Los libros de ideas
contrapuestas son los únicos que sirven para evitar que, entre ignaros,
prevalezca la idea de que la verdad es la que le dicta el vecino al oído – Alfonso Campuzano
A mi abuelo solía oírle con
cierta frecuencia, sobre todo cuando el tema del que hablábamos era político, y
se caldeaba, que se habla mucho del Golpe de Estado de julio de 1936 y muy poco,
o nada, de la Bolchevización y Revolución del Partido Socialista o, también
llamado por los historiadores, Golpe Socialista de octubre de 1934.
Un año antes, dicho partido, tras
independizarse y romper con la recién nacida República, arrastró hacia la
aventura autárquica a los españoles, mediante derroteros subversivos, disfrazada
de democracia, a la que se incorporaron comunistas y anarquistas, habiendo
momentos en que los cabecillas tenían que encararse a la tropa con la cruda verdad,
y no ser capaces der convencerlos de que transigieran en las directrices
coyunturales del engranaje democrático, lo que favoreció que, la mayor parte de
los historiadores atribuyen, fuera la raíz y/o la mitad de la espantosa y
suprema influencia de la última guerra civil española.
Siendo, como es, muy difícil
llegar a un consenso, y menos actualmente, donde se
intenta tergiversar todo, acudiendo en una obsesiva y desenfrenada carrera
hacia los Tribunales de Justicia y en Plenos Consistoriales, quizás algo
desequilibrados, para interpretar hechos trasnochados, que deben ser aceptados,
porque no se pueden cambiar, porque no se han vivido, con el afán de ganar la
guerra a la guerra, aunque ayudados por una revanchista, y mal interpretada,
Ley de Memoria Histórica que, sin haber cotejado libros de escritores hablando
de uno y otro adversario se erigen en depositarios de la gran verdad, una
verdad como otra cualquiera.
Sería de esperar
que con esta ley, mediante un libro de entradas, se consiguiera saber, de una
vez por todas, el número exacto de personas ejecutadas, con nombres y
apellidos, por ambos bandos contendientes, ya que, pese al tiempo transcurrido,
hasta ahora, todo son números supuestos.
La Historia de todos los
antepasados españoles, es verdad que se puede reescribir en los Juzgados, mediante
un resarcimiento consentido y teledirigido, muy bien aprovechado por la
tolerancia social, aunque siempre faltando a la ética y deontología política, incluso
letrada, tratando de aupar a las minorías dictatoriales que utilizan en su dialéctica, como
defensa, el chantaje cotidiano. Sin embargo, así está
sucediendo, pese a desconocer las consecuencias reales de este desnortamiento.
Unas generaciones puente, que durante ochenta años, almacenan vivencias
únicas y comparativas sin precedentes, gracias a que vivimos en una sociedad
reafirmada en la vulgaridad, hacen que la visión pasada, presente y futura sea bastante
deficiente, y en la que ellas, aparte de soñar, pusieron todo su empeño en que
no pasara lo que está pasando, porque es difícil entender que se atreva a
criticarlo.
No obstante, el ideario de los partidos de izquierda de
los años treinta del siglo pasado, obsoleto y trasnochado en gestos y actos,
continúa vigente en algunos partidos de extrema izquierda al exigir:
nacionalizar la tierra; disolver el Ejército y la Guardia Civil; descatolizar a
la sociedad. Todo ello tiene antigüedad con eco en el presente.
Ya, en 1984, Julián Marías, advertía en su artículo La falsificación del pasado escrito para
ABC, que la Historia se está escribiendo de manera irreconocible hasta dar una
visión particularmente desfiguradora desde la perspectiva republicana.
BIBLIOGRAFÍA:
El Golpe Socialista (octubre
1934).
Enrique Barco Teruel. 1984.
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