Cada especie, que habita en este planeta azul, es un compartimento estanco, que la naturaleza impide transgredir – Alfonso Campuzano
Los animales irracionales, pese a buenas intenciones colectivas, nunca jamás podrán ser educados, sino amaestrados, porque es inútil tratar de humanizar a animales que no saben que lo son, lo mismo que no saben limpiarse los morros ni el culo. Y es que la especie animal no alcanza a interpretar las impresionantes invenciones de la especie humana, ya sean de tipo administrativo, estético, legal, místico, moral, etcétera.
Quizá no haya que dudar de que ciertos animales, dentro de sus instintos básicos, tengan sentimientos, pero les falta el raciocinio para comprender, sentir, saber, que son animales, pero no saben lo que son, como sí lo sabe el hombre.
Es bastante habitual que los amantes de cuatro patas les dé vergüenza, incluso cabreo, que no se empatice con ellos cuando lo lógico sería empatizar con los seres humanos. Las personas que conviven bajo el mismo techo con un animal –llámese mascota–, son más propensas a padecer enfermedades –cercanas a las setenta–, por mucha limpieza que tengan, ya que su cuerpo, su respiración, su baba, su hocico, sus paseos callejeros con lengüetazos a todo lo que pillan a su paso –cacas, culos, pises, vómitos, etcétera–, aportan continuamente gérmenes desconocidos, incluso patógenos, al entorno donde habitan, constantemente perjudiciales para la salud humana.
Como defensa para que la mascota del vecino no invada otro territorio con sus excrementos –líquidos y sólidos–, se utilizan garrafas de agua. Y sin remedio ni vacuna contra los insoportables ladridos.
Por higiene colectiva, debería prohibirse la entrada de la especie animal –aunque estén vacunados–, en lugares donde tiene acceso la especie humana, tales como bares, cafeterías, grandes almacenes, supermercados, tiendas de todo tipo, sobre todo en zonas de comestibles, además de vehículos públicos –trenes, aviones–, para no contagiar enfermedades, incluidas alergias.
De ahí que, el calendario vacunal debería ser obligatorio en todo el territorio español; sin embargo, no lo es en regiones como Asturias, Cataluña, Galicia, Vasconia, que deberían rectificar en beneficio de la especie humana sin sacar tanto pecho solidario.
Igual que es obligatorio tener a mano la identificación personal mediante el DNI, a requerimiento de la autoridad, todo dueño debe llevar continuamente la documentación de su mascota –cartilla de vacunación, incluso la antirrábica, certificado veterinario de salud, información del microprocesador–, durante sus paseos urbanícolas.
No todas las causas, en plan de culpa, son omisiones del humano traicionado por otro humano.
ALFONSO CAMPUZANO
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