Los políticos españoles, desde hace quinientos años, han arruinado a
España más veces que dedos tiene una mano y camino de otra andamos; sin
embargo, a pesar de los desbarajustes sufridos, ha conseguido resurgir. Y los
medios de comunicación actualmente ayudan poco con su insaciable machaconería
constante diaria y horaria, con sus puestas a punto que se clavan en lo más
profundo de cada ser, que debe codificar sin alienarse.
Tanta boca sellada durante cuatro décadas para que,
de pronto, gracias al cambio de la dirección del viento, cuando la correa de
transmisión de la cadena deja de estar engrasada con el corretaje del 20%,
comienzan a vomitar aquello que la digestión pesada mantuvo en vilo al Estado,
y que ahora quiere limpiar. Es como si se hubiera producido un pistoletazo de salida,
¿tras la abdicación del rey padre, emérito actualmente, y coronación de su
hijo?, en busca de la anhelada regeneración de unos políticos impresentables y
consentidos, que deben dejar paso a otra época más austera para ellos y más
dispensadora de alegrías para los contribuyentes, grandes perjudicados, tras impropios
desmanes.
Durante este tiempo, desde
hace un par de generaciones, han tenido lugar varias crisis económicas. Quizá
la peor de todas haya sido la última, negada hasta la evidencia, y de la que
han tomado nota todas las clases sociales, fundamentalmente la media. Los contribuyentes españoles deberían ser indemnizados al
haberse sacrificado por unos políticos que, dadas las circunstancias, no se lo
merecen. La especie humana, desde que descubrió el fuego, se ha dedicado
a vender su humo al vecino, y parece que ha dado muy buen resultado, sobre todo
cuando en el horizonte continúan formándose partidos políticos en busca de algo
que rascar.
Qué obsesión, para que no se note tanto, con querer
privatizar, subvencionar, concursar todo aquello que funciona, a fin de poder
manipular la empresa constituida fundamentalmente por trabajadores que, por su
discapacidad física o psíquica, no sirven, no dan la talla exigida, que entran
por medio de un turno especial, muy a gusto de los políticos, y posiblemente de
los empresarios, cobrando lo mismo que otros que hacen su trabajo por el mismo
precio, y así poder seguir expoliando a la empresa pública. Todo esto lo conoce
muy bien el funcionario verdadero por oposición.
Esta Partitocracia, encallada cual pecio, que dura
ya ocho lustros, necesita dar un paso, con el permiso de las instituciones, cambiando
las reglas de juego, que incluya el ostracismo para aquellos políticos
sospechosos, ahora mismo lo son casi todos, para poder evolucionar hacia una
Democracia. La elites financieras, lo saben muy bien, frenan las reformas,
creando un problema de riesgo moral: cuando todo va bien no necesitan a nadie,
mientras que cuando van mal, necesitan ser rescatadas por los Estados.
Si los bancos compran deuda soberana, están en su
derecho, deberían ser los accionistas, y no los contribuyentes, quienes pagarán
por ello. Algo, hoy por hoy, muy difícil de interpretar, cuando lo que parece
que persiguen es la propagación del prorrateo de la miseria y restricción de la
distribución de la fortuna.
Alfonso Campuzano
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