culturales, demográficas, idiomáticas y políticas. A la inmigración
subsahariana sin papeles, sin solución de continuidad, ha sucedido el éxodo de
refugiados y exiliados asiáticos huyendo, desde hace cuatro años de una guerra consentida
e interminable.
Hay que hacer caso a Bruselas:
abrir las fronteras soberanas de la UE, comenzando por España, Italia y Gracia.
¿Por qué no? En cuanto los inmigrantes pisen territorio español, y pasen
control sanitario, vacunación masiva, reposición física y... se les facilitará transporte
adecuado y directo a donde quieran residir. Bruselas predica sin ejemplo, pues
como no hay medios para aguantar esta avalancha humana insostenible para el
erario público español, léase contribuyente, se envía sin empaquetar, aunque
con mucho love. Posiblemente éste sea el mensaje adecuado que mejor
entiendan los europarlamentarios.
La inspección minuciosa del tráfico
migratorio, así como de los comprobadores del buenismo, basado en
una política rayana en una sensiblería desprovista de autocensura hacia los rendimientos
alcanzados cuando desarrolla planteamientos de asistencia a los desamparados,
es un método de conducta que, en la mayoría de las ocasiones, resulta ser
inadecuado y nocivo para solventar las dificultades de un país.
La picaresca, ayudada por las mafias incansables e
incontrolables, llega a proponer hasta el incumplimiento de requisitos legales,
tras el efecto de llamada de Alemania, como oponerse a cruzar por la
zona limítrofe dispuesta, mediante un horario, para diligenciar instancias de refugio;
rechazar a ser inventariados; suprimir materialmente los pasaportes; impedir el
registro de huellas dactilares, encaminado hacia lo que será infracción
traspasar indebidamente la frontera o destrozar una barrera.
Sin embargo, ya comienzan a oírse voces políticas que, si
antes clamaban por la libre circulación de personas para obtener sus votos de
poltrona, van rectificado sus discursos al decir que esto no significa que
tengan libre acceso a los sistemas sociales nacionales, sino más bien una limitación
del auxilio social para los inmigrantes/refugiados sin trabajo.
La católica Polonia,
ha dejado muy claro, aunque sólo para quien quiera oír y, sobre todo, escuchar,
que en su territorio soberano no quiere albergar a ningún refugiado de religión
mahometana, porque considera que, aunque huyen de su país, nunca jamás se
adaptan al territorio que les da asistencia y cobijo, lo que corrobora que
ciertos países tolerantes con el multiculturalismo reconocen, siempre en petit
comité, que ciertas culturas no olvidan sus costumbres, incompatibles
con la educación recibida por los habitantes occidentales, sobre todo por su
discriminación sexual.
No se debe olvidar,
aunque en ocasiones se aprovecha para indicar que es políticamente incorrecto
que, tanto la dignidad como los derechos inviolables y garantías de las
personas deben ser aplicadas a ambas partes, es decir, a los
autóctonos y a los inmigrantes. Sin embargo, ante tanto caos se
está tratando de eliminar la cultura occidental con el fin de no herir los sentimientos
de la cultura oriental. Alguna generación tendrá que arrepentirse.
Alguien en su sano juicio ¿no entrevé que se está
hiriendo la sensibilidad hacia la cultura occidental? Pues
parece que no, porque esto es actualmente lo políticamente correcto.
Alfonso Campuzano
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