sábado, 2 de julio de 2016

POLUCIÓN ACÚSTICA


Las minorías autárquicas, basándose en la tolerancia social, asaltan sin el mínimo recato y pudor las instituciones - Alfonso Campuzano

Un aeródromo es una superficie dotada de pistas destinadas al aterrizaje y despegue de aviones preferentemente militares, aunque también civiles, mientras que un aeropuerto es una instalación de embarque y desembarque de pasajeros que viajan en aparatos aeronáuticos, de equipajes, mercancías, estacionamiento, mantenimiento,  abastecimiento de combustible, tanto militar como civil y comercial.
Desde siempre, cualquier aeropuerto o aeródromo se construye en un terreno lo más alejado posible de cualquier centro urbano, habitualmente entre media y una hora, a fin de evitar inconvenientes de todo tipo y condición. Lo incomprensible y, sobre todo, lo erróneo es que precisamente después de su construcción, y siguiendo la legalidad vigente, las autoridades son tentadas por la propia sociedad, sobre todo por empresas inmobiliarias que, en su afán de conseguir beneficios casi inmediatos y a bajo precio, paso a paso, año tras año, permiten la edificación de viviendas, cada vez más cercanas, que si les dejaran ocuparían las pistas de aterrizaje y despegue, hasta que, en un par de generaciones posteriores, dado que los urbanícolas, hasta cierto punto ilegales e intolerantes, se olvidaron de aquel lejano comienzo, sintiendo en sus carnes los perjuicios del tránsito vehicular de aviones, momento en que envalentonándose, desencadenan litigio tras litigio en los Juzgados a fin de conseguir, mediante sentencia a su favor, acorralar a la institución, que primeramente llegó al lugar, y obtener su expropiación.
Es así como el juez correspondiente admite a trámite denuncias de todo tipo y condición contra el aeropuerto/aeródromo, leyendo frases que si atenta contra el medio ambiente, que si se producen lesiones físicas por ruido continuo, que eleva el tono de los decibelios por encima de lo que permite la ley.
Lo primero era conseguir, sin considerar, o considerándolo mínimamente, como así ocurrió, que el problema partía de las zonas urbanizadas que, con el paso del tiempo, se habían ido acercando al aeropuerto y no al contrario, los aeropuertos no tuvieran tráfico de madrugada, lo cual fue un logro, hasta cierto punto.
El segundo paso, dado que el primero fue una media victoria, era conseguir desplazar el aeropuerto hacia otro lugar de asentamiento, hecho que algún juez habrá que les dé la razón, a punto se está de conseguirlo en alguna ciudad, pese a que será la sociedad la que tendrá que pagar los vidrios rotos, mediante elevación de impuestos, gracias a mentes retorcidas.
Ante esta situación estrambótica, porque a quien se debe juzgar es a quienes permitieron y realizaron estas urbanizaciones ilegales y el juez, con sentido común intacto, no debía haber admitido a trámite esta querella contra el aeropuerto/aeródromo.

Cuando molesta la contaminación acústica se echa la culpa al ente más cercano lo que acarrea graves consecuencias económicas, que suelen pagar los contribuyentes con un dinero que bien podría emplearse en solucionar otras necesidades básicas como la hambruna del mundo que, hoy día, no está de moda, y sí lo está la solidaridad, aunque ambas están en vías de trivialización; añadiendo daños colaterales como pérdida de puestos de trabajo, cierre de empresas, afectación de compañías aéreas.

Alfonso Campuzano
Sigue a @AIf0ns0

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