Cuando se dictamina una
normativa se debe pensar en el bien común de la especie humana sin echar mano del buenismo y bienquedismo político –
Alfonso Campuzano
En el seguimiento de buitres, tanto negros como
quebrantahuesos; de lobos ibéricos, posiblemente unas doscientas manadas, lo
que supone más de dos mil ejemplares; de osos; de jabalíes; se despilfarran los
impuestos de los contribuyentes, porque cuesta su dinero mantenerlos en un
hábitat, que no les corresponde, muy distanciado de ser un parque natural, y lógicamente
traen por la calle de la amargura a los ganaderos, a los que no les gustan las soluciones empleadas, al tratarse de recetas salomónicas.
Se continúan
levantando Actas, por supuesto, pero no se ejecutan en su totalidad. Se pagan
cercados, cerramientos, vallas electrificadas, mantenimiento de perros
mastines, aparte del seguro obligatorio contra las alimañas, a las que vulgarmente
se llaman especies protegidas y en extinción. Los instintos, son lo que son,
están escritos en los genes, jamás desaparecen ni se regeneran, como mucho, se
amortiguan temporalmente, y no siempre. Y es que el conocimiento precede
inquietantemente a la legislación.
Los ecolólogos se podrían
considerar como si fueran ecologistas, pero subvencionados, o casi. Aquellos
defensores a ultranza de las alimañas deberían convivir con las que quisieran,
bajo su responsabilidad y, sobre todo, bajo su pecunio, pero sin implicar al
resto de la sociedad, y menos aún utilizar un dinero que no es suyo propio,
sino derivado de impuestos casi confiscatorios, que llegan a paliar los daños y
desperfectos ocasionados.
Las sociedades humanizadoras de
animales salvajes, la mayor parte subvencionadas con dinero extranjero, con
comportamientos tipo lobbys, o grupos
de presión, que alardean de su ineducación, no deberían imponer sus debilidades,
y sus gustos, a los que no lo son, pues bastante tortura tienen, sin desearla,
con aguantar al animal y a su dueño, al desenvolverse mediante agresividad,
para llamar la atención fundamentalmente de la prensa escrita, provocando
imágenes que impacten, con el fin de imponer su sensibilidad distorsionada.
Los amantes de las cuatro patas, que
llegan a la obcecación de pensar, y creer, que los animales son personas, según
el psiquiatra austriaco, Dr. Verrecken,
forman parte de una variante clínica llamada: exhibicionismo de la bondad, es decir, son enfermos, aunque organizados dentro del organigrama del poder
político europeo.
Los animales
silvestres, sobre todo en época de caza, provocan varios miles de accidentes de
tráfico, sin ir más lejos en las carreteras de Castilla y León, que ocasionan fallecimientos
y centenares de heridos. Sin embargo, desde el año 2014, los conductores son
culpables. ¿Reír por el dictamen de una normativa trastornada, incluso
descerebrada, que atenta contra la inteligencia? ¿Llorar por los heridos y fallecidos?
Con el amansamiento de animales
silvestres, mediante una selección artificial, se ha conseguido transformar ciertos
ejemplares; incluso generar algunos nuevos, contando con la ayuda de técnicas
de procedimiento genético.
Es una sinrazón que hoy día
existiera el mamut, salvo que sobreviniera una nueva época glaciar, que todo es
posible. Por otra parte, en el océano Glacial Ártico viven miles de cachalotes,
por no hablar de otras especies, cuyas heces, estos animales también defecan y
ventosean, ricas en hierro, también eliminan CO2.
Curiosamente, se sabe que algunos
alces y liebres americanas se están beneficiando del deshielo, que está
acaeciendo en zonas árticas, gracias a que aparece alimento herbívoro necesario
para su manutención; luego no todo es perjudicial.
¿Qué necesidad hay de ecologizar a las más de catorce
mil especies de hormigas que habitan en este planeta terrestre? Menos mal que,
por ahora, y que se sepa, no necesitan subvenciones publicas. Aunque, al
tiempo.
Alfonso Campuzano
Sigue a @AIf0ns0
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