El reino
de España se acerca, si los políticos actuales no lo remedian, a la decimocuarta quiebra económica, con más un billón de dólares de deuda, aunque no es el único país con esta especie de políticos que nos ha tocado bregar,
pues prácticamente todos las naciones del mundo, en mayor o menor grado, tiene su propio débito y aunque
parece lo habitual, dentro del pensamiento político, en general, parece como
que no tiene mucha importancia, porque saben que el siguiente turno hará lo
mismo, o incluso peor, porque quien invita a la festival económico de cada
territorio de este mundo es siempre el mismo: llámese ciudadano o contribuyente,
qué más da.
Los
políticos, con frecuencia, y ellos lo saben, suspenden siempre en unas
asignaturas tan importantes como son Economía y Justicia. Primero, porque no
está sujetos a que nadie les demande un mínimo procedimiento para determinar,
por medio de un plan elaborado, qué posibilidades existen para saber con qué
recursos cuentan, quién sufraga los gastos, y cómo se predice el porvenir.
Segundo, su actuación
ante la sociedad, dada su argucia para diferir aquello que plantea, dadas sus
continuas maniobras hacia la progresiva inefectividad, es una continua
predisposición para figurar en el espectáculo donde imagina dificultades ante
las que promete unos compromisos raramente realizables.
Tercero, con sus
discursos,
al considerar que comprende al prójimo mejor de lo que él se comprende a sí mismo, maneja a
los oyentes como verdaderos individuos deficientes; aviva el oscurantismo y la vulgaridad; alienta la
tolerancia hacia la zafiedad; conduce
con seducción el matiz sensitivo en detrimento de la ponderación; acrecienta el
sentimiento de culpabilidad social.
¿Cómo ha podido llegar a ocurrir esto? Una respuesta extremadamente sintética
es que las instituciones estatales han sufrido paulatinamente, y actualmente
están sufriendo, un asalto muy bien planificado por personas que, con una
mínima base moral, por no decir ninguna, llegan al puesto conquistado, con o
sin estudios, con o sin preparación adecuada, para ejercer su propia voluntad con
absoluta falta de prudencia, total torpeza y desmesurado despotismo en el mandato,
y gracias a una ley electoral totalitaria y a unos votos prestados, con la
intención evidente de implantar unos tributos propios de un embargo, sin pensar
para nada en el buen común.
Así que es extremadamente decepcionante, tras ocho lustros de observación,
descubrir de qué pasta están hechos estos políticos, en general, una vez que se
amplía la cobertura a sus compañeros de oficio, sean del signo que sean, y sin
hablar de los compañeros de viaje llamados sindicatos/centrales sindicales.
Y, para colmo, el sello de la marca de España lo tienen tan
pegado al culo que no se quieren dar cuenta que los inversores y los mercados desconfían
de la legislación anual de los diecisiete parlamentos regionales con sus leyes
antagonistas.
Corolario: El reino de España,
reprendido reiteradamente por la U.E. para que reduzca la colosal, desmesurada
y excesiva maquinaria pública, tiene cuatro niveles administrativos que van
desde el propio Estado hasta los municipios, pasando por las desafortunadas
administraciones de las provincias y de las comunidades autónomas.
Alfonso Campuzano
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