Las predicciones climáticas de hace cincuenta años no se han cumplido, aunque los medios de comunicación idiotizadores subvencionados insisten por si acaso – Alfonso Campuzano
El clima, desde hace unas décadas, posiblemente desde que el acceso es tan mediático como inmediato a cualquier consulta, en este caso sobre los modelos climáticos, acierten o no, que sirven para que los analicen diaria y minuciosamente los meteorólogos, ya que siempre ha interesado sobremanera al ser humano, sobre todo básicamente a la agricultura y ganadería, como parte del amplio sector primario, tan necesario como para no padecer hambruna.
Con todo ello, el vocablo clima se ha ido degradando y desprestigiando paulatinamente desde el mismo momento en que la política, en general, ha entrado como un elefante en una cacharrería y ha tomado diferentes apelativos. La cosa comenzó cuando se vulgarizó –gracias a Albert Arnold Gore Jr., premio Nobel de La Paz– al hablar de cambio climático, un cambio que, en esta nave espacial azul, debido a su singularidad y desigualdad, es cíclico haciendo que los seres humanos se desmemorien, para abonarse al carro de la manipulación con el llamado calentamiento global –imposible de todo punto, porque el planeta disfruta de miles de microclimas–, desarrollando un plan gubernamental con el fin de esquilmar a los contribuyentes mediante un delirio climático, propio de políticos ineducados e insensibles como si pertenecieran a una secta climática que, con el paso del tiempo se ha convertido en una religión climática, tan fundamentalista como fanática, hasta llegar a la emergencia climática.
La última novedad, y sin ningún rubor, trata de achacar la responsabilidad de la religión climática a la tercera o cuarta edad, porque siempre hay alguien cercano a quien culpar, nunca a uno mismo, un hecho muy propio del pelelismo político, tan en boga, sin base científica que lo sustente, aunque haya en nómina de científicos circenses dispuestos a bailar el agua a quien sea con tal de que aflore su egocentrismo, aunque con base fervientemente manipuladora.
La nave espacial azul, en su traslación, más o menos acelerada, por regiones cósmicas desconocidas hasta la actualidad, hace pensar que, desde la noche de los tiempos, todo lo que ocurre ha podido pasar, aunque nunca jamás se reproducirá, porque el Sol, la Luna, la estrellas, los planetas, los satélites, no son cuerpos celestes estáticos, sino que también se desplazan exactamente igual que lo hace cualquier otro.
Ninguna época precedente es ni será igual a la actual. Pretender comparar unas épocas con otras tiene un sinsentido cuando las posibilidades son infinitas, tal y como así lo ha mostrado, y demostrado, la Historia Universal. Hipótesis puede haber tantas como doctorandos, y tesis tantas como doctorados, lo cual no quiere decir que hayan conseguido una verdad única, sino tantas como ellos mismos.
¿Qué intereses políticos –cada vez menos ocultos–, que no juiciosos, están detrás del calentamiento global, cambio climático, catástrofe climática, delirio climático, dogma climático, emergencia climática, empoderamiento climático, fanatismo climático, fundamentalismo climático, integrismo climático, política climática, religión climática, secta climática? Tendrán que explicarlo, sí o sí, porque los políticos existen gracias a que se deben a los ciudadanos contribuyentes. Sin ellos no son nada ni nadie.
Ahora bien, ¿la nave espacial azul está preparada para evitar lo que el globalismo pretende con su propaganda?
ALFONSO CAMPUZANO
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