Quizá
fuera a principios de los años 60, precisamente con la llegada al Gobierno de los primeros
ministros tecnócratas, cuando la
Sanidad española se fundamentaba en lo primario, es decir, el Médico de
Cabecera, que tenía habilitado un despacho en un centro abierto llamado Consultorio donde el
enfermo/paciente iba a consultar o a ser visitado, pues disponía de muy pocos médicos especialistas.
Fue en aquella época
cuando el Directorio Militar decidió invertir en infraestructura sanitaria
dando la orden de que comenzaran a construirse centros hospitalarios que se
denominaron Residencias Sanitarias, aunque algunas, muy pocas, Ciudades
Sanitarias, para no confundirlo con otros ya existentes, desde siempre, los
llamados Hospitales de Beneficencia a cargo de las Diputaciones Municipales, y
cercanos a las Facultades de Medicina, que dieron lugar, con el devenir de los
tiempos, en algunas ciudades, a los nominados Hospitales Clínicos, hasta que
pasada una veintena de años se integraron en la Red Sanitaria de la Seguridad
Social.
A
principios de los años setenta, con la aparición nuevas promociones de médicos especialistas,
el Estado se planteó la necesidad de añadir la construcción de otros centros
sanitarios, en régimen abierto, a los que se designó Ambulatorios, es decir, un
consultorio mixto, donde compartían despachos, aunque no su saber, según días y
horas, los que ya no se llamaban Médicos de Cabecera, sino Médicos Generales,
con los Médicos Especialistas.
Adentrados
en los años ochenta, los vientos terminológicos que pululaban en el ambiente
político consistían que se sustituyera cualquier palabra, teóricamente trasnochada,
en una cascada, y aún continúa, no se sabe si porque parecía que se decía más o
porque interesaba estar más tiempo hablando; así que el llamado Consultorio
pasó a designarse: Centro de Salud, más rimbombante, como si el
enfermo/paciente, convertido en usuario/cliente, fuera al encuentro de la salud
no disfrutada.
Hasta aquella etapa
sanitaria los edificios en los que se localizaban los consultorios y
ambulatorios se clausuraban los sábados para poder desinfectar/desinsectar,
detalle que, con el paso del tiempo, aprovechando el horario al máximo, siempre
en perjuicio de la sociedad, ha dejado de hacerse, comentario entre personas
que conocieron aquel tipo de mantenimiento, no mejor que ésta, pero sí con las
ideas mucho más claras sobre higiene. Estas edificaciones, incluso las
instituciones cerradas u hospitales, en su mayor número, a nadie debería
extrañar que favorecieran la infección, algo perjudicial, ya que huelen a
cualquier cosa, como comida, cocidillo, fritanga, etc. cuando deberían despedir
olor a desinfectante: yodo, alcohol, algo característico cuando, por
circunstancias de formación profesional continuada, se visitan allende
nuestras fronteras.
Ya
entrados los años noventa, los Médicos de Cabecera/Médicos Generales pasaron a nombrarse
Médicos de Atención Primaria, mientras que los Centros de Salud se titularon
Centros de Atención Primaria. A su vez, el Ambulatorio dejó de
llamarse tal y comenzó a nominarse Centro de Especialidades, sin que los
médicos de primaria se rozaran ya con los especialistas, como antaño, algo que
va en detrimento y perjuicio del ejercicio profesional al haber menos
comunicación. Con la evolución se ve que el léxico, en vez de simplificar, se
complica, pues una sola palabra ha pasado a componer una frase de tres o cuatro, significando lo
mismo. Y esto en tan sólo cuarenta años.
Alfonso Campuzano
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