lunes, 8 de junio de 2015

HEMODONACIÓN


Está bien, incluso magnífico, que haya más de ciento veinte mil donantes de sangre activos cada año, pero lo ideal sería, ya que estamos en una era en que la Medicina española, gracias a los médicos, que no a los políticos, se ha convertido en preventiva en lugar de sintomática, hecho que ha tardado más de cuarenta años en situarse en la cresta de la ola, aunque a punto está de romper contra las rocas y desaparecer, que aquellas personas que van a ser operadas, no en sesión de urgencia, sino en sesión programada, donaran sangre para sí mismas, y así se ahorrarían las peticiones publicitarias, que tanto dinero cuestan, en caso de necesidad.
Sin embargo, para esto, y de manera generalizada, habría que reestructurar las premisas de los bancos de sangre, pues las bolsas se almacenaría nominalmente, es decir, para uno mismo, y tantas como fueran necesarias, según el tipo de operación quirúrgica que se fuera a realizar, pudiendo sobrar y ser empleadas para otras personas. Y extraordinariamente para las intervenciones urgentes.


La legislación española actualmente impide que la industria pueda pagar las donaciones de plasma desde el año 1985. Los donantes deben ser voluntarios y totalmente altruistas. Así que diariamente se refuerza la actividad divulgativa, mediante publicidad, se sensibiliza a la sociedad por medio de Hermandades y Asociaciones de donantes que ayudan a incrementar el hábito en plan pedigüeño. Pese a que, desde el exterior, desde países primermundistas, se recomienda que se agilice el cambio en la legislación española y se actualice como ocurre en los Estados Unidos, Alemania, Austria, Francia, Italia, Suecia, etcétera, para que la donación se convierta en un recurso económico complementario y un recurso para incrementar las reservas de sangre.
Todos lo años, por las mismas fechas, habitualmente estivales, las autoridades sanitarias, por medio de un plan de promoción, que cuesta dinero a los contribuyentes, fomentan en la población la captación de donantes de sangre para cubrir las necesidades hospitalarias, a veces perentorias, involucrando en esta necesidad social al personal laboral, a los familiares, amigos, conocidos y, en su conjunto, a la sociedad, sin llegar a ser suficientes para paliar el déficit de plasma en España.



Que la sangre sea materia vedada para la venta no quiere decir que no se venda. Lo que no se dice de esta mercancía, cuya compra se impide, es que sí se demanda entre centros hospitalarios, se vende, se expende, se despacha, y a qué precio, se haga constar o no en los libros de entrada y salida, si tienen, sobre todo de hospitales a sanatorios, es decir, público a privado, actuando como mediadores las Compañías Sanitarias de Seguros Médicos, llámense Asisa, Adeslas, Previasa, etcétera, en las que el monto fundamental de sus pólizas son funcionarios civiles y militares. La sangre tiene un precio. Estos entes tienen la palabra. No hay que demostrar ser farisaico. Dicho pago se trata, ¿de tasas, de gastos, de almacenaje, de traslado?, ¿de qué? Es cierto que tras la donación existen unos gastos de mantenimiento sin límite y sin control.
Por último, significar que se debe tener en cuenta que la sangre caduca a los cuarenta y dos días. Y que las plaquetas caducan a los cinco días. Si no se utiliza se destruye, ¿en las cloacas?

¿Ampliable al trasplante de órganos? También hablaremos de ello.

            Alfonso Campuzano
            
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2 comentarios:

  1. Me parece muy razonable que en las operaciones programadas, la sangre la donase el enfermo a intervenir y sus familiares, sería un ahorro notabilísimo y una seguridad sanitaria en la transfusión, sin riesgos de hepatitis, sidas,etc.

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    1. En las intervenciones programadas, que no las urgentes, debería exigirse, dado que hay lista de espera y tiempo suficiente, autohemodonación, aunque es difícil reestructurar este modelo, ya que actualmente hay 17 desequilibrados modelos de Sanidad con sus intereses privados.
      En cuanto a las intervenciones urgentes no requiere más que actualizar lo ya existente.
      Como ejemplo de riesgo, sin ir más lejos, la propia vida.

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