Las crisis económicas se fraguan sin
interrupción como una confabulación mundial gracias a la modificación de
los mercados inversionistas mediante planteamientos especuladores - Alfonso Campuzano
La primera parte del siglo XX, desde el punto de vista económico español, fue aparentemente apacible hasta la llegada de los años treinta, momento en que España entró en default, momento en que el general Franco se enfrentó a una amortización que, según estimaciones, más o menos fidedignas, una vez terminada la contienda civil, era de catorce mil millones de pesetas, sin contar con la deuda republicana, que se negó a asumir, y que no cobraron los prestamistas del bando contrincante.
Fue a partir de este momento cuando el Directorio Militar dio suficientes
pasos pertinentes que abocaron en organizar la economía española a base de lo
que se denominaron Programas de Postguerra, a la vez que nombraba a técnicos
económicos en cargos públicos con fin de terminar poco a poco con los
descubiertos económicos. Sin embargo, no fue hasta el comienzo de los años
sesenta, precisamente con la apertura hacia el turismo, cuando se consiguió que
los beneficios y las monedas extranjeras llegaran hasta las cuentas de España.
Los sucesivos Gobiernos de diferentes partidos políticos habidos, desde
1976 a la actualidad, por una mala gestión, extraordinariamente
despilfarradora, tanto central como autonómica, en la que se ha visto cómo el
dinero empleado en asistentes, coches oficiales, comisiones, desplazamientos,
dietas, prebendas, sueldos, tarjetas, viajes, y lo que se quedaba entre las
uñas, han dado lugar a unos patrimonios de políticos que para sí quisiera
cualquier trabajador, haciendo lo que ellos hacen, mientras se dedicaban a ver quién
superaba al anterior en aumentar la deuda soberana, de tal manera que, en
treinta y nueve años, se ha conseguido aumentar la deuda de cien mil millones
de euros a poco más de un billón de
euros (es decir, del 15% del PIB al 97,70%) como si tal cosa, cómo
no, haciendo responsable único al sufrido contribuyente.
Analizando las diferentes crisis económicas que han tenido lugar da la
impresión que éstas se han fraguado como si de una confabulación mundial se
tratara, acorde con un mundillo acaparador, en la sombra, que intencionadamente
se dedica a modificar los mercados inversionistas, eso sí, teniendo como
parapetos tuteladores a importantísimas agencias de seguridad internacional, instaurando
como por encanto enormes sumas de dinero; realizando planteamientos pactados de
depósitos en negro como oro, bienes y derechos transformables, cédulas, dinero
en metálico, obligaciones, todo ello reservadamente oculto en la banca y
destinado a patrocinar el lanzamiento de sus propias imposiciones prácticamente
semejantes; desarrollando proposiciones de ensayos crediticios donde se
especula con negocios pactados previamente con sustanciosas compensaciones
sobre el valor teórico de lanzamientos de activos de los bancos.
Asimismo, efectuando planteamientos especuladores de pingües beneficios;
dedicando sus préstamos en tareas ilegales aunque, en caso de descubrirse, son siempre
rechazadas por todas las autoridades; todo ello con el apoyo de la banca
internacional que, como poco, dispone de un libro de contabilidad con arreglo a
cualquier verificación oficial y otro de práctica reservada.
Se ha llegado a considerar que existe tal cantidad de dinero en el mundo como
para pagar la deuda estadounidense, como mínimo, o bien para pagar la deuda de
todo el planeta, como máximo, algo así como sesenta billones de dólares -por
supuesto que no todo está circulando, sino que sólo circula una décima parte,
pues el resto es virtual-, aunque es más fácil y conveniente ignorarlo.
Alfonso Campuzano
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